Revista Opinión

Un día demasiado rosa

Publicado el 21 octubre 2016 por Daniel Guerrero Bonet
Un día demasiado rosaEl miércoles pasado, 19 de octubre, se celebró, como cada año, el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama: una enfermedad que es la primera causa de muerte por tumores malignos entre las mujeres, aunque el porcentaje de supervivencia es cada vez más elevado, cercano al 80 por ciento. Gobiernos, instituciones, asociaciones de todo tipo y medios de comunicación se volcaron en la conmemoración de la jornada, difundiendo noticias relativas a la enfermedad, los modos de afrontarla, las enormes expectativas que existen de poder superar el tumor y la importancia de la prevención médica que permita una detección precoz que ayuda enormemente a tratar y vencer el cáncer. Y como viene siendo costumbre, ese día amaneció con camisetas, pancartas, carteles, pañuelos, globos y cualquier elemento alusivo pintados de rosa y por doquier se exhibieronlacitos del mismo color como signo de apoyo y sensibilidad en la lucha contra un mal que se estima va a afectar a una de cada cuatro mujeres a lo largo de su vida. Pero también, como es habitual, los actos con los que se conmemora la fecha resultaron, a mi juicio, más espectaculares que efectivos por cuanto, transcurridas 24 horas, todo el mundo regresó a sus rutinas, guardó globos y lacitos y se olvidó del tema hasta la próxima convocatoria, todo el mundo menos las mujeres que lo padecen.
No es que esté en contra de estas celebraciones que permiten a los políticos mostrar su perfil más humano y demostrar efusivamente su solidaridad con las mujeres que sufren este tipo de cáncer, a las que animan a seguir luchando. Ni reniego de las campañas que persiguen sensibilizar a la población acerca de la importancia que tiene esta grave enfermedad en las sociedades modernas, en las que a tantos cancerígenos estamos expuestos. Lo que critico es la utilización propagandística de estas conmemoraciones como campañas de imagen para responsables políticos y personajes públicos que, aparte de hacer emotivos discursos y exponer buenas intenciones, podrían proporcionar, desde sus respectivos puestos o cargos institucionales, los recursos y medios necesarios para combatir con mayor eficacia ésta y otras enfermedades que aun hoy amenazan a la población y se cobran un porcentaje de muertes nada despreciable, muchas de ellas perfectamente evitables.
Un día demasiado rosaVisualizar la existencia de una enfermedad, que se ceba con la mujer y puede acabar con su vida, no resuelve en absoluto el problema. Entre otros motivos, porque performances, lemas y manifestaciones callejeras no parecen instrumentos adecuados para tratar y erradicar ninguna patología. Sino que hay que abordarla como un problema de salud que las autoridades deben enfrentar con los medios que la ciencia permite. Y es que sólo con políticas sanitarias para un diagnóstico precoz, estudios epidemiológicos que establezcan una posible prevalencia hereditaria y tratamientos médicos y quirúrgicos que combatan el cáncer y logren eliminarlo, se emprenderá el camino más seguro para vencer una enfermedad de esta naturaleza. Más que espectáculo, hacen falta médicos, centros de salud, mamógrafos y planes sanitarios que consigan que la población femenina esté controlada frente a la incidencia de esta enfermedad y tratada sin demora, llegado el caso. Del mismo modo que con pancartas y lazos no se erradica el sarampión y otras enfermedades de la infancia, sino con planes y calendarios de vacunación, igual deberá hacerse con el cáncer de mama en la mujer. Son las autoridades sanitarias y los responsables políticos quienes deberían estar concienciados contra esta enfermedad para que faciliten los medios oportunos, en investigación científica y pautas de tratamiento protocolizadas, que hagan posible minimizar la incidencia de la enfermedad en nuestra sociedad.
Es curioso que, aparte del componente patológico de este tipo de cáncer, que en absoluto es la primera causa de muerte en la mujer, parece concitar más atención el hecho de que afecte a la mama de la mujer y en las repercusiones que conlleva, no sólo físicas sino también psíquicas, su extirpación si fuera necesario. La mayor parte de los reportajes periodísticos elaborados ese día giraron sobre cómo la mujer sobrelleva la amputación de un seno, más desde un punto de vista estético y social que biológico. Una preocupación comprensible en la mujer por cuanto esa glándula simboliza la feminidad y la maternidad que las distingue del hombre. Pero enfocar este asunto primando las consideraciones estéticas es desviar la atención y confundir a las propias mujeres.
Un día demasiado rosaPorque sería inaceptable que se utilizara el aspecto vivencial y estético de la mujer mastectomizada como la mayor preocupación que generta una enfermedad que, en realidad, es la séptima causa de muerte en la mujer, por detrás de las enfermedades cerebrovasculares, el infarto de corazón, la demencia, la insuficiencia cardíaca, el Alzheimer y la hipertensión -según estadística del INE en 2014-, sin que ninguna de ellas motiven campañas tan mediáticas como el cáncer de mama. Montar un espectáculo propagandístico utilizando reclamos emocionales y conmiserativos para que gobiernos e instituciones alardeen de su sensibilidad y preocupación ante los problemas que aquejan a los ciudadanos, es un acto de manipulación cuyo objetivo no es resolver el problema sino engañar a la población, a la que se le siguen negando los recursos que verdaderamente permitirían combatir un problema sanitario.
Es por ello que el Día Contra el Cáncer de Mama resultaba excesivamente rosáceo, demasiado colorista en lo superficial y anecdótico, sin apuntar a las verdaderas causas del problema: hay que destinar recursos, no discursos, para organizar planes sanitarios que combatan con eficacia éste y otros problemas de salud de los ciudadanos, afecten a las mamas, la próstata, el pulmón, la sangre o el cerebro, tanto en la mujer como en el hombre. Todo lo demás es propaganda.

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