Revista Viajes

Un paseo por Girona

Por Mteresatrilla

No hay excusa que valga, es imperdonable no conocer algunos tesoros que se encuentran a cuatro pasos de casa. Nos atrae lo lejano y exótico y las buenas intenciones de conocer nuestro patrimonio natural o cultural acostumbran muchas veces a quedarse tan sólo en eso, intenciones.  Me he propuesto hacer los deberes y dedicar algunos fines de semana a recorrer lugares que se van acumulando en mi interminable lista y uno de estos lugares era, sin duda, Girona.

Aunque hemos ido recorriendo bastantes rincones de la provincia, hacía muchos años que no visitaba la ciudad. A decir verdad, creo que desde que fuimos de excursión con el colegio no había vuelto a Girona y desde entonces ha llovido bastante. Alguna imagen difusa y las escaleras de la catedral con su imponente fachada al fondo era lo poco que recordaba. El gran cambio que ha experimentado la ciudad en los últimos años es comentario habitual y me apetecía hacer una visita a esa nueva Girona tantas veces elogiada.

Aprovechando un pequeño respiro que nos dejó el pasado mes de agosto, decidimos ponernos en marcha y a poco más de las diez de la mañana de un relativamente fresco y soleado domingo ya nos encontrábamos saliendo de la oficina de turismo con un mapa en mano. La mayoría de los lugares de interés se encuentran en el casco antiguo y concentrados en una reducida área, ideal para hacer el recorrido en un tranquilo paseo. En vez de cruzar el río Onyar por el Pont de Sant Feliu, caminamos hasta el siguiente puente llamado Pont d’en Gómez. La vista de las casas de fachadas multicolores reflejadas en el río es una de las imágenes más pintorescas y a la vez más fotografiadas de Girona e inspiración de muchos artistas.


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Seguimos hasta encontrar la iglesia de Sant Feliu. Construida fuera de las murallas de la ciudad, parece ser que fue edificada sobre una antigua iglesia paleocristiana levantada en honor al santo mártir que le da el nombre. En época de la ocupación musulmana, cuando la catedral fue convertida en mezquita, la iglesia de Sant Feliu hizo a su vez, las funciones de catedral. Después de la profunda restauración y limpieza que ha tenido lugar en estos últimos años, el templo luce con todo su esplendor y la sobriedad de los ábsides románicos contrasta con la luminosidad de los grandes ventanales góticos. Destaca el sepulcro gótico de Sant Narcís, patrón de la ciudad y relacionado con una de las muchas leyendas que se cuentan en Girona: Según las crónicas medievales, en el año 1285 cuando Girona estaba sitiada por las tropas francesas, un grupo de soldados penetró en el interior de la iglesia. Del cuerpo del obispo mártir empezaron a salir unas moscas que ocasionaron una gran mortandad entre las tropas francesas y sus caballos, lo que provocó la retirada de las tropas. A pesar de las reiteradas invocaciones a Sant Narcís y a las moscas en posteriores conflictos bélicos, no siempre el resultado fue tan exitoso.


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En un rincón de la pequeña plazoleta de Sant Feliu, se encuentra la columna con la leona de piedra, origen del dicho popular 'Si vas a Girona tienes que besar el culo de la leona', una manera de expresar la voluntad de volver a la ciudad. Para poder conseguirlo sin tener que jugarse el tipo se ha instalado una escalerilla de hierro que, como hecho curioso, en el invierno pasado y debido a la alarma provocada por la epidemia de la Gripe A, se eliminó temporalmente para evitar contagios. Como mi intención es volver a Girona, hago la comedia y beso las posaderas de la leona aunque me temo que Josep María no me acompañará porqué no cumple el ritual.

 

Un paseo por Girona
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Nuestro siguiente objetivo es el monasterio románico de Sant Pere de Galligants, una antigua abadía benedictina y sede del Museo de Arqueología desde 1857. El conjunto exterior es magnífico pero nuestro interés está en la visita de su interior y no por las piezas de museo que contiene, que no son pocas, sino para admirar su claustro, uno de los más bellos ejemplos entre los claustros románicos catalanes.


Un paseo por Girona
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Diferentes motivos de animales y vegetales decoran los ricos capiteles, junto a danzarinas, sirenas de doble cola, músicos y otras figuras humanas y representaciones bíblicas. A lo largo de las distintas salas del Museo se hace un completo recorrido por la historia de la ciudad y provincia, desde el Paleolítico y Neolítico, pasando por los íberos y la colonización romana.


