Revista Cultura y Ocio

Un idiota de viaje – Consideraciones viajeras y primera noche en L.A.

Publicado el 06 septiembre 2016 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

Un idiota de viaje…por César del Campo de Acuña

Consideraciones viajeras y primera noche en L.A.

Hace relativamente poco tuve la suerte de viajar. Pero de viajar lejos y durante varios días que es algo que personalmente traduzco, no solo como un éxito personal, sino como lo más alejado a una escapada de fin de semana para remojar el trasero en un balneario rodeado de sexagenarias que se me puede ocurrir en términos de trotamundos. Pero no, no se preocupen que esto no se va a convertir en un blog de viajes al uso. No tengo ni la intención, ni el dinero para convertirme en un Phileas Fogg 2.0 y tampoco la valentía para salir de mi círculo de confort viajero, el cual se reduce a una ridícula cantidad de países y el que la encabeza siempre ha sido Estados Unidos.

Si señores Estados Unidos. Me gustan los Estados Unidos y me gustan mucho. Asique si son de esos que hablan pestes de la nación de las barras y estrellas sin haberla pisado y son de los que les gusta hacer gala de la osadía de los ignorantes les dedico lo mismo que le dijo Barney Gumble a Lisa Simpson el día que saco un Gazpacho en una barbacoa: “Vuélvete a Rusia”.  Dicho esto, no se crean que soy de esos que van cegados a los sitios y no le encuentran ni un pero;  no me dejo llevar ni por pasiones, ni por anteojeras. No, cuando viajo, miro a los lados para no perderme ni lo bueno, ni lo malo, aunque eso signifique que el que termine perdido sea yo mismo junto a mis expectativas.

Asique, tras muchos años ahorrando (cinco en total), y muchos más sin vacaciones (ocho, que ya son muchos) pude amasar el suficiente parné como para pagarme un viaje en mayúsculas. ¿Y qué destino escogí/escogimos (ya que el viaje lo hice en compañía de unos amigos)? Pues la Costa Oeste de Estados Unidos. ¿Y porque La Costa Oeste? Fundamentalmente por el particular de que nunca había pastado por allí, asique no, aquí no hay fantasías de infante, ni un trastorno obsesivo compulsivo que me llevara a repetir California como le pasaba al chaval de El campeón del videojuego. Evidentemente tiene más atractivos turísticos que por ejemplo Nebraska, por lo que suele ser uno de los destinos más solicitados, populares y conocidos.

¿Y que ver en la Costa Oeste? Ciertamente hay mucho que ver, pero para un primer viaje creo que una ruta estupenda es la que nosotros realizamos que se resumen en: Los Angeles, Carmel by the Sea, San Francisco, Yosemite National Park, Mammoth Lakes, Death Valley National Park, Las Vegas, Grand Canyon, el tramo de la Ruta 66 que une Kingman con Flagstaff y Monument Valley. Algo más de 4000 kilómetros entre pitos y flautas, pero merece la pena. Evidentemente te dejas muchas cosas por ver y conocer, pero creo que una ruta tan ambiciosa y extensa (pasa por los estados de California, Nevada, Arizona y Utah), es idónea para tener consciencia de la inmensidad de los Estados Unidos y de lo mucho que puede cambiar, no solo el paisaje, sino la gente de un lugar a otro.

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Pues todo eso pero al revés y con más paradas.

Pero ustedes no están aquí para el rollo viajero tradicional. Ustedes están leyendo esto porque quieren conocer los entresijos, lo que se escapa al aburrido discurso formal de la crónica (ese que habla de colores, sabores y demás tonterías que parece que se han escapado de un anuncio monguer de compresas de finales de los 90), lo que me cabreo, lo que me entusiasmo y lo que me decepciono. Asique no se abrochen los cinturones, solamente claven las uñas en el salpicadero del coche y griten como una animadora que nos vamos.

Consideraciones viajeras: EEUU

Lo primero que deben saber es que para viajar a los Estados Unidos de América les hace falta el ESTA ¿y que es el ESTA? Pues él ESTA (me ahorrare hacerles pasar vergüenza ajena no haciendo el chiste del ESTA no es el AQUELLA…que asco doy) es la Autorización de Viaje a Estados Unidos o como a mí me gusta llamarlo el sacacuartos. Que divertida era la anécdota aquella del papelajo que te daban en el avión con preguntas rocambolescas estilo: ¿Es usted un criminal de guerra de la Segunda Guerra Mundial? Pues sí, era divertido. Ahora menos, porque tienes que pagar por ello y son 14$, pero vigilen bien dónde y como lo hacen. Me explico, ms amigos, tras una recomendación de la agencia de viajes lo hicieron por una web; Bien, la web era más falsa que un euro con la cara de Popeye ¿y que paso? que les clavaron a cada uno 70$. Evidentemente luego tuvieron que hacer el bueno, el que cuesta 14, asique las primeras gracias de la odisea fueron de pasmo, porque 84$ ya es un dinero considerable. Pero, pero, pero…. ¿y si les digo que casi me quedo en tierra?

