Revista Belleza

Un jueves, un relato (XIV): "Diario de besos.

Por Gadirroja

Un jueves, un relato (XIV): En esta ocasión el reclamo viene de mano de Mağque nos propone hablar del beso en cualquiera de sus concepciones.Una vez más he dejado volar mi imaginación y te enseño lo que ha salido. 

¡Vamos al lío!

Diario de besos.

Los primeros besos seguro, me los dio mi madre. Yo no los recuerdo, pero puedo imaginar que serían algunos suaves, como aleteos de mariposas en mis mejillas de recién nacido, con miedo a despertar el sueño ligero de los bebés. Y otros, besos de los que aspiran el olor a vida que emanan de los bebés: yo mismo he dado esos besos, años después, a mis hijos y a mis nietos.

De pequeño, muy pequeño, recuerdo los temibles besos de mi tía Luisa: esa señora toda brazos, pechos, caderas que mientras me besaba con pasión fraternal, me estrujaba y decía “¡pero qué grande estás, Alvaritoooo!”. Yo sé que ella lo hacía con todo su amor, pero a mí casi que me daba miedo verla llegar, temiendo ese momento.

Otros besos de la infancia eran los de la abuela Maura: esos que me daba mientras me curaba las rodillas, echadas abajo una y otra vez de mis trastadas por el parque. Esos besos, a ella le sabrían a mis lágrimas y a mí me sabían a alivio y a amor incondicional. Mientras mi abuelo me reñía por ser tan trasto, ella aguantaba mis hipidos, bote de agua oxigenada en una mano, algodón en la otra y la boca cargada de palabras de consuelo.

Vuelan los años y recuerdo dar besos al espejo, y a alguna actriz en el papé cuché de las revistas de mi casa. ¿Cómo será besar a una chica? ¡Me parecía una ingeniería cuando espiaba a mi hermana Laura! Esos besos de tornillo, interminables, todo labios, lengua, dientes y saliva. Besos calientes que no tardé en probar por mí mismo de los labios de amores de juventud.

Y besos en la frente sudorosa y en los nudillos tensos de la mujer que me hizo padre mientras ella gritaba de dolor en el parto. ¡Ay, Carmen! Mira que he dado besos, pero los que nos dimos…esos no se me olvidan. Y besos a ese bebé que antes te decía.

Pasa la vida y me acuerdo, incluso, de los besos que daba a Toby, el perrito que mi hija Julia trajo una tarde lluviosa de Marzo. ¡Quién me diría a mí que querrían tanto a un animal como para darle esas muestras de cariño tan humanas! Y pronto, los besos de Julia se volvieron esquivos (“¡que me dejes, papá!”) y casi antes de que me diera tiempo a echarlos de menos, llegaron de nuevo de la boca infantil de mi nieto León.

¡Ay, Carmen! Cómo te eché de menos. Los besos del funeral me dieron ganas de mandarlos a todos a la mierda. “¿¡Cómo que lo sentís?!, ¿¡Cómo qué “pésame”!”… A mí sí que me han pesado todos los besos tuyos que me han estado faltando estos años, Carmen. Los he llevado en el recuerdo, eso siempre.

¿Y tú? Si estás leyendo este diario, es porque se acabó para mí el tiempo de besos. Confío en los besos de mi propio entierro sean una despedida que me enseñen el camino para marcharme con la compañía de un beso en la frente de alguien que me haya querido.

Un jueves, un relato (XIV):

Os dejo por aquí la entrada donde se explican las bases (pido perdón de antemano por superar un pelín la extensión) para que podáis conocer las aportaciones de otras personas participantes.

Gracias por seguir en este viaje. 

 ¡A vivir!


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