Revista Cultura y Ocio

Un día cualquiera

Publicado el 21 mayo 2015 por Molinos @molinos1282

Un día cualquieraAbro un ojo por decimoquinta vez en la noche. Ya no es noche por fin, las 6:45. Empieza mi rato de dormir bien pero tengo mil cosas que hacer hoy. No puedo relajarme. Para empezar he quedado a las diez en recoger a D, que está cojo, para ir a nadar. 
Abro un ojo y son las 9:45. Estiro el brazo, uso el móvil: "A las 10:15 mejor" tecleo entre legañas y con un sueño que me muero. Pagaría por quedarme el día durmiendo, vuelta y vuelta. 
Mientras caliento el café, saco pan duro y abro la puerta. Turbón y Tuca se ponen en posición de "estamos aquí, lo que tú quieras pero ¡queremos nuestro pan!". Los hago sufrir, los mantengo sentados y con el pan en el morro sin moverse, sin tocarlo hasta que digo "Ahora". Se van cada uno a su rincón a comerse el pan. ¿Será verdad que se limpian los dientes así? 
Café, zumo, tostadas y Akira. No sé si me gusta esta historieta de jovenzuelos con motos y misteriosos seres. "Es una obra maestra" me dijeron. "Mierda, las 10:05". Subo las escaleras, hago la cama y abro la ventana. Bajo las escaleras, voy a por la bolsa de piscina. Subo las escaleras, me pongo el bañador segunda piel y encima los vaqueros. Ha vuelto el frío. Abro el armario para sacar un jersey. "Dios mío cómo tengo el armario, tengo que ordenarlo, en mi vida lo he tenido así". Desecho ese pensamiento horripilante y sobre todo muy invasor, capaz de hacerme vaciar el armario en ese mismo momento, y salgo corriendo al coche. 
Las 10:20. ¿Qué ha pasado con los últimos 15 minutos? Suena el teléfono "Ya voy, ya voy". 100 metros antes de llegar a casa de D, le veo sentado en el suelo, con las muletas y la mochila.
- Pero, ¿se puede saber por qué no me has esperado en tu casa?- Me aburría. - Ya, te has sentado en la calle para darme pena y hacerme sentir culpable. - Bien, bien. Veo que estás en modo "A Moli no se le habla hasta que salga de la piscina". 
En la piscina hay obras en el vestuario femenino; voy al infantil, mucho más pequeño y llenísimo de señoras. Hago malabarismos para desvestirme ocupando el mínimo espacio posible. Kilómetro y medio y para fuera. Ducha y descubrir que volveré a casa en plan comando, he olvidado coger ropa interior. 
- ¿Qué tal la piscina?- Bien, bien. ¿Dónde te llevo ahora? - Farmacia y el pan. - Lo que usted quiera Miss Daisy. - Muy graciosa... muy graciosa. 
Compra. Preparar la comida de los perros. Me siento en el ordenador, no tengo wifi. La línea que llega al jardín es tan delicada que la mínima ráfaga de viento hace que se cuelgue. Me rio recordando a Pobrehermano Mayor dando voces al contestador de averias de movistar: “Ni pruebas, ni máquinas ni leches. Me tenéis harto. ¡Qué vengáis a cambiar la conexión! ¿Satisfacción con el servicio? Cero patatero, mierda de máquina infernal”. A los tres segundos llamó un técnico en persona. 
Ultimar ideas para mi próxima charla. "¿Las dos y media? No puede ser. Llego tarde". 
Fuera vaqueros mugrientos y sudadera. Ropa de ir a Madrid. Al coche. Se me olvidan las llaves. Entro. Cojo las llaves. Se me olvidan las gafas... me doy cuenta a 30 km. Sin gafas. 
Escucho a Rafa Pons e intento no pensar en nada, abstraerme conduciendo. Me agobio pensando que no he escrito nada para el post, me agobio pensando que no he tenido tiempo. Me agobio más pensando que tampoco tendré tiempo en los próximos días. ¿Dónde está mi tiempo? Por sorpresa se me ocurre una idea brillante para mi próxima colaboración en el CCC. ¡Bien! Solo necesito tiempo para escribirlo. Mentalemente, elaboro el texto entero mientras callejeo para aparcar. 
Llego al 16. Ja. Las aromáticas mugrientas han desparecido y en su lugar hay dos macetas con dos plantas con florecitas. 
- Hola Moli. ¿Qué tal?- He visto que has cambiado las plantas. ¿Por qué pones siempre dos? ¿Es un rollo subliminal que haga pensar en compañía? Algo así ¿como para que tus pacientes piensen que entran aquí solos y aquí estás tú para acompañarles? - No, es que me gustan dos macetas mejor que una, pero buena observación. - También te has cambiado de sitio la raya del pelo. 
Recojo a las niñas. Tenemos que replantearnos el comedor escolar. M llega del colegio que literalmente se devora a sí misma y 6 tazones de cereales con leche de merienda. La arranco del Mortadelo en el que está enfrascada con un gancho pobre pero que parece convencerlas: "Nos vamos a unas charlas de matemáticas". 
Por el camino les voy contando la charla del cerebro dormido en la que estuve ayer. Sin saber muy bien cómo acabamos hablando de cotilleos de la clase de M y de los motivos por los que una niña ha dejado de ser popular: "Mamá, mentía a todo el mundo". No digo nada pero me parece un buen motivo para dejar de ser popular, sobre todo porque es obvio que esa niña miente mal. Necesita empezar a mejorar desde ya. Me abstengo de comentar este último punto. 
- ¿Sabes dónde vamos?, ¿te has perdido?- Pero, pero, pero ¿cómo que si me he perdido?, ¿a qué viene eso?- Jajajaja, siempre te picas con eso. 
No sé a quién han salido. 
En las charlas ni parpadean. Sobre todo M, que desde que ha perdido el miedo a las matemáticas está entusiasmada con ellas. Sale tantas veces voluntaria que recibe una chapa de premio y cuando nos vamos sólo quiere hacerme trucos de cartas y matemáticas. Conozco a un periodista jovenzuelo que me hace preguntas sobre el evento. ¿Me verá como Mrs. Robinson? 
Al volver a casa, voy conduciendo y pensando en todo lo que tengo que hacer, todo lo que tengo que escribir. Me doy cuenta de que no he comido hoy y de que no es jueves, es miércoles. Tengo otra idea brillante, bueno sólo un título para otra cosa que me han pedido “El valor del no lo sé”. Ceno coles de bruselas y salmón. Me siento a escribir, encogida en la butaca, descalza. Elizabeth Sue hace de loca en una peli que tengo puesta de fondo. Termino de escribir. 
Se acaba el día. Uno como otro cualquiera, uno especial, uno que ya no volverá. 
¿Y si ordeno el armario ahora? Abrazo la almohada para no ceder a la tentación. 

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