Revista Diario

Un corto puente

Por Belen
Me las prometía muy felices la pasada semana preparando una estupenda escapada de cuatro diítas a la playa. Mis padres estaban allí, eso significaba más ayuda con el nene, no hacer comidas, más tiempo para leer, paseos por la playa, un poco de sol levantino cálido y reconfortante, menos asma y una recarga de pilas antes de la llegada definitiva del otoño.
Pero el día antes de partir unos mocos y toses inoportunos e inesperados hacían acto de aparición. ¡¡Maldición!! El viernes al recogerle del cole la afonía era más que evidente, y entonces empezaron las dudas, "voy o no voy, he aquí la cuestión". Maletas preparadas, padres esperando, marido en marcha. De camino a casa le dije al peque que nos íbamos con los abuelos a la playa, y se quedó un poco confuso, no entendía bien eso de irse a la playa en otoño. Me montó un berrinchón de órdago, motivo, no quería ir a la playa porque quería ir al colegio y quedarse con su gata, ahí es ná! Tuve que convencerle, argumentarle, enfadarme, pero nada valía. Al final, al verme enfadada de verdad cedió.
Y allá nos fuimos con el ibuprofeno, paracetamol, jarabe, termómetro y todas mis dudas. El tiempo maravilloso, mis padres a punto, todo iba bien. Pero la afonía y la tos no. Y el sábado por la mañana ya estaba yo visitando el centro de salud de la localidad en cuestión. Llegamos y sorpresa, en fin de semana no hay pediatras, ve a los niños el médico de cabecera de adultos. Acepté barco porque no había donde elegir. Le reconoció bien, la explicación fue correcta, la recomendación también. Pero le recetó un jarabe, y tras dos tomas me di cuenta que estaba indicado para mayores de 6 años. Al día siguiente el niño refería un dolor en la barriga fuerte. La tos había ido a más, empezaba a tener décimas. Así que mis dudas se resolvieron, nos regresamos a Madrid y le llevo a que le vea un Pediatra de verdad. Total, allí iba a empezar a llover, el niño estaría malito y tampoco podríamos hacer nada con él.
Según iba pasando el día, como habíamos suspendido el jarabe, al niño se le fueron pasando las molestias en la tripa. Las décimas iban a más pero no pasaba de ser febrícula. Le llevamos a urgencias según llegamos, y tuvieron el acierto de hacerle un sencillo test que consiste en tomar una muestra de la angina con un bastoncillo, hacerle un cultivo rápido y así confirmar si lo que el peque tenía era vírico o bacteriano. Si era vírico buena gana darle antibiótico, no valen para nada. Y efectivamente la prueba confirmó que no eran necesarios los antibióticos. Nos fuimos a casa con la recomendación de ibuprofeno y/o paracetamol en caso de que la fiebre aumentara. Confieso que no iba yo muy convencida. Pero la tarde en casa la pasó contento, sin fiebre y feliz. Cenó bien, y después empezó la febrícula. Un poco de paracetamol fue suficiente, ha dormido del tirón, no ha tenido fiebre y lleva un día muy folclórico. Esta tarde ni le voy a llevar al pediatra, para qué, hay muchos virus, gastroenteritis tutiplén, así que no es menester tentar al diablo.
El caso es que el puente, último del año que pensábamos disfrutar, se nos ha truncado, mala suerte. Aunque debería haber cancelado el viaje al ver al niño así, para otra vez no me pasa, os lo aseguro.

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