Revista Cultura y Ocio

Un mundo futuro: a propósito de “El Guayaquil imaginado” | Iván Rodrigo Mendizábal

Publicado el 18 octubre 2016 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo Mendizábal

Un breve comentario a cómo ciertos escritores ecuatorianos imaginaron Guayaquil del futuro. De hecho, un reciente artículo de la periodista Diana León, “Guayaquil sueña junto con Hispanoamérica”, del pasado 9 de octubre de 2016, nos pone nuevamente en el marco de cómo ciertos autores imaginaron y siguen imaginando Guayaquil en el futuro. Este articulo también lo reproducimos en Ciencia Ficción en Ecuador. En él se hace mención a mi trabajo de investigación y de curaduría de contenidos respecto a la ciencia ficción en Ecuador, del mismo modo que se menciona, en la fotografía respectiva, como redescubridor de la novela “La receta: relación fantástica” de Francisco Campos Coello.

Portada diseñada por Gabriel Fandiño para la edición de La Revista del diario El Universo.

Portada diseñada por Gabriel Fandiño para la edición de La Revista del diario El Universo.

El artículo en mención, en la edición impresa, trae la portada diseñada por Gabriel Fandiño, a quien le dediqué atención anteriormente por su novela, “1842, Gye, ciudad muerta” –excepcional, por cierto– con el artículo: “Una de zombis: ‘1842, Gye ciudad muerta’” en Amazing Stories y reproducida en Ciencia ficción en Ecuador.

Tal portada nos pone, gráficamente, ante un Guayaquil futurista. Quisiera detenerme en este asunto: en cómo Fandiño representa Guayaquil mediante la imagen gráfica. Quizá una lectura semiótica es la que me permitirá acercarme más a comprender más el imaginario presente en dicha imagen.

