Revista Cine

Un río melancólico

Publicado el 17 octubre 2013 por Francissco

cascada

Hablar de melancolía, ahí es nada ¿Supondría acaso advertir  primero que no atravesamos ningún abismo personal del que debiera rescatarnos el oyente? Porque un discurso melancólico sí requiere, no obstante, una complicidad muy especial en quien nos oye. Necesitamos compañía para contemplar las corrientes de recuerdo que se marchan, una compañía que las aprecie tanto como nosotros. Porque se forman con los años, y a medida que van atravesando la vida arrastran más y más caudal. Es fácil imaginar que el curso de los ríos puede ser muy análogo al paso de una vida, y como es una metáfora útil voy a emplearla.

Pensemos en como un río arrastra el líquido mundo abajo hasta llegar al océano, donde se fundirá con esa inmensa masa perdiendo su agua para siempre. También una vida humana comienza de forma impetuosa, y se mueve en sus años jóvenes con pensamientos rápidos y enérgicos. La llegada de la madurez coincide con una acumulación imparable de recuerdos y experiencias ya vividas. Se transporta una enorme cantidad de ellas pero se pierde velocidad. Dicen que  los mayores tienen tanta presión de recuerdo que la misma consigue sustraerlos del momento presente, acerca del cual experimentan dificultades para retenerlo de forma operativa. Lo llaman memoria de trabajo o neomemoria, algo tan precioso y delicado como una joya y que puede pasársenos desapercibido.

Es como si ese río impetuoso tuviera algún tramo de remanso, donde la corriente se ralentizara y fuera posible contemplar con detalle las aguas que pasan. A ese remanso le podríamos llamar atención. La atención es una de las joyas de la mente, pero es una joya a la que se le van desgastando sus facetas poco a poco. Cuando la erosión de los años y las alteraciones de la vida van gastando la capacidad de atender tan solo queda un curso de recuerdos imparables.

Sentados en la orilla, vemos como cada vez van quedando más lejos los primeros años de nuestra vida. Si no hay remansos, la corriente de los años que pasan parece que nos deje de lado ¿Resulta raro que necesitemos compañía para combatir el extrañamiento que puede producirnos nuestra propia existencia?

Solo la compañía nos ancla frente a ese discurrir de días cada vez más grande, y tan solo si nos acompaña alguien tendremos un asidero. Recordar es volver a vivir porque los demás juntan su corriente con la nuestra. Y por cierto ¿es preciso que el río sea melancólico?

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Dedicado a mi madre, cuya corriente es cada vez más grande para su memoria.


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