Revista Cuba

Un retorno al “período especial” para Cuba, sin Maduro

Publicado el 14 diciembre 2015 por Yusnaby Pérez @yusnaby
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Esperando que ceda el intermitente aguacero otoñal, una decena de personas se refugia en un portal de puntal alto donde caen goteras, en la parte vieja de La Habana. El tema de conversación fluctúa entre la fastidiosa carestía de la vida, el toque concreto y mágico del tridente del Barcelona Fútbol Club y qué pasaría si Nicolás Maduro se ve forzado a abandonar el Palacio de Miraflores.

“Oye, de verdad que Maduro es un cara de tabla. La mayoría de la gente no lo quiere y el tipo se empecina en hablar del pueblo y otras sandeces. Tiene sus barbas en remojo. Dicen en TELESUR que con la mayoría que tiene la oposición en el Parlamento el año que viene pueden pedir una revocatoria y efectuar elecciones. Si Venezuela se jode, ¿a qué brocha nos agarramos?”, pregunta en busca de respuesta un negro alto y flaco con un overol azul oscuro de mecánico.

“Caracas está peor que La Habana”

Un tipo con pinta de intelectual ofrece su versión de lo que puede acontecer. “Nadie mejor que el Gobierno cubano, por su control dentro de las instituciones venezolanas, sabe que aquello se puede ir a bolina en cualquier momento. Me cuentan amigos que Caracas está peor que La Habana. En el mercado negro el dólar está sobrevalorado como en Cuba en los años 90. Maduro tiene sus días contados. El plan de Raúl ya se sabe. Cuadrar con los yanquis. El Gobierno estaba esperando los resultados del 6 de diciembre. Ahora tendrán que ponerse las pilas. Pues si se corta el petróleo de Venezuela, retrocedemos a los años duros del Período Especial”.

En cualquier esquina o parque habanero la apabullante derrota electoral del PSUV en Venezuela es tema de conversación. Para muchos cubanos, Maduro es un tipo impresentable. Una mala copia de Fidel Castro y con menos talento.

Hay quienes rezan para que pueda gobernar hasta 2019 y la Isla siga recibiendo petróleo venezolano a precio de saldo. “Tú te imaginas si vuelven los apagones, los bueyes y las bicicletas. Éstos (los del régimen) se quedarían solos. Los cubanos se irían hasta en una tabla de planchar”, comenta jocoso un panadero.

Cincuenta y siete años de improductividad crónica y amamantada por el subsidio soviético y el petróleo venezolano, ha cimentado una mentalidad de zánganos en muchos compatriotas.

Probablemente un segmento mayoritario de cubanos sienta más repulsión que los venezolanos al rigor y la escasez del socialismo caribeño. Lo han sufrido en su pellejo por casi seis décadas.

La gente no es boba. Crecieron aplaudiendo el discurso delirante de Fidel Castro prometiendo a la vuelta de unos años que Cuba tendría más leche, carne de res y malanga que Estados Unidos.

Los nacidos después de 1959 pensaban que el imperialismo y el capitalismo moderno se desvanecerían en el siglo XXI. Fue lo contrario. Entonces las peregrinas teorías marxistas quedaron en tanga.

Durante años, Cuba vivió del dinero y el petróleo del Cáucaso. Cuando Hugo Chávez llegó al poder, luego de la Isla cruzar el desierto durante una década, regresó el subsidio para una parte importante de la economía.

Los Castro son los rectores de una nueva izquierda latinoamericana. En un pase mágico proverbial, con una economía en ruinas y las cajas de caudales en números rojos, han sabido exportar su mejor y más eficaz arma: gobernar sin oposición por mucho tiempo.

Pero la realidad ha puesto en crisis a los modelos de la izquierda populista en América Latina. Raúl Castro fue más previsor que su hermano Fidel y pactó un trato ventajoso con Estados Unidos y la Unión Europea sin ofrecer casi nada a cambio, al menos que públicamente se sepa.

Después del 17 de diciembre de 2014, en el imaginario popular se instaló la teoría de que los yanqui pagarían las cuentas del desastre económico y, al estilo de Tarzán o Superman, rescatarían lo poco que queda de la industria nacional.

Las piruetas ideológicas del régimen desconciertan a algunos de sus intransigentes partidarios, que odiaban a muerte a los yanquis, homosexuales y negocios privados. A estas alturas del juego, son simples daños colaterales. Al Gobierno de Raúl Castro solo le interesa sostenerse en el poder. Preferentemente con un aliado ideológico como Venezuela. Pero en caso de perder el chavismo el mando, queda un plan B. Que es fácil adivinarlo: se encuentra a 90 millas al norte de Cuba.

Publicado en Diario Las Américas el 12 de diciembre del 2014


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