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Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Publicado el 05 mayo 2010 por Pablowski

Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza.

Un mundo feliz, de Aldous HuxleyUn mundo feliz es la novela más importante de Aldous Huxley y una de las piedras angulares de la literatura de ciencia ficción, que ha tenido influencias tanto en la literatura como en la música y el cine posteriores.

En la novela, Huxley nos presenta un mundo distópico cuyos pilares fundamentales son la eugenesia, la sociedad estamental y el condicionamiento por hipnosis, reduciendo así el grado de libertad de los individuos a mínimos que incluso en la actualidad parecen alarmantes. Sin embargo, esta hermética y rígida sociedad posee una ventaja: gracias al condicionamiento y a la facilidad de conseguir estímulos positivos (sexo, drogas, juegos…) no hay en ella ni un solo individuo que se considere infeliz… hasta la llegada de John “el salvaje”, un individuo ajeno a esta forma de vida que es llevado a ella para comprobar cómo reacciona, y que desencadenará todo tipo de altercados al chocar de bruces contra ese supuesto mundo feliz.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Aldous Huxley

Bajo esta premisa el autor nos presenta una reflexión cargada de ironía acerca de la libertad, la felicidad y la naturaleza del hombre que nos hace preguntarnos hasta qué punto somos capaces de dinamitar nuestra cultura, libertad y costumbres con tal de hallar una supuesta felicidad y una estabilidad total. Estas dos posturas (cultura y libertad vs felicidad y estabilidad) están representadas por los distintos personajes que se pasean por la obra. El máximo representante del amor a la cultura y a la libertad es John “el salvaje”, que todavía tiene creencias religiosas y lee con fervor a Shakespeare; y por contra, bajo el abrigo de la (supuesta) felicidad y el férreo orden, encontramos a personajes como Lenina, amante de las diversiones vacías y el sexo sin amor que lo más parecido a una religión que conoce son los ritos grupales a Ford (en el mundo que presenta la novela la palabra Dios ha sido sustuituida por Ford y la cruz cristiana por una “T”, ambos referidos a la marca de coches Ford y a su modelo T como metáfora del cambio de paradigma de Dios a la tecnología de consumo).

Lo que remueve la conciencia en esta obra es que la distopía que presenta no se ve tan distante a nuestra sociedad como cabría esperar e incluso cabe plantearse si, una vez lograda la tecnología necesaria, el hombre voluntariamente llevaría a cabo un proyecto similar. ¿Qué es lo que prima en nosotros? ¿Hacen falta casos extremos (como el que plantea la novela) para decantarse a un lado u otro? Tal vez lo que Huxley escribió hace más de setenta años como una forma de criticar el sistema se haya ido convirtiendo de forma lamentable en lo que más de uno desearía para su futuro, y si no me creen, hagan un sencillo ejercicio: miren las noticias.


Un mundo feliz, de Aldous Huxley

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