Revista Cocina

"Un nuevo arte de comer" y la literatura electrodoméstica

Por Biscayenne
Que colecciono libros viejunos de cocina ya lo sabéis, pero que una de mis mayores obsesiones son los recetarios de electrodomésticos, pues no. De ésos antiguos y kitsch, llenos de fórmulas para hacer mil versiones distintas de huevos duros rellenos. Porque antes de que triunfaran los libros dedicados a la thermomix y demás robotos guisanderos de última generación, ya existieron muchos otros que prometían hacer la vida más fácil, feliz y sabrosa a las ingenuas nuevas usuarias de un electrodoméstico.
Hablamos de los años 50 hasta los 70, cuando poseer un ingenio tecnológico en la cocina era signo de estatus y de que tu marido te quería. Así tal cual. Se nos puede hacer raro, sexista y lo que queráis según nuestra mentalidad actual, pero entonces las pesetas las ponía el varón y los deseos la mujer.
"Ay, Manolo, estoy harta de frotar la ropa / cocer garbanzos durante horas / hacer purés con el chino / ir al mercado todos los días". Y Manolo, o Ramón, o quien fuese y si tenía posibles, compraba una lavadora, olla exprés, batidora o frigorífico a plazos pagando religiosamente las letras cada mes. Los electrodomésticos no se vendían sólo como producto, sino como idea aspiracional. Lo que ahora son los coches, vamos.
Así surgieron los recetarios electrodomésticos, para ayudar a los compradores a entender cómo funcionaba su nuevo aparato, pero sobre todo para epatar. Para dar envidia a las vecinas, amigas y suegras. Porque las recetas de los libros culinarios electrodomésticos no tenían nada que ver con las de siempre: eran modernas, distintas, ¡exóticas!. Hoy en día las vemos como el símbolo de la ranciedumbre máxima, pero todas esas gelatinas, copas de marisco, fiambres, fuentes de huevos duros rellenos adornados con rabanitos y pepinillos esculpidos fueron lo más. Entonces significaban que habías evolucionado por encima de los cocidos y que eras chic y cosmopolita.
Los recetarios de la Turmix-Berrens (batidora-trituradora), de la Magefesa o Laster (ollas a presión), de las sartenes Tefal ... todos ellos incluían recetas internacionales con muchas palabras extranjeras, para invitar a tus amistades a cenar y sentirte como si fueras Doris Day en una película con Rock Hudson.
Aprovechando que el otro día hablamos de la historia de la nevera, hoy os enseño uno de los libros gastro-eléctricos que tengo, gracias a la generosa donación de una lectora que me regaló varios de su madre.

"Un nuevo arte de comer" es un librito que se obsequiaba a los compradores de los frigoríficos licencia Westinghouse, fabricados en Bilbao por Frimotor S.A.E. Impreso en 1956, incluye unas sencillas instrucciones de uso, loas varias a los refrigeradores de la marca y un montón de recetas viejunas distribuidas por separadores temáticos tal que "cocktails", "aperitivos y entremeses", "sopas y salsas", "huevos", "pescados", "fiambres y carnes", "repostería y helados" y "refrescos".
El libro viene hasta con la carta original que te daban en la tienda y remitido por "el servicio de Atenciones al Cliente":
Con el objeto de ayudarle a descubrir las múltiples aplicaciones del refrigerador, nos es muy grato ofrecer a Vd. un ejemplar del recetario "UN NUEVO ARTE DE COMER" por cuya aceptación le quedamos muy reconocidos.

Nótese el encabezado de "Muy Sra. nuestra". Entonces era inverosímil que un hombre se comprar un frigorífico para su propio uso y disfrute.
El cuadernillo, con su encuadernación de espiral plastiquera hiperviejuna, está lleno de recetas que rizan el rizo de lo kitsch y lo salvaje, empezando por unos cocktails para que le señora se embolingara mientras esperaba al marido en camisón. Todo muy Doris Day. Todo muy inglés chapurreado para impresionar a las visitas con un toque de títulos de novela porno-erótica: Saratoga cocktail, Florida especial, Brandy Sour, Maiden´s blush, Amatista, Salomé, Gladiador, Coral ...

el HORROR

Fotos no vienen más que al comienzo de cada epígrafe recetil y no tienen desperdicio, igual que todas las fotos de todas las recetas de todos los libros publicados en esa época. Habrá un día que me dedique sólo a poneros imágenes escalofriantes de cestitas hechas con naranjas y zanahorias esculpidas, pero de momento admirad esa mesa. Esa fuente de embutidos con rodajas de limón y perejil, como si fuese el escaparate de una pescadería.

La portada del capítulo dedicado a los huevos. ¿Qué porras son esos batiburrillos de comida? Yo no lo sé y tú tampoco. Y no lo quieres saber.
En ese pérfido capítulo vienen cosas como "huevos escalfados a la gelatina" y "huevos en gelatina a la juanita". Era la época dorada de la gelatina transparente con cosas de colores dentro.
Échese en cada molde un poco de gelatina derretida, y cuando ésta se haya cuajado hágase en el fondo un bonito dibujo a capricho (con hojas de perejil, pedacitos de clara de huevo o poniendo una lámina de jamón), échese más gelatina para fijar el adorno y cuando se haya cuajado, colóquese un huevo cocido y más gelatina hasta cubrirlo. Adórnese el plato con gelatina picada, haciendo cenefa en el borde.
Receta auténtica de verdad de la buena, igual que una muy gore de banderilas del capítulo "aperitivos y entremeses":
Banderillas. Llámense así a un conjunto de fiambres, embutidos, pescados, etc., ensartados en un palillo. Procedimiento - Insértese un palillo en una rodaja de pan de dos centímetros de espesor, póngase a continuación unas rodajas de salchichón, una lámina de jamón en dulce, una punta de espárrago y un filete de anchoa doblado. Variación A) después del pan una rajita de jamón de jabugo, chorizo de Pamplona, queso de Gruyer y un filete de anchoa. B) Después del pan una lámina de rosbeet (sic), una punta de espárrago y una aceituna rellena. C) Después del pan una lámina de jamón de York, una rodaja de huevo duro, un cuadradito de foie-gras y una anchoa doblada.
Me quedo sin adjetivos. El repertorio de recetas con ínfulas de modernidad se completa con varias versiones de langosta, salmón a la norteamericana, pan de atún ¡?, rosbich a la inglesa (sí, rosbiCH), pastel de pollo y bavarroiss (sic) de fresa. Me encantaría saber quién fue el perpetrador de este recopilatorio culinario, que además copió y pegó sin sonrojo alguno varias recetas sacadas de libros famosos de aquel tiempo.
Nunca lo sabremos, pero quien quiera que fuese era un muso o musa de la postmodernidad y de la revolución gastronómica. Porque a pesar de que "Un nuevo arte de comer" tenga pocas ideas atrayentes o rescatables, era exactamente eso, una nueva forma de comer y de cocinar que cambió para siempre el concepto de la comida que se podía hacer en casa. De ahí a los foodies de hoy en día no hay más que un salto.
Tendremos más cocina viejuna y kitsch en próximas ediciones, no os preocupéis.

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