Un estudiante español muerto al caer de un tercer piso en un hotel de Cancún

La foto ilustra una vista aérea de Cancún, paraíso tropical, destino de miles de turistas para sus vacaciones todo incluido, lugar perfecto para una semana alejado de la rutina y dedicado exclusivamente al descanso, tumbado al sol. Pues parece ser que se ha puesto de moda, entre la gente más joven, caminar a cierta altura por las fachadas de los hoteles, pasando de una a otra habitación, generalmente con elevadas dosis de etanol en sangre. Ahora le ha tocado el turno a un joven español de veinte años, fallecido en el acto al precipitarse desde un tercer piso. Aunque en el momento de redactar esta entrada no esté aclarada la causa de la caída, las circunstancias del viaje en grupo y el alcohol libre, apuntan hacia la posibilidad anterior.

La violencia de género tiene un origen similar a la aberración de escalar una fachada en la oscuridad y borracho: La educación. No terminaremos con este tipo de lacras hasta que no se consiga educar a las generaciones venideras en la cultura del trabajo y el espíritu del sacrificio, tan alejados del todo vale que rige actualmente en nuestras aulas. No se puede consentir que los alumnos pasen de curso con la práctica totalidad de asignaturas suspendidas, que el profesorado asuma la doble carga de enseñar y educar, encima desprovisto de toda autoridad legal y moral, y en contra de unos progenitores que, a diferencia de lo sucedido hace años, se posicionan sistemática e inequívocamente a favor del muchacho, que suele ser un gamberro profesional.

Después vienen los lamentos del informe PISA, la devaluación de nuestros licenciados en Europa, la violencia machista y la gente que se cae de un tercer piso a medianoche en la Riviera Maya. Quien siembra vientos, recoge tempestades, o de estos polvos vienen tales lodos, que diría el refranero. Los responsables hace tiempo que dejaron el poder en las diferentes formaciones y viven tranquilamente en sus casas, pero la responsabilidad de cambiar el futuro es ahora nuestra.

P.S.: Me comenta Ana, en esta misma entrada, días después de su publicación, que no era el caso de este chico, buen estudiante y formado en el seno de una familia bien estructurada, donde era querido. Lo cierto es que no existen noticias objetivas como fallece el muchacho y que las circunstancias de su muerte evocaron este tipo de “hazañas” tristemente frecuente, y escribí sobre ellas, sin intención de personalizar en alguien que no conozco y además con una información poco o nada contrastada. Así pues, sirva este texto para corregir el error. Queda aclarado.