Revista Salud y Bienestar

Un niño en brazos

Por Pedsocial @Pedsocial

Reflejo de Perez-CMe ha costado encontrar el titular, porque originalmente y en secuencia a la entrada del 26 de marzo, iba a titularlo “Cómo coger un niño en brazos”, pero nuestros lectores iberoamericanos podían contrariarse porque los niños no se “cogen” :-). “Tomar un niño en brazos” podía ser más aceptable, pero en España es un término que se usa poco y “tomar” también tiene otras acepciones.

Con las licencias debidas y, escribiendo en español castellano:

Para explorar adecuadamente a un niño, pocas cosas como levantarlo, por lo menos mientras lo permita su peso, más o menos hasta lo 20 kilos.La mejor exploración neurológica empieza tomando un lactante o niño pequeño en brazos. En parte, que esto se produzca sin resistencias y/o llantos dependerá de la posición en que esté el niño y, también, de nuestro plano de aproximación y la suavidad con que maniobremos.

A mi me enseñó a levantar un recién nacido sólo con la mano izquierda Nelson K. Ordway, neonatólogo de cuando aún apenas se había inventado la Neonatología. La mano en pecho del bebé, el pulgar debajo de la axila izquierda y el dedo medio en la derecha, utilizando el índice para sujetar o mover la cabeza, la espalda del niño hacia arriba. Te queda la mano derecha libre para movilizar, auscultar o realizar esa maniobra de Pérez-Carbonell tan útil para asegurarte de la integridad neurológica del neonato. Claro que el Dr. Ordway era un hombretón con un cierto parecido al actor Lee Marvin, cuyas manos enormes podían perfectamente con un neonato incluso aunque fuera un macrosómico de 4.5kg. Los varios miles de veces que lo he hecho siempre me han servido para asegurarme de que el niño estaba bien.

Tomar un niño, ya más mayor, de los brazos de su madre puede provocar una resistencia inmediata y llanto. El bebé gira la cabeza hacia la espalda de la madre y se inician las dificultades. Generalmente a mi me da la sensación de que las madres transmiten a los bebés una información negativa sólo con el tacto. A veces noto que la madre dice: “Ande, vete con este señor…” al mismo tiempo que lo sujeta con firmeza porque no quiere dejártelo. Son reflejos naturales del “bonding” del apego madre-hijo. Si pasa, es que has empezado mal. Además de ponerte a la altura de la madre hay que obtener su colaboración por acuerdo verbal o gestual. Estoy convencido que los niños “que no se sueltan” es porque, en su fuero interno, la madre teme que algo indeseable le suceda al niño, que se caiga o que se lo quiten. Y eso lo transmite al bebé.

Como a todo el mundo, me he topado ocasionalmente con niños que no se dejan tocar y con escándalos considerables de llantos y pataletas. Pero me atrevería a asegurar que la causa no es el niño: o soy yo que no lo he hecho bien, o es la madre que no está cómoda con la situación, angustiada o temerosa.

Mirar al niño a los ojos, dirigirse de palabra a él, evitar gestos violentos y rápidos, acercarse de lado, sentarse en la camilla junto a él son todos movimientos prudentes y eficaces. En cuanto el niño tenga capacidad de entendernos, a partir de los 3-4 años, lo mejor es dirigirse directamente y pactar, negociar todo el contacto con todas las explicaciones necesarias. Y no engañarle. La fundamental confianza se pierde en cuanto la realidad se oculta. Tampoco valen los sobornos. Piruletas o chismes carecen de interés para cualquier niño que no confíe en los que le rodean. Y mucho menos las amenazas. A los niños hay que hablarles con un lenguaje natural, simple y comprensible y aunque los padres o acompañantes intenten traducirlo a lenguaje infantil facticio de diminutivos ridículos y vocecillas, hay que mantenerse lejos de todo ello. Los niños son niños e inmaduros, pero no son bobos.

Pero, claro, todo esto son recomendaciones “teóricas” y nada hay mejor como aprender a manejar a los niños con alguien experto y hábil.

X. Allué (Editor)

 


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