Revista Cine

Un millón de gotas, de Víctor del Árbol

Publicado el 09 octubre 2014 por Meg @CazaEstrellas

"...Todo se pone en marcha con un simple gesto. La primera gota que cae es la que empieza a quebrar la piedra, ¿no es cierto? (...) Todo empieza en alguna parte, en un momento ínfimo."Un millón de gotas, de Víctor del Árbol.La primera vez que supe de la existencia de Víctor del Árbol fue en una reseña de Mientras Leo. Hablaba de "Respirar por la herida", una historia dura cuya portada me espantó e hizo que descartara la lectura. Con el tiempo fui siguiéndole la pista, y me di cuenta del error que estaba cometiendo. Me gustaba cómo se expresaba, me gustaba escuchar y leer sus entrevistas. LLegó "Un millón de gotas", y supe que tenía que leerlo. Gonzalo es un abogado desprovisto de ambición alguna, conformista, que ejerce su profesión bajo la alargada sombra del prestigio de su suegro. Su vida cambiará drásticamente al tener conocimiento de la muerte de su hermana Laura, sospechosa de haber torturado y asesinado al mafioso ruso que tiempo atrás secuestró y mató a su hijo pequeño. Por otro lado, retrocedemos a los años 30 y conocemos a Elías Gil, un joven asturiano que viaja a la URSS comprometido con los ideales de la revolución, dispuesto no solo a construir puentes y canales, sino a aprender y ser testigo del momento histórico ante el que se encuentra. Inesperadamente, será detenido y confinado en la isla de Názino (la famosa y espeluznante tragedia sobre la que desconocía muchos detalles). Su vida también cambiará drásticamente.Partimos de dos historias, dos hilos temporales distintos plasmados de forma paralela, mostrando al lector poco a poco la relación entre uno y otro. Normalmente, en este tipo de historias, siempre hay una con más peso, más elaborada, en detrimento de la otra que acaba resintiéndose. Aquí no sucede: Víctor del Árbol logra un equilibrio perfecto en esta estructura narrativa, no hay ni una sola fisura, ni un solo cabo suelto, ni un solo personaje plano, y ya que estamos, qué personajes... qué forma de desnudarlos ante el lector, de mostrarnos el alma de cada uno de ellos. Personas con ideales, creíbles, con las que fácilmente te puedes identificar, personas a las que vivir una experiencia concreta les marca de por vida.
Estar en un determinado momento histórico, en un determinado lugar, un desgraciado desencuentro en tren y un abrigo que simboliza mucho más de lo que aparenta, son elementos que  determinan la vida de varias personas, y no solo de ellas, sino de sus familias generación tras generación. Estamos ante una historia dura, muy dura, y no solo por el contexto histórico real en la que se desarrolla, sino porque,  página a página, gota a gota, el autor quiebra el corazón lector. Te golpea, te obliga a parar, tomar aire, reflexionar ante las miserias de la naturaleza humana, ante esa oscuridad que seguramente todos tenemos y que,  en algunos casos, acaba saliendo a flote.
Seguramente no sea justo destacar a un personaje sobre el resto, dada la maestría con la que están perfilados en general, pero creo necesario destacar al que más me ha impactado: Elías Gil. Su evolución a lo largo de la novela me ha fascinado. Un joven con aspiraciones, ideas y metas en la vida, capaz de tener esperanza en los momentos más crudos ("Incluso en los peores lugares puede encontrarse el alivio d las cosas hermosas.") y que cae en su propio infierno: 
"Comprendía que la inmensidad de lo que le había ocurrido a él le había sucedido antes a otros miles, no aquí, en la Unión Soviética, sino en cualquier rincón del mundo donde hubiese seres humanos. Y después les pasaría a otros miles, a millones quizá. Morirían sin razón , o por razones absurdas, la gente se aferraría a las banderas, a los himnos, a las trincheras. Matarían , morderían, destrozarían cuanto se interpusiera  entre ellos y la vida, y eso no era bueno ni malo."
De lo mejor que he leído en este año. A este señor hay que leerlo. Yo seguiré en ello.


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