Revista Cultura y Ocio

Un viaje al pasado de las murallas de Ávila

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Piedras en la muralla de Ávila. Imposible no emocionarme al verlas. Danzan al son de su montaña y de la Historia. Elegantes, silenciosas, protectoras.
Un viaje al pasado de las murallas de ÁvilaSi corriera sangre por esos bloques sería la misma que me recorre al contemplarlas. Porque Ávila me ha dado mucho desde un principio. Historia y leyendas. Cariño y amistad.

Y llego a ella silenciosa. Sin querer más que recorrerla y sentirla. Y me voy de ella con el alma en paz. Con el corazón a rebosar… Gracias a todos vosotros que me habéis acompañado siempre en el camino.

Un viaje al pasado de las murallas de Ávila


Corre aire fresco. Pero lo agradezco y mucho. Que me dé en el rostro. Y me despeje. Que me dé de lleno. Que tiemblen sus murallas como tiembla mi corazón.Y subo hacia la ciudad muy despacio. Absorbiendo todo lo que me ofrece… Si pudiéramos escuchar a las piedras, si la Historia nos contemplase… ¿qué nos contaría?

Un viaje al pasado de las murallas de Ávila


Ciudad de Ávila que estás protegida por la sierra de Gredos. Que te elevas sobre una roca que forma meseta. Bellísima ciudad antigua que te resguardas dentro de las murallas. Y en el interior de tus muros mantienes esa calidez humana que los abulenses saben cuidar para que conozcamos tu propia esencia. ¿Qué tendrá tu muralla de granito de color dorado en tu lienzo norte? Has sido valiente y amenazadora a su vez para aquellos que te han intentado destruir durante siglos. Hoy  tu silueta danzarina a lo largo de la montaña dibuja ochenta y ocho torreones, dos mil quinientas almenas y nueve puertas. Murallas de Ávila que atrapas miradas…

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Fueron tus puertas más débiles San Vicente y el Alcázar. Y aunque las dos estaban coronadas por dos torres de veinte metros y por almenas que permitían a tus habitantes que te defendieran, era la zona por donde más fácil llegaban los enemigos al interior. Tus puertas más primitivas estaban protegidas con una gruesa plancha de hierro y clavos. Eran dobles: las exteriores giraban y las interiores se elevaban ocultándose entre las piedras.

Desplegabas las demás puertas entre los riscos. Era la mejor defensa que te ofrecía la propia naturaleza. Tienes una preciosa puerta llamada Paso de la Harina que nos susurra para que elevemos nuestra mirada hacia lo alto y contemplar el bello ábside de la catedral.

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Tu pétrea defensa fue construida en el siglo XI bajo los deseos de un arquitecto francés y por órdenes del yerno del rey Alfonso VI, Ramón de Borgoña. Esclavos árabes y judíos trabajaron tan intensamente que tan solo tardaron nueve años en finalizarla (1090-1099). Posees varios emblemas tan puros y fuertes que todos reconocemos. Albergaste a mujeres tan envidiables como Isabel, aquella que reinó con gran rectitud y sencillez; o Santa Teresa, mujer tan alegre como buena; tan santa como literata y tan tenaz y rebelde como emprendedora.

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Si nos sentamos a contemplarte podemos ver con los ojos de la imaginación como entraban los caballeros al frente de sus ejércitos y salían junto a sus escuderos y mozos de armas. Hombres con la mirada puesta en el dominio de algún territorio. Y si es de noche, tienes unas murallas que se alzan hacia un cielo limpio, sereno y poético.

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Pero en otras ocasiones se presentan peligrosas; en esos días de cruento invierno, cuando el paisaje se cubre de nieve o de hielo ante unos cielos plomizos. Imposible no verte desde lejos... Nos invitas a que entremos en la ciudad buscando cobijo.Tus piedras más antiguas nos hacen recordar a Tarik, aquél que desembarcó en Tarifa con cien caballeros y cuatrocientos soldados. Y al que muchos españoles se unieron. Vencer en Tarifa le permitió seguir avanzando hacia el norte tomando poblaciones de Andalucía y Lusitania. Reforzadas sus huestes trabaron batalla contra el rey don Rodrigo que, según cuentan, pudo huir hacia la sierra de Gredos o de Guadarrama. Pero unidos Musa y Tarik le dieron muerte en tierras de Salamanca. Y caíste en poder del terrible Musa. Tus habitantes muy asustados huyeron hacia Portugal, Asturias y Cantabria. Allí quisieron ayudar a don Pelayo.Asolada estabas, Ávila, por las guerras y la sequía. Tus fértiles campos de cultivo fueron abandonados y el resto de la Península comenzó a pasar hambre. La enfermedad de la peste se cebó con los más débiles y pocos hombres quedaron con fuerzas para manejar las armas. Algunos se retiraron hacia los valles de Asturias y León buscando cómo sobrevivir. 

