Revista Arte

Un milagro en mi vientre

Por Loracueto

Anónimo.

UN MILAGRO EN MI VIENTRE

Foto: www.pixabay.com

Hace poco leí una frase que decía: “Cuando crees conocer el amor, algo pequeño dentro de ti te recuerda cuán grande es”, eso es precisamente lo que estoy experimentado al tener vida en mi vientre.

Para ser honesta, a diferencia de otras mujeres, mi deseo primordial no era ser madre y esto no quiere decir que no quería serlo. Simplemente tenía otros intereses, pero ahora que estoy embarazada, siento que mi ser quiere explotar ante tantas emociones juntas. Siento alegría, ansiedad, ternura, miedo, amor infinito y fortuna por llevar vida en mi vientre. El día que comprobé que estaba embarazada, no sabía qué hacer. Uno siempre idealiza ese momento como un sueño donde vas a estar totalmente organizado, casado, con una economía estable, por lo menos con una casa propia y un buen sueldo para darle a tu bebé todo, y aunque suene a cliché, sueñas con darle lo que no tuviste. Mi situación no era exactamente como la había planeado, así que mi primera reacción al ver las dos rayas intensamente marcadas en la prueba de embarazo fue llorar y decir: “¿Qué va a pasar ahora?” Luego tomé el celular y llamé a mi esposo, quien no se encontraba a mi lado por temas laborales. De no ser por lo impactada que estaba, hubiese planeado darle la noticia de alguna manera creativa, con globos, pastel y un video emocionante para compartir, pero no fue así. Creo que la noticia fue una sorpresa mayor para mi esposo, tanto así que su respuesta no tuvo nada de coherencia: “¿De quién es?”-preguntó-. Él también tuvo ganas de correr y no porque no estábamos felices de ser padres, sino que estábamos aterrorizados porque simplemente lo deseábamos como un momento mágico, tipo película.La realidad es que, ya asimilada la noticia, la magia se apoderó de nuestras vidas. Imaginar qué sexo tendría, cuántos serían, cómo sería, qué nombre le pondríamos, eran algunos de nuestros temas al dormir, hasta comparábamos todos los días mi barriga para ver si había crecido un poco. Inicié mi embarazo con vómitos, hasta el agua era intolerable para mi estómago, dolores de cabeza severos, y el súper poder del olfato, en el que cualquier olor indefenso puede causarte las más terribles maluqueras. Lo más frustrante es indagar con otras madres y que te digan: “A mí no me dio nada, sólo hambre y sueño” y tú gritar en tu interior desesperadamente: ¿Por qué a mí?... Mi madre me decía: “Esos son los primeros meses, ya pasará, créeme”. Todos los días miraba el calendario para cumplir tres meses y comprobar la teoría de mamá.

UN MILAGRO EN MI VIENTRE

Foto: www.pixabay.com

Pues resulta que las palabras de mamá fueron sabias y a los tres meses mi cuerpo pedía toda la comida que no le di en ese tiempo, me quería devorar el mundo. Pero junto con eso vinieron las numerosas citas médicas: con nutrición, con ginecología, odontología, controles prenatales, vacunas (las jeringas son tus amigas con tantos exámenes médicos), los consejos y advertencias habidas y por haber de tu círculo social y familiar, pero eso te hace feliz y te da tranquilidad de saber que todo está bien y tu bebé crece sin algún riesgo, además de sentirte en un pedestal, ya que todo el mundo quiere cuidar de ti, hasta los extraños por la calle te miran con ternura y te dan el paso como cual reina de Inglaterra.Aún no nace mi bebé, dentro de poco cumpliré 6 meses, un dato un poco complicado de llevar, pues todo es por semana, en total debes cumplir 40 semanas, pero eso depende del organismo de cada quien. La cuestión es que cada vez que cumplo semanas corro a mirar una aplicación que tengo en mi celular para leer sobre el desarrollo de mi bebé, pasó horas leyendo en Internet cosas sobre el embarazo, me informo sobre técnicas de estimulación, le pongo música clásica, le canto canciones infantiles que me he tomado la tarea de aprender, le leo cuentos, juego con ella durante mi baño y le digo constantemente que es mi princesa y mamá la espera para darle mucho amor… sí, se me olvidó contar la parte en que me enteré que era una niña, una sorpresa para muchos pues según por la forma de la barriga, por las caderas, los síntomas que tenía y hasta una ecuación matemática Maya, muchos pensaron que era niño. Al enterarme que era una niña fui muy feliz, pero yo sólo le pido a Dios que esté todo bien. Mi esposo por su parte piensa más en conseguir un cinturón de castidad que en pañales y teteros. La verdad es que ahora que estamos viviendo esta etapa de ser padres es como si tu camino de vida se alumbrara por una luz intensa, más iluminada que cualquier cielo estrellado, como si todo lo que pensabas que era amor es nada comparado con ese ser pequeñito que crece en tu vientre. Sentir que se mueve dentro de ti es melodía para tu cuerpo, todo gira alrededor de ella, tu vida tiene sentido por ella, no hay día malo aun cuando ves que te has convertido en una ballena y ves tantos cambios en ti, todo lo ves hermoso y asombroso y te vuelves demasiado cuidadosa para que nada de lo que hagas le afecte, pues ese ser te hace creer aún más en la grandeza de Dios al permitirte tener un milagro en tu vientre. Tú no estás dando vida a ese ser, ese ser te la da a ti.


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