Revista Viajes

Una crónica ¿divertida?

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Durante cinco días intenté escribir una crónica sobre Little Havana. Me sentaba frente a la computadora con el ánimo de quien va a escribir la mejor nota del mundo y dos horas después, tenía que levantarme sin ningún párrafo completo, con el recorrido de esas calles en mi mente, con el sabor aún fresco de ese mojito que me tomé con el calor del mediodía en una de sus esquinas, mientras escuchaba al grupo Niche. Cinco días y la crónica se resistía.

A veces, Caracas me atrapa. Me despierta su ruido, me aturde, llueve siempre aunque haya sol. No la quiero todos los días, eso ya lo he dicho. Voy y vengo de mi ciudad con ese amor-odio que parece tenemos permitido quienes la padecemos. Pero, de repente, la adoro y la defiendo sin remedio, a pesar de no dejarme escribir. O, al menos, esa es mi excusa: que no me deja. Llevo toda mi vida viviendo en la misma esquina; esa desde dónde se ve el parque de diversiones, un pedacito de autopista, El Ávila y el Hotel Humboldt. Tengo mucho tiempo trabajando al lado de esa ventana que me repite el paisaje, que me atrapa y me desconecta al mismo tiempo. Desde lo más alto de Bimbolandia, el parque que veo desde mi ventana

Desde lo más alto de Bimbolandia, el parque que veo desde mi ventana

“En Little Havana se respira la salsa, huele a tabaco y algunos se detienen a tomarse una foto delante de la estrella de Celia Cruz en un improvisado Paseo de la fama, al estilo de Hollywood”. Se cuelan los gritos del parque, mis perros ladran, alguien lanza una puerta. Mi tía grita. ”Llego a la calle 8 más temprano de lo necesario. Huele a comida frita y ácida”. Otra vez los gritos desde el parque y los brazos agitados de esos que saludan cuando ya están muy arriba en esa atracción que no sé cómo se llama. Otra vez los recuerdos de mi infancia, allí mismo, corriendo de un lado a otro, sintiendo que no había acto mejor que el de atravesar la manzana montada en el gusanito y alzar las manos justo en la bajada.
A este barco le tenía miedo, cuando era niña

A este barco le tenía miedo, cuando era niña

Bailarina copy
Dejé la crónica en algún momento de esos cinco días de resistencia y fui al parque. Subí a ese que llaman “La Bailarina” y que de niña me parecía el mayor de los atrevimientos. Fui a los carros chocones y, en dos tandas, choqué y reí lo suficiente. Luego, subí a esa atracción que veo desde la ventana para darme cuenta lo clara que se ve la sala de mi casa, incluso, la entrada a la cocina. Entonces, también alcé los brazos, también grité y volví a reír.Solo así pude volver a caminar por las calles de Little Havana y escribir con quietud. Los parques de diversiones son para divertirse, sí, pero también para concentrarse. Vengo aquí a compartir las crónicas de mis viajes, pero también se vale que, de vez en cuando, se enteren de uno que otro delirio. Entonces, vuelvo a la esquina, escribo, y sigo mirando por la ventana.

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