Revista Cultura y Ocio

‘Un reportero en la montaña mágica’

Publicado el 30 septiembre 2013 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

DAVOS

Los cínicos reinan en este mundo y su capital mundial, durante cuatro días de enero, es Davos. Esta pequeña ciudad suiza se hizo célebre entre la élite europea por sus sanatorios para tuberculosos. Thomas Mann la visitó en 1912 para curar a su mujer y la eligió como escenario para ‘La montaña mágica’. Gran parte de aquellos privilegiados enfermizos desaparecieron de Davos cuando la carnicería humana de la Gran Guerra acabó con el siglo XIX. Con la difusión de la penicilina, los sanatorios dejaron de ser el motor económico de la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial y la bella ciudad languideció hasta que el empresario y economista alemán Klaus Schwab creó el Foro Económico Mundial y eligió Davos como su sede.

Andy Robinson ha informado sobre cuatro de las cumbres anuales de este foro que reúne a los hombres más poderosos del planeta. No sé si asistirá a la de 2014, porque si algo evidente desde el subtítulo de su libro – ‘Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo’ – es que está muy harto de Davos. En Un reportero en la montaña mágica’, Robinson, corresponsal económico en La Vanguardia, tiene una tesis básica: la crisis que ha hundido en la pobreza a millones de personas y ha desmantelado el estado de bienestar – que nunca tuvimos plenamente los españoles – ha hecho más ricos, y poderosos, a los que ya eran ricos antes de la crisis… y que, sostiene, Robinson, crearon además la crisisestafa.

Robinson llena de datos ‘Un reportero en la montaña mágica’ para justificar su tesis. Como, por ejemplo, que el número de milmillonarios de la lista Forbes ha aumentado más de un 27% desde 2007 o que en 2011 el patrimonio de los ultrarricos ya era un 13% mayor que antes de la crisis. Mientras, la proporción de estadounidenses que se considera clase baja ha aumentado de 1 de cada 4 a 1 de cada 3. Nunca hubo ninguna declaración previa, pero el propio Warren Buffett ha admitido que los ricos, su clase, han librando una guerra contra todos nosotros… y nos han hecho trizas. La primera batalla la han ganado con el lenguaje, por eso creo que la mejor forma de acercarte al interesante y ameno libro de Robinson es a través de un glosario. Aquí va.

Desigualdad: No ha hecho más que aumentar desde que empezó la crisis. Hasta el punto de que Nouriel Roubini declaró en una de sus charlas en Davos que  Marx tenía razón (…) El capitalismo crea obstáculos para su propio desarrollo”. Pero los plutócratas no parecen preocupados por el diagnóstico del Doctor Doom’: que la acumulación de la riqueza en un centenar de miles de personas llevará a los 7.000 millones restantes a una pobreza que destruirá el capitalismo. Mientras la destrucción total llega, las vidas de millones de personas son destruidas, hasta el punto de que “en Estados Unidos, el coeficiente Gini, un indicador de la desigualdad económica, se ha situado en el nivel más alto desde los años veinte del pasado siglo”.

Estatus: Sin desigualdad no habría estatus y todo en Davos es cuestión de galones más o menos visibles.  La tarifa mínima por ser miembro del Foro es de 50.000 dólares anuales, más 19.000 por cada reunión anual. Para subir en el escalafón, hay que abonar 156.000 dólares por ser miembro asociado o 567.000 si quieres ser socio estratégico. Dime cuánto pagas y te diré quién eres. Como afirma Robinson, “nadie negará que Klaus Schwab tiene un excelente olfato emprendedor”.

‘Eavesdropping’: Ya sé, rompo el orden alfabético, pero es que el estatus que afecta a políticos y milmillonarios también clasifica a los periodistas: el color de su credencial define hasta dónde pueden llegar. Si es marrón, como la que llevan la mayoría de los informadores, ver a los ultrarricos en una fiesta les está vedado. Si es blanco, como la acreditación que lleva Juan Luis Cebrián, el champán y el caviar están garantizados. El ejército de reporteros ‘marrones’ al que pertenece Robinson apenas puede arañar más información que la que los organizadores facilitan. Por eso, utiliza la técnica de ‘eavesdropping’: fingir que habla por teléfono para escuchar las conversaciones de los participantes en el Foro y recoger algún dato que ‘cae’. “Escuché al geopolítico Ian Bremmer y el economista-inversor, Nouriel Roubini, planificar una conferencia que tratara sobre las desoladoras experiencias para la economía global y optar finalmente por celebrarla en la isla caribeña de Saint Barts porque las playas y las fiestas eran mejores allí”.

