Revista Coaching

Un error muy saludable

Por Falcaide @falcaide

Muchas veces hemos dicho aquí que la adversidad despierta talentos ocultos, porque cuando no hay nada que perder el miedo desaparece y uno se atreve y se lanza. A veces también gracias a la adversidad, cuando todo parece pérdido, uno deja de lado el orgullo y es capaz de dar lo mejor de sí mismo. Son las paradojas de la vida. Cuando lo tenemos todo a nuestro favor, no lo aprovechamos; cuando pintan bastos somos capaces de sacar ese talento que se oculta en nuestro interior. A veces lo mejor que le puede pasar a uno es aquello que uno jamás hubiese deseado que le ocurriese, porque entonces, gracias a ese golpe de la vida, uno toma de decisiones que nunca hubiese tenido la valentía de tomar. Habitualmente el hombre cambia cuando todo tiembla alrededor, de otro modo le resulta muy difícil porque está acomodado en la rutina, en su zona de confort, que no le gusta, pero como tiene controlado el entorno, el cambio le resulta incómodo.
Leo esta historia en el blog de Álvaro González-Alorda (@agalorda), autor de "Los próximos 30 años". LLeva por título "El último abrazo". Dice así el relato:
“Le quedan tres meses, prepare sus despedidas, ésta será su última Navidad”, le dijo el doctor. Y al salir del hospital caminó sin rumbo durante horas hasta que se refugió del frío en una cafetería. Sobre la mesa de madera vieja sacó su libreta y escribió los nombres de sus amigos íntimos. Eran cuatro. A continuación trazó una línea. Y siguió con la lista de los amigos “a secas”. Eran dieciséis. Trazó otra línea y siguió con los amigos antiguos, de los que no sabía nada desde hace años. Logró recordar a nueve. Trazó otra línea y pidió otro café. De repente, vino a su memoria un nombre que debería haber estado en la primera lista, pero cuya amistad se rompió años atrás por una ridícula discusión. Lo escribió con trazo tembloroso y tuvo que respirar hondo para sosegar la inquietud repentina que le embargó.A la mañana siguiente, partió en busca del último nombre de la lista. Cruzó el océano, llamó al timbre y le dio un abrazo. Cuando regresó, el doctor le citó con carácter urgente en la consulta: “Ha habido un error en los análisis, usted no tiene cáncer, le ruego que acepte mis disculpas”. Y para sorpresa del doctor, él las aceptó dándole las gracias y un abrazo.


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