Estando en el aeropuerto de Madrid, me dicen que mi ESTA no es válido, que no reconoce el número de pasaporte ¿pero qué COJONES me dice usted? Resulta que cuando yo hice el ESTA en casa, desde la web oficial, introduje el número de pasaporte con sus letras y todo y me lo hecho para atrás. De hecho recuerdo a la perfección como me dijo que las letras estaban de más. Asique lo hice sin las letras, pero en el aeropuerto me dijeron que las letras, que tenía que salir, que sino no me montaba en el avión. Muy bien… (cara de profundo asco) pues de prisa y de bulla al mostrador de la compañía aérea a hacer un nuevo ESTA a toda leche. 14$ más tarde ya tenía todos mis papeles en regla y podía subir al avión de United Airlines. Evidentemente estaba tremendamente cabreado por dentro (28$ son 29$), pero tampoco quería montar un número de circo por aquello de no quedarme en tierra.

Si...ya...claro...seguro...

Si…ya…claro…seguro…

La bienvenida al avión me la dio una azafata estirada con cara de Vanderbilt venida a menos que con sus gestos, fría voz y ademan altivo hacía sentir al pasajero de clase turista como poco más que un apestado (que oigan, luego no se portó mal, pero la cara de asco la tenía cincelada en el rostro). Afortunadamente, una vez en turista, otra azafata que tenía esa actitud rumbosa de la madre del Tio Phil en El Principe de Bel-Air, se portó de manera más amable y cercana. Oigan, a mí no me gusta volar y si me tratan como si fuera un bulto a las primeras de cambio me cabreo. Dada mi poca experiencia viajera, una vez me acomode en mi incomodo asiento (que si mides 1 metro y 60 centímetros es cojonudo, pero si mides casi 2 metros es la peste negra), me di cuenta que en reposacabezas de delante había una pantalla y entonces me dije a mi mismo: “coño, Pimp-my-Ride, sique ha servido para algo”. En esa pantalla tienes todo el entretenimiento necesario para no tocarle los pelendengues al personal de vuelo durante la duración del mismo: Películas, series, documentales, música y juegos de mierda. Eso sí, si no saben inglés, prepárense a ver todo con doblaje iberoamericano.

El viaje a Washington en general fue tranquilo e incómodo a partes iguales. Que si rellene este papel (¿Ha estado usted en contacto con cualquier tipo de ganado en los últimos meses?), que si cómase esta bazofia (de opciones pollo o tortellini rellenos de espinaca), que si quiere algo más de beber (tibio a Coca-Cola me puse…me hice un Melendi carbonatado), que si aquí tiene este poco saludable bollo relleno de jamón y queso, que si patatin, que si patatan… hasta que aterrizas no te dejan que te aburras. Una vez te bajas del autobús con alas empieza la juerga: Pasar la aduana/frontera. Eso es un sindiós de impresión y oigan no me parece mal. La seguridad ante todo. Curiosamente, me percate que, a  los amigos que les gusta llevar a sus mujeres vestidas de fantasma/momia les estaban mirando el paladar con lupa y linterna (en plan la frontera de Tirana en el Sulfato Atomico). También a los viajeros llegados de países del áfrica subsahariana les miraban de arriba abajo. ¿Racismo? Pues no, no creo, simplemente seguridad y control exhaustivo de quien porras entra en su país. Eso sí, todo este despliegue de seguridad hacia que las colas fueran tremendamente lentas y teniendo en cuenta que había viajeros que tenían una hora para hacer el trasbordo propició situaciones curiosas. Por ejemplo, me estas escuchando hablar en castellano alto y claro, ¿tienes prisa?, ¿necesitas pasar delante de nosotros? pues no me preguntes en catalán estando en Washington porque igual no te hago caso o no me entero de que cojones dices. Lo cierto es que no me entere de que porras nos decía la señora que se dirigió a nosotros en catalana y hasta que no nos explicó en castellano la problemática de unos chavales que no llegaban a coger su vuelo no la entendimos. Les dejamos pasar evidentemente, pero hay que ser muy cateto, muy tonto o muy nacionalista para dirigirte en catalán a un grupo al que estas escuchando hablar en castellano (y créanme que mi tono se escucha y a lo lejos). Total, hasta nuestro vuelo a Los Angeles nos quedaban tres horas en el aeropuerto.

Imagínense el doble de gente y verán lo que yo pude ver.

Imagínense el doble de gente y verán lo que yo pude ver.

