Revista Cultura y Ocio

Un éxtasis de santa Teresa, de Sebastiano Conca

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

El domingo 15 de de enero de 2017, a las 19.30 horas en la catedral de Castellammare di Stabia (Nápoles), será presentada al público con una solemne inauguración en presencia del Obispo Monseñor Francesco Alfano, un cuadro de Santa Teresa de Jesús, obra del pintor Sebastiano Conca (1680-1764). El rótulo Fecit Eques Conca  que lleva la obra supone la inconfundible firma del pintor de Gaeta: “el Gaetano” era su apodo en el círculo de artistas.
Asociaciones locales como un club de leones y Fidapa han colaborado para sufragar los gastos de la restauración. Este evento se enmarca en los actos organizados para celebrar a S. Catello, cuya fiesta es el 19 de enero.

La pintura, titulada “El éxtasis de santa Teresa”, está basada en un texto del Libro de la Vida. Lo reproducimos a continuación para que se aprecien los detalles del texto que aparecen en el cuadro de Sebastiano Conca:

Estando en estos mismos días, el de nuestra Señora de la Asunción, en un monasterio de la Orden del glorioso Santo Domingo, estaba considerando los muchos pecados que en tiempos pasados había en aquella casa confesado y cosas de mi ruin vida. Vínome un arrobamiento tan grande, que casi me sacó de mí. Sentéme, y aun paréceme que no pude ver alzar ni oír misa, que después quedé con escrúpulo de esto.

Un éxtasis de santa Teresa, de Sebastiano Conca
Parecióme, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al principio no veía quién me la vestía. Después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho y a mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa. Dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora: díjome que la daba mucho contento en servir al glorioso San José, que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi gusto, porque ellos nos guardarían, y que ya su Hijo nos había prometido andar con nosotras; que para señal que sería esto verdad me daba aquella joya.

Parecíame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso, asida una cruz a él de mucho valor. Este oro y piedras es tan diferente de lo de acá, que no tiene comparación; porque es su hermosura muy diferente de lo que podemos acá imaginar, que no alcanza el entendimiento a entender de qué era la ropa ni cómo imaginar el blanco que el Señor quiere que se represente, que parece todo lo de acá como un dibujo de tizne, a manera de decir.

Era grandísima la hermosura que vi en nuestra Señora, aunque por figuras no determiné ninguna particular, sino toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco con grandísimo resplandor, no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San José no vi tan claro, aunque bien vi que estaba allí, como las visiones que he dicho que no se ven.

Parecíame nuestra Señora muy niña. Estando así conmigo un poco, y yo con grandísima gloria y contento, más a mi parecer que nunca le había tenido y nunca quisiera quitarme de él, parecióme que los veía subir al cielo con mucha multitud de ángeles. Yo quedé con mucha soledad, aunque  tan consolada y elevada y recogida en oración y enternecida, que estuve algún espacio que menearme ni hablar no podía, sino casi fuera de mí. Quedé con un ímpetu grande de deshacerme por Dios y con tales efectos, y todo pasó de suerte que nunca pude dudar, aunque mucho lo procurase, no ser cosa de Dios. Dejóme consoladísima y con mucha paz.

Libro de la Vida, 33, 14-15


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