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Algo que provocó el miedo en Tarik. Porque sabía que los cristianos, aunque muy debilitados, le iban a hacer frente. Su obsesión eran las poblaciones fortificadas. Le encantaba destruirlas. Y tú, Ávila, eras una de ellas. ¿Y qué hizo? Pues derribó tu muralla para debilitarte más. Para dejarte indefensa. Ésta sería la primera vez que tus muros caerían. Los cristianos, silenciosos, comenzaron a reorganizarse con un único objetivo: expulsar a los musulmanes de la Península. Una empresa que duró siglos. ‘Guerra al invasor’ gritaron aragoneses, astures, gallegos, navarros y vascongados. Después de la batalla de Covadonga comenzaron a desplazarse hacia la despoblada Castilla. Donde los que mejor sobrevivían eran los pastores.Muerto don Pelayo en Cangas de Onís le sucedió Alfonso el Católico con la gloriosa tarea de ir desplazando a los musulmanes hacia el sur. Recobró pequeños territorios de Lusitania, Lugo, Tuy, Astorga y siguió hacia Segovia. Tu reconquista hacia el año 740 obligó a reconstruir algunos lienzos de muralla que se habían visto dañados. Un rey que, levantó tantos castillos, que a los territorios donde había alguno de ellos comenzaron a llamarle Castela. Algo de miedo debieron causar las huestes de Alfonso el Católico. Aquél de cabello largo y enmarañada barba; de estatura mediana, con ásperas mallas y cuyas armas podían ser una hoz de segar o simplemente un tirachinas. Llegó Abderramán I y tus murallas volvieron a ser destruidas. Caíste en su poder cuando se dirigía hacia Córdoba. Tus habitantes optaron por huir hacia la sierra. Y después recorrió Extremadura y Lusitania. Y allí donde recalaba, ordenaba construir mezquitas y escuelas para la enseñanza de su religión. Años más tarde volvieron los enfrentamientos entre el rey de Asturias y el emir de Córdoba.

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Fue por aquel entonces cuando los árabes llamaban Galicia al territorio que quedaba al norte de la sierra de Guadarrama. Así que tú, pertenecías a Galicia. Y no iban muy desencaminados porque tus habitantes fueron los cristianos más aguerridos y voluntariosos. Una vez conquistada volviste a ser fortificada. Con el ir y venir de unos y otros ya tenemos a Almanzor fuera de sí destruyéndote de nuevo. Y tu muralla completamente derribada. De nuevo fuiste tierra fronteriza entre musulmanes y cristianos. 

Y los abulenses no quisieron volver a reconstruir de nuevo tu muralla; no, mientras estuviera Almanzor. Aquel que maltrataba a los presos. Que los ataba en grupo de cincuenta y obligaba a seguir a sus tropas. Hacia Córdoba se dirigía con sus carretas repletas de oro y plata mientras los esclavos portaban a sus hombros las campanas de Santiago de Compostela. Y allí, en la mezquita de Córdoba las utilizó como lámparas. Muerto Almanzor, cuentan que su cadáver fue enterrado con el polvo que cayó de sus telas al ser sacudidas. Ropajes que había llevado durante más de cincuenta batallas.

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Fue rey de Castilla y León don Alfonso VI. Aquel que premió a don Ramón y doña Urraca, condes de Galicia, por haberte repoblado de nuevo. 

Y desde ese momento, Ávila, fuiste cristiana. Arrasada en repetidas ocasiones por musulmanes y cristianos. Fronteriza entre una cultura y otra. Camino obligado... Por tus ganas de proteger y vencer. Por mantener tu esencia. 

Un viaje al pasado de las murallas de Ávila
Porque luces con orgullo ser Patrimonio de la Humanidad. Porque nunca quisiste ser destruida…
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