Revista Vino

Una cierta felicidad humilde.

Por Louzan
Llevo una serie de días bastante malos. Y entre la densa niebla, hace unos jornadas, llegué a una interesante conclusión que me apetece compartir con todos vosotros.
Tengo una suerte inmensa.
No hablo de la que se achaca a los ganadores de la lotería, a los poseedores de un PC que funciona siempre o a los residentes en el sur de España. No. Hablo de la suerte que se cruza a diario en tu camino sin banagloriarse, sin pavonearse mientras te mira con gesto esquivo. Hablo de la clase de suerte humilde que implican la serie de cosas de las que voy a hablar en las siguientes lineas.
El vino me lo dio y me lo quito. Mi desequilibrio, mi actual handicap parte del shock de saberme tan mortal como todo el mundo en los negocios. O mas que mortal, muerto y enterrado. Un inútil.
Pero, al mismo tiempo, el vino me dio la oportunidad única de conocer a gente extraordinaria en todas las facetas de la vida. En todas.
Una cierta felicidad humilde.El vino me trajo a Mariano, me enseño la puerta del "clan de los asturianos", los diletantes (que tiempos) y de entre ellos a mi hermano Picki, mi co-hermano Jorge y mi antihermano Jorge Sibarita (que bien me caes puñetero). Asturias es para mi y para siempre Fran "el Dile", y el gran Lolo y Marta, y como no Tony (mi amigo). El vino me puso en la senda de la Asturias que desconocía y que ofrece lugares y personas, y comer y beber como dios (que grande eres Martino, que grandes en El Palermo, y los Coalla y German y ese Pitu y esos Callos). Y Elias (que duro es todo y que duros somos nosotros, ¿a que si?)
El vino me llevó con Luis Anxo a pasear por Arnoia, me trajo a Rodri y su concepto de la vida plena que deriva en vinos legendarios, me presentó a Rafa y así descubrí un aventurero de la viña y de la naturaleza. La viña me llevó a Cebreros y a probar la garnacha tal cual es y no tal cual quieren que sea los de siempre. El vino y la viña me abrieron a Rías Baixas y al blanco violento, certero y punzante de Castrelo, de Xurxo y de Alberto.
Y el vino, la viña, Rias Baixas, la Riesling y los cielos me llevaron un buen día a Portonovo y a la curva. A Curva.
Por si fuera poco tener una carta de vinos mayor y mas cuidada que el 98% de los restaurantes en Galicia, va Miguel, se pone chulo, y le llama al bar tal cual es y está. Sin inventos. Dios escribe recto con renglones torcidos. Miguel sirve vinos geniales y desconocidos en una taberna de Portonovo rodeado de locales mediocres de producto de tercera por todas partes menos por una. Tal que una especie de Asterix en la aldea gala, que resiste ahora y siempre al invasor de la Rioja.
En mi ultima visita de 2014 dos Riesling por copa espectaculares, almejas, croquetas, volandeiras, pulpo y hasta patatas fritas, con su postre y café, para dos por 50€. Y habrá quien se queje. Lo hay. Siempre hay alguien que no se entera de nada. Siempre.
Una cierta felicidad humilde.Miguel es un rara avis, no solo por A Curva, por María Fechoría y su catálogo de vinos tan espectaculares como desconocidos para "la masa" o por sus camisetas para el servicio (la suya pone "rapas de a bordo". Ahí queda). Miguel es especial porque con el al frente te sientes bien. No creo que se haya enfadado nunca en su vida (enfadado de verdad, en plan Charles Bronson o Harry el Sucio) y estoy seguro de que si se enfadó fue con el vino por en medio. No veo a Miguel queriendo convencer a nadie de que unos de sus vinos tiene 95 puntos Parker y que por esa única razón te tiene que gustar si o si. No veo a  Miguel vendiendo nada que no le guste realmente. Nada que no le llene, que no le haga suspirar y abrir los ojos.
A Curva es un lugar especial porque si, porque lo es. Habrá quien no entienda lo frágil de que algo así se de en un mercado tan patético y poco inspirador como la hostelería costera en Galicia. Habrá quien no comprenda que algo así jamas existiría sin un Miguel, o una Eva y un Iago, o otro Iago y un Marcos, o una Lucia y un Nacho, o un Fran y una Sefa. Anormalidades cósmicas de la cocina gallega condenadas a superar con mucho, con mucho, el nivel con el que otro u otra cualquiera triunfaría en Madrid o Barcelona. Pienso en un David "Diverxo" en Galicia, mandándolo todo a la mierda a los 3 años de abrir diciendo "iros todos a comer cocido y churrasco por tres duros y que os den por...". Ese es el nivel, sin florituras.
Y ahí vive y trabaja Miguel Besada. Ahí trabaja y abre con un rotundo éxito A Curva. Ahí y no en ninguna otra parte siguen luchando y a veces triunfando, cada día mas consolidados, mas referentes, Acio y A Tafona. Que orgulloso estoy de todos ellos y ellas. Sobre todo de ellas.
Esta oda de final de verano lo es a modo de descargo. El vino me dio, me da, mucho mas de lo que yo le daré nunca a el. Le he dado un librillo menor sin mucho éxito mas allá del esperado para la opera prima de un desconocido a la par que poco agraciado y poco amigo de las multitudes.  Un escritor justito con un regusto raro por el exibicionismo emocional. Yo.
Me pedía el cuerpo el poner negro sobre blanco lo mucho que le debo al vino para no estar aún peor, para ver que al final tengo una suerte inmensa, de esas que no gustan de pavonearse ni banagloriarse por su astucia y capacidad. Una suerte humilde. A Curva, Miguel, Mariano, Picki, Asturias. Mi mujer y mi hijo.
Entre la niebla, Felicidad. Y el perro negro sigue cabalgando.
*Fotos: en la web. Y no demasiado buenas. No puedo permitirme otras hoy, sorry.

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