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Seguimos las indicaciones y llegamos a los Baños árabes que de árabes sólo tienen el nombre ya que su construcción es bastante posterior. El edificio es románico y se construyó en 1194 imitando la estructura de los baños musulmanes, entonces de moda. Se puede observar el Apodyterium o vestidores, el Frigidarium o sala fría, el Tepidarium o sala tibia, el Caldarium o sala caliente y los restos del horno. El frigidarium conserva una piscina central de planta octogonal sobre la cual se levanta una cúpula.

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Nuestra visita continua hacia la Catedral (visita gratuita los domingos) presidida por su magnífica escalinata. Consagrada a Santa María, se encuentra en el punto más alto de la ciudad. Sus 22.98 metros de anchura de nave, la sitúan en el segundo lugar después de la de San Pedro del Vaticano, con 25 metros. Aunque su construcción se empezó en el S. XI sólo conservan el claustro y la torre en estilo románico, mientras que la nave es gótica y la fachada barroca (1730).


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En su interior, aconsejo visitar el Museo Capitular donde se conserva el Tapiz de la Creación (s. XI), una pieza románica extraordinaria y en bastante buen estado de conservación. Tampoco pasamos por alto el magnífico claustro románico, de planta trapezoidal y limitado por la muralla precedente. Es bastante más grande que el de Sant Pere de Galligants pero considero que no tiene el encanto de aquél.

 

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Saliendo de la catedral, nos adentramos en el barrio judío bajando por la calle de la Força, su arteria principal. El barrio judío o Call de Girona es uno de los más emblemáticos y mejor conservados de Europa. Gracias a sus calles y símbolos podemos conocer de cerca la Historia del judaismo en España y concretamente en Girona, donde vivió hasta finales del siglo XV una próspera comunidad. El actual centro de estudios Bonastruc Ça Porta, se levanta en el mismo lugar donde posiblemente se encontraba la sinagoga. El museo, ampliamente recomendado para adentrarse en la vida y costumbres de esa comunidad, ya lo encontramos cerrado porque al ser domingo el horario es sólo de mañanas (de 10 a 14). Otra vez será. Comemos en uno de los muchos restaurantes del barrio judío y seguimos caminando por ese laberinto de callejuelas, dejándonos llevar por la máquina del tiempo.


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En pleno barrio judío y a cuatro pasos de la catedral se encuentra el Hostal Bellmirall, en la calle que lleva el mismo nombre. Este coqueto y acogedor hostal con sabor a piedra y a buen gusto, está regentado por Cristina, a quien tuvimos el gusto de conocer en Fez y con quien compartimos agradables momentos. Aprovechamos para hacerle una visita y charlar con ella un buen rato. A pesar de encontrarnos muy a gusto en su compañía, nos despedimos de ella para continuar nuestra ruta. Partiendo de la catedral nos dirigimos hacia los Jardines de la Francesa donde hay un punto de acceso a la muralla. Desde aquí tenemos una bonita perspectiva de la parte posterior de la catedral y podemos ver a la famosa bruja, protagonista de otra leyenda: Mientras la gente asistía a las muchas procesiones que se celebraban en la ciudad, una antipática bruja se dedicaba a tirarles piedras. Justo el día del Corpus, cuando estaba a punto de tirar una piedra, una voz que se oyó por toda la ciudad gritó: 'Si pedres tires, pedres tiraràs i en pedra et convertiràs'. Y así fue, por eso hoy todavía se la puede ver petrificada por los siglos de los siglos, convertida en gárgola.


Un paseo por Girona
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Caminamos a lo largo de la muralla y subimos a una de las torres para poder contemplar una de las mejores vistas de la ciudad. A nuestros pies tenemos el Convento de Sant Domènec, donde actualmente se encuentra la sede de la Universidad. Hacemos todo el recorrido hasta la Plaza General Mendoza. Bajamos por la Rambla de la Llibertat donde empiezan a llenarse las terrazas de bares y heladerías.

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Antes de despedirnos, damos un último paseo por la orilla del río y admiramos de nuevo la imagen de las casas reflejadas en el Onyar, ahora con una luz muy especial.

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