Revista Belleza

UN JUEVES, UN RELATO (XXIV): "Sueños lúcidos"

Por Gadirroja

JUEVES, RELATO (XXIV): La convocatoria de esta semana viene de la mano de El demiurgo de Hurlingham.Él nos daba 13 tramas muy concretas, para que eligiéramos una y la desarrollásemos en el relato. Siempre me pasa igual, no sé decidirme...me tienta dejar mi imaginación volar con todas...así que cogí la última. 

Dice así: "Al despertar, un personaje tiene la visión de una cortina roja y amarilla. Una visión que no se disipa. ¿Qué hay detrás de la cortina?"

Y ahora te cuento qué salió.


Sueños lúcidos.

Tenía la costumbre de anotar sus sueños en un cuaderno de tapas doradas. Lo llevaba haciendo tiempo con la esperanza de tener sueños lúcidos, desde que leyó un artículo de esos que salen en las noticias del móvil. “Cómo manipular tus sueños a tu antojo”, se llamaba. Y aunque sospechaba que sería otra tontería, le dio una oportunidad a los consejos.

Cuidó su higiene del sueño, cenando poco, acostándose no muy tarde con ropa holgada y con su cuaderno en la mesita de noche. A lo largo de una semana, ni siquiera había conseguido recordar lo que soñaba, a la mañana siguiente.

Estuvo a punto de claudicar, pero si algo era…era persistente. A los diez días consiguió un pequeño avance: nada de sueños lúcidos, pero al menos recordó algo. Tenía la visión como de un túnel a toda velocidad y al final del mismo, había unas cortinas rojas y amarillas. ¿Por qué diablos soñaría cosas tan raras? ¡Para una vez que recuerda algo, no tiene ni pies ni cabeza!

Ese día se levantó de mal humor: tenía que dejar ya de creer en supercherías. Ya le había pasado hacía unos meses tras ver un vídeo sobre la ley de la atracción. Estuvo siguiendo las pautas de la Youtuber y lo único que atrajo fue un constipado por salir a la terraza a pedir deseos a la luna llena.

Iba pensando también en aquella vez que, por escribir sus deseos en un papel y quemarlo con alcohol de romero, casi prende fuego a la cocina. “Si es que no tengo remedio…”- se decía.

Y de repente…”¡Pum!”…sintió un topetazo que le hizo perder no solo el hilo de pensamientos, sino también el sentido: iba tan distraído que no vio la motocicleta abalanzarse sobre él, que cruzaba en rojo el semáforo.

Lo siguiente que pudo percibir fue un largo pasillo: le llevaban dos celadores a toda pastilla sobre una camilla, hacia una puerta. Curiosamente, estaba cubierta por unas cortinas rojas y amarillas, que no tenían ningún sentido en un lugar como aquel.

“Pues el sueño no sé – se dijo – pero la realidad está siendo demasiado lúcida para mi gusto”.

JUEVES, RELATO (XXIV):

Puedes leer otras participaciones aquí. ¡Espero que te gusten!

Gracias por seguir en este viaje. 

 ¡A vivir!


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