Una vez estuve delante del agente de aduanas que tomaría mis datos para entrar en el país (fui el último en entrar ya que justo delante de mi les estuvieron mirando hasta las invitaciones de la primera comunión a una madre con su chiquillo, vestido de boda, provenientes de algún país subsahariano) la cosa fue como la seda. Hasta nos pusimos a hablar de baloncesto. Curiosamente, ninguno de los dos nos dimos cuenta, pero el papel que supuestamente le tenía que entregar (el que rellene en el avión) me lo termine quedando yo. ¿Fallo de seguridad? Puede ser…el caso es que pase y de ahí fuimos al tedio de quítense los zapatos, tiren las botellas de agua y pongan todos sus efectos personales en esta aséptica caja de plástico que les vamos a escanear el hígado y hacer que su futuro cáncer se adelante 5 años (eso sí, todo acompañado de una cola y de una agente de seguridad bastante musical). Bien por la seguridad, mal por la falta de higiene. Y no, no lo digo por las bandejas de plástico, lo digo por esa gente que tiene las uñas de los pies dispuestas a romper el record de longitud del Guiness. A mi amiga le hicieron abrir su bolsa de equipaje de mano a parte. ¿Motivos? Algo tenía que ver un tupperware y su contenido. Sospechoso, sospechoso.

Luego a deambular por el aeropuerto de Washington, en el que te encuentras con familias que llevan a sus chiquillos en pijama para volar o a un tipo conduciendo un carricoche para personas impedidas (o vagas) que cada vez que se cruzaba con alguien hacía sonar una bocina de dibujos animados. Por otro lado, alucinas con las tiendas; vimos una que tenía un cascanueces con la forma de Hillary Clinton (me creo que pueda cascar nueces con el culo en la vida real) y eso te da a entender que en EEUU se comercializa todo y no importa si se cisca en el buen gusto. Me imagino que alguien sacara algo así en España con la efigie de una de las políticas del cambio al día siguiente todas las Ronald McDonald (que es como yo llamo a las Feminazis) de la nación estarían vociferando por las calle algo sobre sus despiadados úteros. Tras pasar por Starbucks (sitio que aborrezco y que se convirtió en una constante del viaje) y comprobar que la tarjeta de puntos de España no cruza el charco, nos fuimos a nuestra atestada puerta de embarque.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

No me puedo olvidar que, tanto en el vuelo de llegada a los Estados Unidos como en el que nos llevó a la ciudad de Los Angeles compartimos oxigeno con unas chicas que eran (y digo yo que serán) amigas de un primo de mi amiga. El mundo es un pañuelo como quedara demostrado en futuras entregas de Un idiota de viaje.

Una vez embarcamos nos dimos cuenta que el avión era mucho peor que el que nos había llevado de Madrid a Washington. A parte de tener los asientos separados (algo que ya sabíamos), el mío estaba pegado a la estructura del cuarto de baño, lo que imposibilitaba que pudiera inclinar en algún modo u forma el mismo. Por otro lado, en este aparato ni pantallita táctil ni nada (y mis rodillas aseguran que había menos distancia entre fila de asientos y fila de asientos). Mi compañero de reposabrazos fue un joven estadounidense (al menos más joven que yo) que se pasó el tramo que no me quede grogui jugando a un NBA Live (no recuerdo el año del juego, pero me suena que era el NBA live 2011) con su móvil. Tendría que haberme llevado la Game Boy. Antes de quedarme KO por el aburrimiento nos sirvieron una bolsita con los aperitivos más salados jamás creados por el hombre. Un vaso de agua ayudo a tragarlos. Poco después, tras ojear todo el material de lectura que tenía a mi disposición (e intentar volver a empezar El restaurante del fin del mundo de Douglas Adams con escasos resultados) y flipar mucho con la flexibilidad de la vegana Talia Sutra, me quede roquenstein hasta que el inminente aterrizaje en el aeropuerto internacional de Los Angeles (LAX…que no tiene nada que ver con Hernandez y Homicide) se empezó a convertir en una ruidosa realidad en el interior del aparato.

Bienvenidos a LAX.

Bienvenidos a LAX.

El aterrizaje fue suave. Sin problema alguno. No nos pudo la presión social y una vez se hubo despejado un tanto el pasillo salimos del avión con la mente en las maletas. ¿Habrían llegado? ¿Me pasaría 15 días con los mismos calzoncillos? Todas esas dudas y muchas otras se atropellaban en mi cabeza mientras recorría los pasillos del aeropuerto (en obras, por cierto), que me dejarían junto a la cinta de recogida de equipajes. Aunque tardaron en salir, las maletas llegaron para bien. En ese rato que tuve para ojear a los angelinos, me di cuenta de que lo de las chanclas con calcetines es algo universal y no patrimonio de turistas alemanes y/o británicos. Por otro lado me topé con un tipo de origen asiático que igual si le ponían un tatuaje más explotaba. Sí, soy de provincias y hay veces que me quedo mirando a la gente con el Paco Martinez Soria Stare, pero la realidad es que el muchacho con la colección de tinta que llevaba llamaba la atención.

