Revista Viajes

Un día en una aldea de Sapa con Chí y su familia

Por Bbecares
marzo 22, 2013

Ayer fue, sin ninguna duda, el mejor día desde que hace dos meses me mudé a Asia. Sigo en Sa Pa, al norte de Vietnam. Ayer os hablaba de este lugar y podéis consultarlo aquí.

Antes de ayer, caminando, al poco de llegar a la ciudad, tras una noche entera en un autobús formado por sillas-cama, muchas mujeres me insistían para vender cosas  o hacer un tour a sus aldeas y hubo una que me cayó muy bien. Su nombre, Chí (o algo asi, porque la i se pronuncia casi como una u, pero yo la llamo así y no le importa). Decidí que sí me apetecía hacer el tour con ella, ir a su aldea y comer en su casa.

Montañas de Sapa

Montañas de Sapa

Yo no venía con ningún tour organizado, lógicamente. Nunca lo hago. Muchos contratan sus excursiones desde Ha Noi. Pero preferí llegar aquí y ver cómo eran las cosas y qué me apetecía hacer como hago siempre cuando viajo. Creo que hice bien. No hubiera soportado un tour, como los que he visto por aquí, en los que caminas con otros 20 turistas y que normalmente se dedican a contarte sus viajes y acabas escuchando casi siempre las mismas historias. Coincidí con una pareja británica muy maja, que también se dejaron convencer por Chí. Esta pareja, tras una muerte de un ser querido decidieron, según sus propias palabras, dejar su vida muy cómoda, pero rutinaria y decidirse por, dejar sus trabajos, al menos durante este año y vivir una “vida menos cómoda” (la vida del viajero tiene sus penurias y cansancios y, al haber dejado sus trabajos necesitan tener más cuidado con el dinero que antes). Están encantados de su decisión.

Chí, como nos prometió, nos llevó por el camino de las montañas (el otro posible es la carretera), donde no había motos ni turistas ni otras mujeres intentando vender cosas. Las vistas desde esas montañas son impresionantes. Caminamos durante cuatro horas bajo el sol y en ese momento decidí que podría vivir en Sapa, y me lo estoy planteando seriamente para el futuro, pasar un mes aquí.

Chí caminando a casa. Su aldea está a 3 horas de Sapa. Cuando tiene dinero paga a un motorista para que la lleve a vender cosas a los turistas que llegan a Sapa. Cuando no, camina.

Chí caminando a casa. Su aldea está a 3 horas de Sapa. Cuando tiene dinero paga a un motorista para que la lleve a vender cosas a los turistas que llegan a Sapa. Cuando no, camina.

Chí tiene 33 años y cinco hijos. Todos nacieron en casa. Nunca fue a la escuela pero habla y entiende inglés bastante bien (de hecho, mucho mejor que mis asistentes en Ha Noi que han estudiado en la universidad) porque lleva diez años trabajando con los turistas, intentando venderles cosas o convencerles para ir a su casa por un precio de entre 200 y 300 mil VND (alrededor de 10 euros). Chí aparenta muchos más años. Las jóvenes aquí aparentan menos edad de la que tienen, como siempre sucede en Asia. Sin embargo, llega un momento, muy temprano, que las mujeres Hmong, las de la etnia de Chí, pasan a ser ancianas y sus arrugas, sus espaldas curvadas de cargar peso todas las horas del día y la falta de algún que otro diente sustituido por una funda dorada les hacen parecer mucho mayores.

La casa de Chí es la casa más pobre que he visto en mi vida. Y la casa de Chí es igual que las del resto de familias de las etnias minoritarias como los Hmong que habitan en las aldeas que rodean la ciudad de Sapa.

Chi tiene buen corazón. Es fácil verlo. Estas mujeres que se empeñan en vender cosas por Sapa a los turistas en general son muy buenas. Se les ve la poca picardía y la inocencia. Chí sólo ha salido de Sapa una vez, para ir a Lao Cai, una ciudad a 15 kilómetros de aquí. Pero cada día conoce personas de muchos países diferentes con los que conversa y así se entera de otras realidades.

En la casa de Chí, una organización alemana ha puesto unos carteles para explicar a estas etnias cómo hacer para evitar el sida. Sin embargo, Chí, casi no sabe hablar vietnamita y no sabe leer. Los carteles alegran un poco la casa totalmente gris y oscura.