  1. Primero constatemos que se trata de una imagen de portada para La Revista, suplemento de divulgación de variedades del diario El Universo. En este contexto, se debe afirmar que es una imagen solicitada cuya motivación es –la del periódico en cuestión–, homenajear a Guayaquil en su aniversario. Como tal, el espacio de la imagen tiene la representación visual de Guayaquil y se llena con dos tipos de textos lingüísticos: a) el que ancla la imagen con su propósito, donde se lee: “Ficciones futuristas hace un siglo. El Guayaquil imaginado”; b) el que nos remite a otra información de la revista, mas no del contenido de la imagen, consistente en titulares –si se quiere– de otros artículos. En la parte baja hay información relativa de la revista, igualmente texto lingüístico, además de lo que se puede considerar como su logotipo.
  2. Los colores predominantes de la portada van desde el sepia verdoso –en la imagen–, y el celeste y el blanco en los textos y las franjas de los dos zepelines que sobrevuelan el rio Guayas. Lo inmediato de estos signos es que ideamos desde el pasado hasta el presente –como si fuera una línea de continuidad inmediata– a Guayaquil y su bandera símbolo. A nivel denotativo, por lo tanto, se puede identificar lo que caracteriza a la ciudad: el río y su bandera; pero además se puede ver, en función del tiempo, cómo el pasado –barco a vela blanca– presente –edificios o Guayaquil completamente urbanizado y moderno– y futuro –artefactos voladores y edificios futuristas– coexisten. Se trataría de una ciudad, si leemos bien el contenido de la imagen, que desde el pasado ya fue proyectándose el futuro; es decir, que si hay una historia de Guayaquil del futuro, es porque tal ciudad ya fue construida desde los sueños y las aspiraciones de sus líderes y de sus literatos. Entonces, habría un primer nivel de connotación.
  3. La coexistencia de tiempos en un espacio simbólico nos remite a un subgénero de la ciencia ficción que es el steampunk. Este se caracteriza por la mezcla, por la retoma de elementos antiguos dentro de la estética contemporánea. Es como si el futuro ya se hubiese vivido en tiempos anteriores, del mismo modo que es como si en el futuro, el pasado –no nostálgico– fuera el horizonte. De esta manera, la coexistencia de elementos pone en evidencia lo que muchos dicen es lo anacrónico con el futurismo, es decir, tecnologías viejas como si fueran futuras, o tecnologías nuevas como si fueran del pasado. Esto me lleva a decir que la fuerza de la imagen de Fandiño es notable, pues combina y pone en diálogo dos mundos –o tres: pasado, presente y futuro– como parte de una tradición. La portada nos “hace ver”, como en una pantalla, como en un cuadro vivo, la antigüedad del futuro. Los colores como signos, contribuyen a esta lectura. Y esto no es casual, porque el artículo de León, habla de las literatura fundadora de ciencia ficción en el país, cuestión que lo trabajé en varios artículos expuestos en Ciencia ficción en Ecuador, particularmente la “historia” de la ciencia ficción en el país publicado en la Science Fiction Encyclopedia hasta 2014 –este año me comprometo actualizar la información allá contenida–. La versión en español está en Ciencia Ficción en Ecuador como “La Ciencia Ficción Ecuatoriana”.
  4. Y ¿cuál es esa literatura fundadora? Y ¿por qué Guayaquil? Acá quiero detenerme un momento. Porque, curiosamente es en dicha ciudad donde nace la literatura utópica, la literatura que mira hacia la modernidad. Se trata de una literatura, en el siglo XIX, que en lugar de hurgar los problemas sociales, la inestabilidad, las frustraciones de una nación –como se puede leer en ciertos cuentos o novelas, muchas de ellas realistas o de terror de la época–, más bien está viendo la ciudad y el país en tiempo de una prosperidad futura. Sus escritores, guayaquileños, son: Francisco Campos Coello, Manuel Gallegos Naranjo, entre un puñado de letrados. La novela “La receta” (1893) de Campos Coello es la pionera en este contexto. Y antes, en otro contexto, el famoso “Hipopótamo”, el primer submarino ecuatoriano inventado por José Raymundo Rodríguez Labandera.
  5. Guayaquil funda la literatura de ciencia ficción y lo hace gracias a dos situaciones: a) Sus autores son individuos que están mirando las ciencias, que están pensando lo que pueden hacerse con proyectos de la mano de nuevas tecnologías; si no fuera por Campos Coello, como autoridad del Municipio de Guayaquil en su momento, y su proyecto del agua, es decir, de dotar de agua potable a la ciudad, además de modernizar por completo a dicha ciudad, o de crear instituciones hasta hoy eméritas y prevalecientes, etc., no existiría una ciudad pujante como lo es en la actualidad la ciudad del puerto. b) Quienes hacen literatura de este tipo, imitan, siguen los pasos de Julio Verne y Camille Flammarion; sobre todo del primero sacan las ideas positivistas e imaginan cómo la ciencia y la tecnología pueden servir para el gobierno de una ciudad y un país. Los literatos positivistas como Campos Coello o como Gallegos Naranjo, de hecho hacen política y también son periodistas. Se trataría de obras que nacen de una ferviente escritura, pero sobre todo, de un proyecto político en el que están inscritos: el liberalismo católico, antes que el radical de Eloy Alfaro.
  6. Y vuelvo a la imaginación de Guayaquil de Fandiño. Los signos más evidentes están dentro del paisaje mostrado. Interesa que observemos ciertos elementos de la modernidad tecnológica sobre la cual se representa esa ciudad futura: los dos zepelines, el teleférico, el barco velero y, en cierto sentido, la rueda moscovita del parque de diversiones –en el malecón– con celeste brillante. Los primeros son medios de transportación. Una lectura evidente de ello es que la ciudad está interconectada, la gente viaja, etc. Tal como se muestran los medios de transporte, en movimiento, no en velocidad, dinámicos pero al mismo parte como parte del paisaje, denotan un mundo donde la cotidianidad está dada por la comunicación y el relacionamiento espacial urbano. Los zepelines son uno de los temas de la novela de Manuel Gallegos Naranjo, “Guayaquil, novela fantástica” (1901), pionera de la ciencia ficción de Ecuador y Guayaquil. En dicha novela el inca Guayaquil ha diseñado y construido unas máquinas voladoras al estilo zepelín. El barco velero, si bien remite al pasado, también es uno de los temas de la novela de Campos Coello. En la primera, el zepelín le permite hacer un viaje intercontinental al inca Guayaquil. En la segunda, los grandes barcos de todo el mundo encallan en la ciudad. En ambas novelas Guayaquil es la ciudad cosmopolita capital. El teleférico nos conecta a la actualidad, a los proyectos que nacen desde la presente. Pero yendo más allá de estas primeras significaciones, se puede decir que en los signos citados está presente la voluntad de una modernización constante, del abrazo con la novedad tecnológica que impone el capitalismo.
  7. Otros signos fuertes en la imagen: los edificios, de una lado, y del otro, en la isla Santay, un mundo también urbanizado que, en cierta medida, convive con la naturaleza. De un lado la modernidad cosmopolita; del otro la modernidad del confort. Cabe notar que los edificios son monumentales. Hay un domo sobre el cual se erige una estatua y al lado un edificio piramidal Ambas son también referencias a las novelas de Campos Coello y de Gallegos Naranjo: en un caso el domo del gran mercado que conecta al municipio, a la biblioteca, etc.; en el otro, el edificio piramidal que hace referencia a la vivienda del inca Guayaquil. Todos los demás edificios muestran a Guayaquil, insisto, cosmopolita.
  8. Un río apacible casi dorado, una atardecer semibrillante, un sol que se oculta tras el domo y la efigie que es vista desde toda la ciudad, ¿no son acaso la representación idílica de una ciudad futurista deseable? Nada de apocalipsis, nada de destrucción, nada de destructividad de la naturaleza, como en ciertas novelas y cuentos que se refieren a la ciudad costera. Guayaquil mismo ha dominado todo.
  9. Por fin un lectura más compleja: vemos una máquina citadina: es un reloj –metáfora, en el mismo sentido de una parte de la novela de Campos Coello– del tiempo transformado. Lo señala la rueda mosvovita que, como si fuera un dínamo, activa la maquinaria de la misma ciudad. Los zepelines se me asemejan a unas máquinas del tiempo que nos lanzan al cielo, al futuro –desde un tiempo presente–. El teleférico parece ser la cuerda de ese reloj que hace que todo funcione al unísono. El barco de la tradición, de aquella que hiciera pensar en la interconexión, en la conquista, en la invención, circunvala, fluye como si fuera un espíritu en la ciudad-ciudadanía guayaquileña.

Por lo tanto, Fandiño ilustra un futuro de plenitud. He aquí futurización.

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Archivado en: Análisis semiótico, Ilustración, Novela Tagged: Cultura futura, Francisco Campos Coello, Futurización, Gabriel Fandiño, Manuel Gallegos Naranjo, Tecnologías
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