Revista Historia

Un sillón, un teléfono y un cuadro

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Un sillón, un teléfono y un cuadro

Dos siglos después, seguía con esta imagen en mi retina

Tenía que encontrar ese sitio, pero no sabía realmente dónde estaba. Las últimas lecturas de ese mes me traían de cabeza, obsesionada por esa imagen que se repetía en mi mente: un viejo sillón, un teléfono y un cuadro. Sé que lo había vivido, que había descansado en aquella estancia cálida de luz tenue. Allí me atendió una señora de negro con cara de anciana recta y seria. Me dijo que era la madre de Jules, pero yo seguía sin entender qué hacía allí, ni quién era Jules. Sin embargo, sentía que aquel ambiente me atrapaba. Casi dos siglos después me propuse regresar y, esa misma noche, lo soñé: 3, rue de l’Hermitage, Nantes. Ese día me desperté sobresaltada, encendí el portátil y busqué un billete de avión. Apenas 24 horas después estaba allí, en aquella dirección. No era exactamente el mismo emplazamiento, era como si aquel lugar lo hubieran extrapolado al presente, pero lo encontré.

Retrato de Jules Verne
Entre estancia y estancia, de pronto, mis ojos se clavaron en aquella esquina. Allí había estado, dos siglos antes, quizá trasladada en alguno de sus aparatejos fantásticos. Hoy, el Museo Jules Verne, en la ciudad francesa que lo vio nacer, es un pequeño tesoro que guarda mi experiencia. Y fue real.


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