Revista Opinión

¿Un presidente islamista en Francia? Qué enseña Sumisión, de Houellebecq, de las elecciones de 2022

Publicado el 10 abril 2022 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Primavera de 2022. Una Francia asfixiada en su propio caos celebra la primera vuelta presidencial: la ultraderechista Marine Le Pen gana con un tercio de los votos. Hasta aquí sin sorpresas; el Frente Nacional ya había llegado a segunda vuelta en 2017. Pero esta vez se medirá con el islamista Mohammed Ben Abbes. Para evitar la victoria de la ultraderecha, los maltrechos partidos tradicionales se unirán para apoyar a Ben Abbes, Le Pen perderá, el país de la laicidad investirá a un presidente islamista y nada volverá a ser como antes.

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Este escenario no ocurrirá esta primavera en nuestra Francia, pues parece que la segunda vuelta enfrentará a Le Pen con el presidente Emmanuel Macron. Pero sí en una Francia que se le parece: la que narra Sumisión (Anagrama, 2015), del novelista francés Michel Houellebecq. Pero aunque esta obra de política ficción, criticada por alimentar el discurso de la extrema derecha, no haya acertado en ese pronóstico, sí anticipó algunos de los problemas que el país vive siete años después.

Cambiarlo todo para que nada cambie

Houellebecq no se equivocaba al vaticinar el fin del bipartidismo, que lleva años en decadencia en Europa occidental. En Francia, las últimas encuestas prevén que el Partido Socialista y Los Republicanos, el partido conservador, apenas superarán el 10% en la primera vuelta, un descalabro mayor que el 34% de Sumisión. Sin embargo, el autor sí erró en el sustituto: ningún partido islamista ha sacudido los cimientos de la Francia real. En su lugar, el retroceso de los dos partidos tradicionales ha dado paso a la hegemonía de La República En Marcha de Macron. Las alas progresista y conservadora de las élites galas, que se turnaban en el Elíseo con diferencias cosméticas, se unificaron en 2017 en la formación atrapalotodo del presidente. Un matrimonio que tiene visos de reeditarse en abril.

Houellebecq tampoco acertó en lo económico. Lejos de las medidas para dar prioridad a la familia del islamista Ben Abbes, Macron pretende recortar el Estado de bienestar si revalida el cargo. El presidente propone rebajar los impuestos de las empresas en 7.000 millones de euros, elevar la edad de jubilación de 62 a 65 años y condicionar la renta mínima a que sus beneficiarios trabajen o sigan cursos a media jornada. También pretende introducir lógicas de mercado en la educación. Con todo, una frase de Sumisión parece esclarecer por qué un programa de recorte social tiene las de ganar en estas elecciones. Según Houellebecq, en 2022 "la derecha liberal había ganado la 'batalla de las ideas', los jóvenes se habían vuelto emprendedores y [...] la economía de mercado estaba ya unánimemente aceptada".

¿Choque de civilizaciones o Gobierno contra sociedad civil?

En Sumisión, el Partido Socialista ha perdido el control de los suburbios, que se consumen en "enfrentamientos interétnicos" entre "inmigrantes musulmanes y las poblaciones autóctonas de Europa occidental". En las calles de la Francia real, sin embargo, no hay un choque de civilizaciones entre "autóctonos" y musulmanes, sino de la sociedad civil con el Gobierno. Al frente han estado los chalecos amarillos, un movimiento masivo que surgió en 2018 en contra de una propuesta de tasa ecologista a los carburantes, imprescindibles fuera de la Francia urbanita de la movilidad sostenible.

Otro asunto recurrente en el mandato de Macron ha sido la violencia policial ligada al racismo. El asesinato del afroamericano George Floyd en 2020 en Estados Unidos sacó a las calles a miles de franceses que conectaron con el caso del joven maliense Adama Traoré, asesinado por tres policías mientras paseaba en bicicleta cerca de París. Las calles volvieron a llenarse a final de año, esta vez contra la "ley de seguridad global", que penaliza la difusión de imágenes de agentes del orden. Entonces la policía asestó una paliza a un productor musical en la puerta de su estudio al grito de "negro de mierda", un caso conocido precisamente gracias a una cámara de vigilancia.

Aunque Houellebecq no atina en el diagnóstico, quizás sí identifique un síntoma al afirmar en Sumisión que el Partido Socialista no tiene cómo controlar los barrios del extrarradio. También en nuestro 2022, el que fuera el partido hegemónico de los barrios populares ha perdido sus resortes. Cada vez más liberal en lo económico, el PS acumula dos décadas de espaldas a las causas de sus habitantes, incluidas también la racialización o el estatus migratorio.

Guerra en la universidad

Las universidades tampoco viven el choque de civilizaciones que anunció Sumisión. No es el islam el que las amenaza, sino los ataques gubernamentales a la libertad de cátedra. En enero, por ejemplo, el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, presentaba en La Sorbona una conferencia contra el "wokismo" y la "cultura de la cancelación".

Estos términos, acuñados por la extrema derecha estadounidense, denostan causas sociales como la antirracista, la feminista o la LGTBI: presentan a activistas e investigadores como inquisidores listos para censurar lo "políticamente incorrecto". Y han servido para justificar una legislación que socava la independencia de los académicos. Es el caso de la enmienda a la ley de la programación de la investigación. Bajo el pretexto de luchar contra el "islamoizquierdismo", esta norma exige a las pesquisas académicas alinearse con los "valores de la República".

También en la universidad, pero no solo, se aprecia otra diferencia entre nuestro 2022 y el de Houellebecq. En la novela, la llegada de un Gobierno islamista desencadena un vendaval antisemita, y Myriam, la amante judía del protagonista, cambia París por Tel Aviv. Los judíos no han debido exiliarse en la Francia de hoy, en la que el antisionismo está cada vez está más perseguido. En 2019, el parlamento adoptó la definición de "antisionismo" avalada por Israel, que lo equipara al antisemitismo. Dos años más tarde, el Ministerio del Interior prohibía una manifestación de apoyo a Palestina en París, dispersada con cañones de agua.

Una Francia derechizada

Si en Sumisión se produce un "gran reemplazo", no ocurre así en la Europa real.Esta teoría conspiranoica postula que la inmigración musulmana, con sus mayores tasas de fertilidad, acabará islamizando el continente. En la novela esto termina por ocurrir cuando Ben Abbes llega al poder y transforma la Unión Europea en Eurabia, otro tópico ultra que se refiere a la unión política de una UE islamizada con la Liga Árabe. Sin embargo, la realidad es que los migrantes del sur del Mediterráneo están condenados a la penuria económica o los peligros del mar. En 2021, Francia redujo los visados para marroquíes, argelinos y tunecinos. Además, han aumentado las tasas universitarias para extracomunitarios, y la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto que las reticencias para acoger refugiados desaparecen cuando son europeos.

La última diferencia entre la Francia de Houellebecq y la nuestra es que el autor sí presagió el auge de la ultraderecha, pero no que Macron, un antiguo socialista, se acercaría a sus postulados. Y con él, parte de los franceses. Más que predecir ese giro, Sumisión en última instancia contribuyó a producirlo. Aunque Houellebecq asegure no adoptar posturas políticas, Sumisión rezuma referencias al universo ultra y espolea un supuesto choque de civilizaciones que esconde la enésima guerra cultural. Quizás en lugar de aceptar la proclamada neutralidad de Houellebecq al pie de la letra procede aplicar una máxima de los politólogos: si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato.


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