Revista En Femenino
"Ser padre lo compensa todo". Quedaos con esta frase. Aunque seguramente la hayáis escuchado, y hasta escrito, en incontables ocasiones. Es ya un mantra, interiorizado y asumido. Lo que no tengo tan claro es si se usa más para vender la maternidad y paternidad, o para autoconvencernos a los que ya somos madres y padres.
Llevamos unos días un poco descontrolados. Las noches hace tiempo que dejaron de ser sinónimo de descanso. Pero hemos descubierto un nuevo nivel, un escalón superior: la sala de espera de urgencias. A los despertares nocturnos se le han sumado gritos de la pequeña, encogida en la cama y llorando de dolor cada pocas horas, durante varias noches. Y un par de visitas al hospital. Mierda. Estreñimiento, gases, apendicitis, obstrucción intestinal... A uno se le pasa de todo por la cabeza. Sobre todo en las horas de espera hasta que por fin la vea un médico o le hagan alguna prueba. Y de todo esto la peor parte se la llevó la Maestra-Jedi.
Y cuando no saben decirte qué es exactamente lo que le pasa a la niña, es peor aún. Radiografías, tactos, palpaciones, enemas, y ningún o escaso resultado durante unos días. Mierda. La única forma de que duerma algo es tranquilizarla en brazos, o con masajes, mimos y paciencia. Luego por la mañana, se levanta otra niña, como nueva. Llevamos a su hermano al cole y ella se queda a pasar la mañana en casa conmigo. Más mimos, juegos y risas, hasta que le da otro apretón. Menos mal que parece que poco a poco el atasco se va solucionando.
Pasan los días, y aún con cierta preocupación en el cuerpo, recibo unos mensajes de la Maestra-Jedi, y empieza a describirme cómo están jugando los padawanes. Los está escuchando hablar entre ellos en su cuarto. Cada uno sentado con un muñeco en el sofá, y Luke diciendo nombres. De pronto dice: –"¡Natalia Ruiz y Rey Marshall!". A lo que Leia le responde: –"Eah, ya nos toca, vamos a la habitación del médico. Menos mal que llevamos dos horas esperando". Luego siguen; que si tengo varicela, que si abre la boca, que si coge el ticket del ordenador, que si ya nos podemos ir a casa con la medicina... El protocolo de pe a pa, con forma de juego. Y la Maestra-Jedi no puede evitar reírse, como yo al leerlo en móvil e imaginarme la escena. Y es que ser padre –o madre igualmente– lo compensa todo.
Llega de nuevo noche, y vuelven a oirse gritos. Mierda. Salto como un resorte de la cama. Pero esta vez, al preguntarle asustado a Leia qué le ocurre, me contesta aún en sueños: –"Venga, quiero chocolatina"...
Paso otra mañana con la peque, y ya parece todo superado. Es la semana de Feria, pero por la tarde me toca ir a trabajar. Y mientras me preparo en el cuarto, aparece la pequeña Leia. Viene a enseñarme lo que ha estado dibujando y escribiendo en un folio...
[Papá, ben conmigo a un mundo ideal]
[XXXXXXXXXXXXXXX] (Besos)
[Papá te quied mucho]
¿Lo compensa o no lo compensa todo una cosa así? Yo cada día lo tengo más claro.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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Llevamos unos días un poco descontrolados. Las noches hace tiempo que dejaron de ser sinónimo de descanso. Pero hemos descubierto un nuevo nivel, un escalón superior: la sala de espera de urgencias. A los despertares nocturnos se le han sumado gritos de la pequeña, encogida en la cama y llorando de dolor cada pocas horas, durante varias noches. Y un par de visitas al hospital. Mierda. Estreñimiento, gases, apendicitis, obstrucción intestinal... A uno se le pasa de todo por la cabeza. Sobre todo en las horas de espera hasta que por fin la vea un médico o le hagan alguna prueba. Y de todo esto la peor parte se la llevó la Maestra-Jedi.
Y cuando no saben decirte qué es exactamente lo que le pasa a la niña, es peor aún. Radiografías, tactos, palpaciones, enemas, y ningún o escaso resultado durante unos días. Mierda. La única forma de que duerma algo es tranquilizarla en brazos, o con masajes, mimos y paciencia. Luego por la mañana, se levanta otra niña, como nueva. Llevamos a su hermano al cole y ella se queda a pasar la mañana en casa conmigo. Más mimos, juegos y risas, hasta que le da otro apretón. Menos mal que parece que poco a poco el atasco se va solucionando.
Pasan los días, y aún con cierta preocupación en el cuerpo, recibo unos mensajes de la Maestra-Jedi, y empieza a describirme cómo están jugando los padawanes. Los está escuchando hablar entre ellos en su cuarto. Cada uno sentado con un muñeco en el sofá, y Luke diciendo nombres. De pronto dice: –"¡Natalia Ruiz y Rey Marshall!". A lo que Leia le responde: –"Eah, ya nos toca, vamos a la habitación del médico. Menos mal que llevamos dos horas esperando". Luego siguen; que si tengo varicela, que si abre la boca, que si coge el ticket del ordenador, que si ya nos podemos ir a casa con la medicina... El protocolo de pe a pa, con forma de juego. Y la Maestra-Jedi no puede evitar reírse, como yo al leerlo en móvil e imaginarme la escena. Y es que ser padre –o madre igualmente– lo compensa todo.
Llega de nuevo noche, y vuelven a oirse gritos. Mierda. Salto como un resorte de la cama. Pero esta vez, al preguntarle asustado a Leia qué le ocurre, me contesta aún en sueños: –"Venga, quiero chocolatina"...
Paso otra mañana con la peque, y ya parece todo superado. Es la semana de Feria, pero por la tarde me toca ir a trabajar. Y mientras me preparo en el cuarto, aparece la pequeña Leia. Viene a enseñarme lo que ha estado dibujando y escribiendo en un folio...
[Papá, ben conmigo a un mundo ideal]
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