La casa tiene tres compartimentos, sin puertas que los dividan. Uno donde se cocina, otro donde comimos, con dos mesas viejas para posar cosas y otra más nueva que supongo que habrá sido una inversión para hacer sentir a los visitantes cómodos, con pequeñas sillas de plásticos para sentarse a comer (digo esto porque en Vietnam para comer nos sentamos en el suelo, no sillas alrededor de una mesa) y los carteles explicativos adornando la pared y un espejo y en otro compartimento tiene una cama, una televisón (esa que no falte) y un cubo enorme de agua. Agua que hay que hervir antes de beber porque es mala.

La casa de Chí que un día hace como 10 años, su marido construyó (me dijo que la casa que tenían antes era peor)

La casa de Chí que un día hace como 10 años, su marido construyó (me dijo que la casa que tenían antes era peor)

Su bebé de un año tiene mucha manía de pegarle al aire (de algo vendrá a eso, a un niño no se le ocurre el gesto de pegar porque sí) y anda sin ropa en la parte de abajo, como el resto de los niños de las casas vecinas. Y se sienta en el suelo sucio, por el que pasan los perros y los gatos sin limpiar. A Chí nadie le ha explicado que este tipo de hábitos pueden ser perjudiciales para la salud de un bebé.

Chí dice que su marido es bueno. Estaba en la montaña sembrando así que no lo conocí. Quién sabe. Los hombres aquí tienen en general mucha fama de vagos (en Vietnam no es difícil ver a las mujeres encargarse de todo y a sus maridos sentados haciendo lo mínimo). Según me contaron unos colegas anoche, las mujeres aquí hacen todo y ellos se dedican a beber vino de arroz, un lícor fortísimo típico de Vietnam y los malos tratos son fercuentes. Casi no he visto a hombres locales aquí. La mayoría de los locales que he visto son mujeres vendiendo y  mujeres y jóvenes sembrando.

La hija de Chi de 10 años muchas veces no va a la escuela y se dedica a vender a los turistas o a cuidar de la casa y del bebé si Chí no puede llevárselo a Sapa, cargando a su hermana a la espalda durante horas a pesar de su poco peso. Fue fácil su experiencia con los extranjeros cuando cogió sus cosas y, a pesar de su poco inglés, sabía las frases estándar que las mujeres dicen del tipo ‘do you shop for me?’.

La chica inglesa la pobre dudaba pero ahí ya tuve que decir algo, porque es una norma que nadie debería saltarse, la de nunca comprar nada que vendan los niños para no fomentar esta práctica. Le dije a Chí que la niña tenía que ir al colegio a diario. El turismo da dinero unos días y pueden pasar muchos días sin que dé nada. Con estudios, la niña podría aspirar a un empleo mejor que les reportaría más dinero. Se lo repetí varias veces y le hice a ella que lo repitiera para cerciorarme que lo había entendido. Entender lo entendió, ahora, no estoy segura que sepa que eso pueda ser real. Pero me dio un abrazo y me regaló un estuche que su hija antes quería venderme.

Me encanta Chí. Y todas las Chís de Sapa. Se ve que, aunque sea tedioso perseguir a turistas, ellas disfrutan conociendo gente nueva, mostrnado lo bien que se les da el inglés y enseñándoles sus aldeas y su forma de vida.  De hecho el día lo acabé con un grupo de extranjeros que llegaron a Sapa hace tiempo y decidieron quedarse enamorados de esta gente y sus culturas. Y me encantó el día de ayer.

Y le prometí que la recomendaría. Así que si algún día vienes a Sapa y quieres conocer a Chí puedes llamarla. 00841634960025

Cocina de la casa de Chí

Cocina de la casa de Chí

Carteles pegados en uno de los cuartos de la casa sobre las prácticas que no son peligrosas para el sida

Carteles pegados en uno de los cuartos de la casa sobre las prácticas que no son peligrosas para el sida

Unas de las pocas propiedades de la casa. Dos mesas donde poner las ollas

Unas de las pocas propiedades de la casa. Dos mesas donde poner las ollas

Cocina de Chí, a la entrada de la casa

Cocina de Chí, a la entrada de la casa

La casa de Chí tiene algo que ni el más rico de los que viven en Madrid. Un balcón con estas vistas

La casa de Chí tiene algo que ni el más rico de los que viven en Madrid. Un balcón con estas vistas


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