Tras recoger las maletas, despedirnos de las amigas del primo de mi amiga (si dices esto tres veces delante de un espejo a media noche algo pasa), nos subimos en un autobús que nos dejó en la terminal de Alamo, la compañía con la que teníamos contratado el coche de alquiler. Una vez allí nos atendió un señor de origen iberoamericano que se dedicó a meternos el miedo en el cuerpo para sacarnos el dinero. Que si el coche que teníamos alquilado era muy pequeño para los maletones que llevábamos, que si en Estados Unidos te pillan con una maleta de esas dimensiones en el asiento de atrás te multan, que si necesitan un seguro adicional por la cantidad indecente de kilómetros que íbamos hacer…bla, bla, bla. El caso es que como no quieres tener problemas, le acabas haciendo caso y finalmente optamos por un coche más grande (un Hyundai Elantra) y por un seguro de algo. Pero las otras cosas que nos quería vender no las compramos. Afortunadamente ya teníamos el GPS reservado con ellos y ya solo nos faltaba ir hacia el garaje y retirar el coche. En el camino hacia allí, el empleado que nos indicó donde retirar nuestro coche se fijó en la camiseta de mi amigo y nos dijo: Yo conozco ese símbolo de algún sitio. ¿Cómo no lo vas a conocer? Es el símbolo del Super Smash Bros. Gamers Unite y para el coche.

Gamers Unite!

Gamers Unite!

Tras acomodar las maletas en el coche, conectar el GPS, salimos echando lechugas del aeropuerto rumbo al hotel Ramada Los Angeles/Wilshire Center un hotel en el corazón de Koreatown. El viaje, de unos 30 minutos me permitió darme cuenta de varias cosas. Lo primero es que Los Angeles no es una ciudad de grandes edificios y eso que pasamos cerca del colosal Staples Center. Lo Segundo es una ciudad increíblemente sucia con gran cantidad de basura agolpada cerca de la calzada. Lo tercero, sin conducir, notaba que el asfalto de la carretera estaba en un estado deplorable y que los trozos de neumáticos que decoraban la carretera no estaban allí por casualidad. También,  en un cruce sin apenas luces, casi se nos echa encima un sintecho; Sería el primero de los muchos que veríamos a lo largo de nuestro viaje. En lo personal me llamo la atención un edificio, cerca del Staples, con la imagen creada por Piotr Młodożeniec en su fachada (ya saben la que forma con los diferentes símbolos religiosos la palabra Coexist) en la que se podía ver una suerte de sonrisa en el símbolo del Yin Yang.

Del hotel, particularmente, no me llamo nada la atención salvo el horroroso calor que hacía dentro de la habitación (por cierto, bastante espaciosa y con un cuarto de baño amplio aunque algo descuidado). Teníamos nevera, cafetera (algo poco útil para mi persona dado a que no bebo café), Wifi gratis y dos camas queen size. ¿Para qué más? Salimos a dar una vuelta y comprobé que, alejado de los focos turísticos, los husos horarios se respetan. No había mucha gente en la calle pero si varios sitios abiertos. Entramos en un grimoso 7-Eleven para comprar algo para desayunar (si están interesados compre bollería industrial de Hostess (concretamente unos Donettes y unos Zingers con covertura de vainilla), un Nesquick de bote y un zumo de la marca Simply) y luego buscamos algún sitio donde cenar. Tampoco tenía mucha hambre y finalmente optamos por un conocido Pizza Hut ya que un japonés en el que entramos estaba cerrando justo en ese momento. Cuando entramos en el Pizza Hut, otro sitio con Wifi gratis pedimos la mediana de pepperoni y para beber me hice con un Sunkist de naranja por aquello de probar cosas buenas (y al final es una Fanta de Naranja con más gas que otra cosa). Mientras esperábamos se nos acoplo dentro un chaval para gorronear Wifi (o al menos esa fue la impresión que me dio). Tras recibir nuestro pedido nos fuimos al hotel donde cenamos con la banda sonora de Telemundo de fondo. Sinceramente no tendría que haber cenado esa noche y Los Angeles, en aquel momento, no me podía haber causado peor impresión. ¿Dónde estaba la ciudad de las películas? Desde luego en Koreatown no.

Melting pot? lo siento, pero como dijeron los War: The World Is a Ghetto.

Melting pot? lo siento, pero como dijeron los War: The World Is a Ghetto.

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