Bono paga impuestos

Filantrocapitalismo: Sí, al corrector de erratas de Word le parece una palabra increíble y la subraya como una errata, lo que no ha impedido que Bill Clinton se haga millonario difundiéndolo. Con su libro ‘Giving’, el expresidente estadounidense ganó 6,3 millones de dólares… pero sólo donó uno. Esta nueva forma de hacer negocios a través de la caridad ha creado expresiones como  ‘venture philanthropy’ (capital riesgo filantrópico) ó ‘impact investing’. Bono, el cantante de U2, fue durante años un defensor del filantrocapitalismo en Davos, mientras defendía sin complejos su burla al fisco irlandés y planeaba forrarse con un enorme rascacielos en Dublín. Después de leer a Robinson, es difícil no escuchar la gran canción de U2 con esta letra creada por Paul O`Toole: “I want to run, my Money to hide (…) I want to seek shelter from income tax pain / Where the accountants have no names

Money Honey’: Es el apodo de la periodista María Bartiromo, una de las periodistas compradas, literalmente, por el Foro Económico Mundial, para presentar sus conferencias y actos. Hecha la compra, parece imposible esperar que Bartiromo critique cualquier aspecto de Davos, por pequeño que sea, pero si además eliges un apodo tan cursi como tu propia ‘marca personal’ demuestras que ser periodista no es tu prioridad. A cambio, prometes ser una fantástica aduladora. Una cualidad que nos lleva a la siguiente definición.

Softball question:  Rajoy tuvo mala suerte en su entrevista en Bloomberg TV. Aunque se tituló ‘El hombre que salvó a España’ (ejem, bueno), no puedo evitar que Sara Eisen le preguntase por aquellas “cositas” que no eran falsas en el caso Bárcenas. Después de leer a Robinson parece que si le hubiera tocado Charlie Rose quizá habría tenido más suerte. Sostiene Robinson que “sólo Charlie Rose, el veterano entrevistador de Bloomberg e invitado estrella a todos los WEF, ha ido más lejos que Schwab en el arte de la ‘softball question’  (preguntas pelotas, aduladoras)”. No esta sólo. En ese club de periodistas que no son periodistas también está David Gergen o la melosa Bartiromo.

Working rich: A los plutócratas les encanta definirse como ultratrabajadores, banqueros o empresarios con largas y agotadoras jornadas que merecen ser superremuneradas. Sus fortunas se justifican así por sus habilidades y conocimientos especializados, no por la posición privilegiada que tenían al nacer. La expresión la acuñó Chrystia Freeland, gurú de tendencias tecnopolíticas de Reuters, en 2011, en lo que Robinson define como “un trabajo excelente de justificación de lo injustificable”: la existencia de una meritocracia que merece unos privilegios que ni siquiera soñamos. Robinson desmonta este eufemismo con un dato clave: “Por mucho que Davos insista en hablar del auge de los ‘working rich’, en 1992 los 400 estadounidenses más ricos declararon el 26% de su renta como salarios y el 36% como plusvalías. Ahora,  sólo el 6% se declara como renta asalariada y el 66% como plusvalías aprovechando impuestos mucho más bajos. Mientras las clases medias y los ‘working poor’ asumen el peso del impuesto sobre la renta”.

Zug: Sin Zug el negocio de Davos sería difícil de entender. A sólo una hora en coche de Davos, este cantón suizo es el paraíso fiscal más chic del mundo. Los hay mejores, sí, pero no son tan bonitos y, sobre todo, no están al lado de esta capital mundial del cinismo. 17.000 de las 29.000 empresas registradas en Zug no tienen empleados. Zug permite defraudar y esquiar con las mayores comodidades. Y para muestra una hamburguesa. “Burger King – escribe Robinson – constituye el ejemplo paradigmático de la filosofía Zug, prueba de que las estrategias globales de planificación tributaria, ingeniería fiscal y desplazamiento de beneficios empiezan ya a poner en entredicho no sólo la viabilidad del estado redistributivo sino también la de millones de pequeñas y medianas empresas a las que no les queda otro remedio que pagar a Hacienda”. Cada vez que comemos un menú en un Burger King español, el 10% de lo que pagamos tributa directamente en Zug.

Cuanto más seguro sienten su poder, más se parecen los plutócratas al retrato que hace de ellos El Roto. Su desvergüenza parece carecer de límites. Así, Robert Benmosche, el consejero delegado de la asegurada AIG, que desempeñó un papel clave en la crisis de las hipotecas basura y después tuvo que ser rescatada con dinero público, acaba de comparar la indignación ciudadana por las primas millonarias de los banqueros con los linchamientos en el sur de Estados Unidos. Los plutócratas se sienten linchados cuando su ‘castigo’ no ha pasado de anuncios de cerveza como éste. Tan reveladora anécdota la cuenta Paul Krugman, pero ilustra muy bien la tesis de Andy Robinson. Cada capítulo de su libro se inicia con una cita de La montaña mágica’. No es un adorno. Igual que Hans Castorp y sus diletantes compañeros de sanatorio, los poderosos de Davos permanecen aislados en una burbuja del mundo real, incapaces de percibir que con su avaricia desmedida están destruyendo el sistema que permite su privilegiada y dañina existencia.

Un reportero en la montaña mágica’. Andy Robinson. Editorial Ariel. Barcelona, 2013. 218 páginas, 16,90 euros.


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