Revista Cultura y Ocio

Una casa.

Publicado el 26 abril 2013 por Molinos @molinos1282

UNA CASA.Hay gente que piensa en conceptos abstractos, otros piensan en hojas de cálculo, otros piensan en hechos, en cosas tangibles, otros en ceros y unos y otros tienen el superpoder de no pensar en nada.
Yo pienso en imágenes. Soy muy buena en eso. Cuanto más complejo es un pensamiento o una sensación o una idea más fácil me resulta construirme una imagen mental donde encajar todas las piezas de ese pensamiento, idea o sensación. Con esto quiero decir que no pienso en imágenes las chorradas del día…solo las cosas importantes.
Soy una casa. Una casa grande, con dos pisos, un bonito tejado a dos aguas, grandes ventanales y un porche con sofás para tumbarme a leer y una mesa para escribir.  Tengo un jardín con muchos árboles, mucho verde y a veces se ve el mar y a veces la montaña. Soy una casa y escribo un blog. La casa es visible, está al alcance de la vista de cualquiera que pase por delante en mi vida diaria. Me ven desde el otro lado de la valla que delimita mi jardín. La casa puede gustarles, puede intrigarles, puede parecerles preciosa, acogedora, pueden tener ganas de ser invitados y pasar a ver que hay dentro. Otros pueden considerar que es fea, pretenciosa, absurda, ridícula y un horror y pasar de largo y muchos otros, muchísimos puede que  ni siquiera la vean y la ignoren completamente.
Luego está la gente que entra en el jardín. Algunos se cuelan y los echo en cuanto puedo, otros consiguen llegar hasta la entrada pero jamás pasarán de ahí. En este nivel está gente con la que trabajas, que conoces de manera casual o que son conocidos lejanos.
Hay otro grupo de gente a los que les abro la puerta y les dejo pasar a la entrada, desde donde se ve algo del interior. Se ve donde está el salón, la cocina y puede que una habitación dónde trabajo. Charlo con ellos en esa zona y pueden hacerse una idea de cómo soy por como tengo decorada la casa…obviamente no soy una loca del terciopelo y los mármoles, ni me planteo la decoración zen como estilo de vida. Hay días que verán que todo está desordenado y otros en los que parece que todo está en perfecto estado de revista, lo ven todo desde la entrada pero no pasan de ahí. En este nivel está casi toda la gente con la que he trabajado en mi vida, me conocen, saben que tengo pareja, hijos, donde voy de vacaciones y perciben si un día estoy de una mala leche de flipar y otro estoy tan feliz que estoy insoportable…pero pueden perfectamente no conocer nunca el motivo de ese estado de ánimo.
Otro grupo de gente es la que voy dejando entrar poco a poco, primero al salón porque es mi parte más estupenda donde están los sofás cómodos, hay libros, buenas vistas y suele estar medianamente ordenado. Después puede que les pase a la cocina que es un espacio de más confianza y donde todo es más cercano, menos de "visita". Puede que incluso les deje usar el baño de la planta de abajo para que me cuenten sus cosas buenas y las no tan buenas. Pueden pasar años en ese nivel de confianza, pueden pasar al siguiente o pueden romper algo, algo valioso y retroceder al nivel verme desde la entrada.
Después están mis amigos y mi familia, esos que llegan, entran, gritan mi nombre desde la entrada, me buscan por toda la casa y abren todas las puertas hasta que me encuentran. Les da igual lo que esté haciendo, que esté en modo activo o en modo “bichobola”. Han venido a verme y quieren verme y ya está, conocen mis escondites. Pueden incluso llegar, entrar, buscarme, no encontrarme y sencillamente sentarse a esperar que aparezca…y esperarán lo que haga falta.
De todas esas personas que entran en mi casa y la sienten como suya, hay unas cuantas, muy pocas, poquísimas…que son capaces de buscarme cuando estoy metida en la cama tapada hasta las orejas y sencillamente ponerme la mano encima y decirme que todo saldrá bien. Esperan a que me de la gana de sacar la cabeza y también se cabrean, abren la ventana, me sacan a rastras y me dicen: deja de hacer el gilipollas, ponte de pié, vístete y sal. Son las mismas personas que son capaces de soportarme cuando ando por la casa gritando, cabreada, enfurecida y muy hostil con el planeta y son las únicas personas que me regañan, me dicen que no tengo razón, que me equivoco y que no lo estoy haciendo bien….sin temor a que los eche de la casa.
En el último paso de toda esta imagen mental están las personas para las que abro mis cajones más secretos, mis armarios y el desván. Sitios que llevan cerrados tantos años que ni me acordaba que los tenía pero que ahora necesito enseñárselo. Abro un cajón casi olvidado y le enseño las mierdas que tengo guardadas ahí, algunas espectaculares y otras auténticas miserias que había jurado nunca recordar pero que por alguna extraña razón cósmica necesito enseñarle a esas persona: un cuaderno, una chapa, una piedra, una fotografía, un pensamiento, un recuerdo. No tengo miedo a enseñarlo porque esa persona va a valorarlo como lo que es, como mi jardín secreto que le estoy enseñando y me conoce tan bien que será capaz de valorar lo que sea maravilloso, comprender lo malo y descojonarse conmigo de lo que son mierdas ridículas en plan ¿pero qué es esto que guardas aquí? En mi vida no hay más de 2 personas a las que haya enseñado mis cajones…incluso los que ni siquiera sabía que tenía. Es la gente que me enciende por dentro, no…que hace que me encienda.
Soy una casa y tengo un blog. Leer el blog es verme desde el jardín, ver mi casa desde la valla. A los que le gusta pasan todos los días. Miran, remolonean, intentan vislumbrar algo más entre los árboles y por las noches intuyen algo en las ventanas con las luces encendidas. Oír mi voz o ver mi foto es como si me paseara por el jardín y me vieran en persona, ya no soy como se imaginaban, me ven tal cual soy. Conocerme en persona es una barbacoa en el jardín.
Hoy, mientras pensaba en todo esto en mi absurdo viaje a Mordor, ha saltado esta canción de Bruce que cuenta algo parecido “Secret garden”

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