Revista Espiritualidad

Un Día A La Vez… Para Llegar Con Plenitud

Por Ritacoach @ritatonecoach

Un día a la vezMeta y objetivo no son lo mismo.

Como existen disímiles interpretaciones respecto de la diferencia entre estas palabras, voy a compartir la mía, basada principalmente en el significado literal de “meta”:

La meta es un lugar o punto donde termina la carrera.

O sea que, la meta es el último escalón a alcanzar, de una “escalera” formada por múltiples objetivos (escalones).

Las dos palabras tienen el mismo sentido pero una (objetivo) forma parte de la otra (meta).

La meta es una y los objetivos, muchos, y estarán diseñados en relación a la primera.

Esto no implica que no se puedan tener varias y diferentes metas formadas a la vez por sus objetivos parciales correspondientes.

Todos necesitamos metas poderosas a largo plazo para ayudarnos a superar los obstáculos de corto plazo. Jim Rohn

 

Establecer este punto con claridad es necesario porque…

¿Qué te pasa con tus metas?

¿Sentís que no las estás consiguiendo?

¿Parece interminable el camino?

¿Las abandonaste?

¿Las cambiás después de un cierto tiempo?

Por más que lo intentás, ¿No estás pudiendo mantenerte activo y enfocado en ellas?

¿Te está faltando persistencia?

Si te está pasando algo de esto (y si no, también, para que no te pase), quiero que sepas que el centro de la cuestión puede estar en el “cómo” estas intentando alcanzarlas.

Las metas se escriben y se llevan con nosotros (en una agenda, en el celular, en una libreta, en lo que te guste más). ¿Para qué? Para tenerlas siempre presentes, para ayudar a no desenfocarnos, para no perdernos en nuestro camino y para que si nos perdemos, podamos retomarlo.

Cuando usted se fija una meta, escríbala y entonces será como hacer una promesa a sí mismo. Tony Di Cicco

Las metas por escrito son sueños con fecha límite. Brian Tracy

Asimismo… ¿Están tus metas solo en tu intención (en tu discurso) pero no has dado ni  un solo paso?

Si bien la intención es la semilla de la manifestación, la acción es el agua que nutre la semilla. Sus acciones deben reflejar sus objetivos con el fin de alcanzar el verdadero éxito (la meta). Steve Maraboli

 

Las metas son la materialización, la corporalidad que les damos a nuestros sueños. El sueño aparece y para hacerlo realidad, lo convertimos en meta. ¿Cómo hacemos esto? Con la planificación.

El cumplimiento de las metas exige una planificación en un tiempo. Puede ser que luego lo tengamos que extender y no pasa nada por eso.  Así también necesitamos contemplar las adecuaciones que sean necesarias, pero en el momento de fijar nuestras metas, es imprescindible determinar para cuándo las queremos lograr.

Sin una planificación previa, tu sueño nunca se transformará en una meta.

 Si bien las metas son importantes, tener un plan de acción es vital para el éxito de esas metas. Tener una meta sin un plan de acción es como querer viajar a un nuevo destino sin tener un mapa.  Steve Maraboli

En dicha planificación aparecen los objetivos parciales. El logro de cada objetivo nos lleva al logro de nuestra meta. Así también, vamos dividir el tiempo total, en años, meses y días. Cumpliendo cada día con el estipulado, cumpliremos los mensuales y los anuales.

Hasta aquí, lo que se ve, nuestra acción. Pero ¿Qué hay debajo? ¿Qué hay en nuestro ámbito emocional que nos apoya o nos debilita?

La persistencia, el permanecer haciendo. El cumplir nuestro objetivo diario. Ella se ve, a menudo, atacada por un enorme fantasma…

Cualquier persona cuya meta es algo superior debe esperar algún día a sufrir vértigo. ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo de caer? No, El vértigo es algo más que el miedo de caer. Es la voz del vacío por debajo de nosotros, que nos tienta y seduce, es el deseo de caer, contra el que, aterrorizados, nos defendemos. Milan Kundera (es la atracción por abandonar, agrego yo, respetuosamente).

La herramienta poderosa para la acción es “Un Día A La Vez…”.

Los objetivos  y su cumplimiento diario son la llave.

¿Cómo trabajás con tus metas?

¿Tenés una planificación?

¿Te planteaste objetivos diarios?

¿Los cumplís?

Mantener esta conducta metódica será siempre tu gran ayuda porque puede sucederte también, que la ansiedad por llegar, el no tener una planificación, te haga “perder el norte”.

El genial Og Mandino, autor de “El vendedor más grande del mundo” (que no habla de ventas en el sentido práctico si no en el de la formación personal, y que te recomiendo especialmente, no solo por mi juicio de valor sobre él –óptimo- sino por haber experimentado sus lecciones), nos regaló también (entre numerosos trabajos más): “Las 17 reglas del éxito”.

La regla Número 14 dice: Uno logrará su gran sueño, un día a la vez, así es que hay que fijar metas (aquí utiliza la palabra metas en el sentido de objetivos) para cada día – no proyectos largos y difíciles, sino tareas que lo llevarán a uno, paso a paso, hacia su arcoíris.

Los objetivos nos cuidan de no llegar a interpretar nuestras metas como los “propósitos de año nuevo”.

Los objetivos protegen nuestra salud porque la tarea diaria, que nos mantiene en nuestro camino hacia la meta, no absorbe todo nuestro tiempo, no nos agobia ni estresa, lo que convertiría nuestra vida, en una condena de esfuerzos e infelicidad. Por el contrario, nos permite nuestro tiempo personal y nos mantiene motivados por los pequeños logros parciales.

Dicen algunos gurús que “el éxito es un viaje”. Si les vamos a creer, sepamos cómo viajar… Un día a la vez… para llegar, para tener tiempo para nosotros, para disfrutar de cada momento de nuestra vida, y no por eso, dejar de cumplir nuestros sueños.

Te dejo con una maravillosa historia de León Tolstoi, el célebre novelista ruso quién nos muestra que pretender hacer todo en un día, sin la herramienta de “un paso a la vez”, no es una buena opción.

Un campesino de nombre Pakhom estaba seguro de que tendría un gran éxito cuando finalmente tuviera un terreno tan grande como los terrenos que no tenían las vastas propiedades de la élite de la nobleza rusa.

Llegó el día en que le hicieron una oferta sorprendente – se le concedería, sin costo, todo el terreno que él mismo pudiera rodear corriendo desde el amanecer hasta el ocaso.

Pakhom vendió todo lo que tenía con el fin de trasladarse al lejano lugar donde se le había hecho esta oferta.

Después de muchas penalidades, llegó allá y se puso de acuerdo para aprovechar su gran oportunidad al día siguiente.

Al amanecer, Pakhom comenzó a correr a una velocidad vertiginosa. Pasó corriendo bajo el brillante sol matinal, con la meta fija ante los ojos, siguió corriendo bajo el intenso calor, sin ver a diestra o siniestra. Todo el día continuó al mismo ritmo, sin detenerse ni a comer, ni a tomar agua, ni a descansar; su propiedad aumentaba a cada zancada.

Finalmente cuando el sol se puso más allá del páramo y las sombras envolvieron la tierra, Pakhom avanzó titubeante hacia la meta.

¡Victoria! Logró su meta. ¡Éxito!

Y entonces… al dar su último paso, Pakhom cayó muerto de agotamiento. Toda la tierra que, en ese momento, necesitó… fueron dos metros.

 

Por el placer de compartir.


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