Revista Ciencia

Una esperanza para los chatarreros urbanos

Por Francisco Nebot Edo

chatarreros

Nuestras ciudades, cada vez están más plagadas de aquellas personas que con pocos recursos, van por las calles arrastrando carros de supermercado, bicicletas tuneadas o incluso carros de la compra arrancando de los contenedores aquello que lo que otros ya no le damos un segundo uso. Arrastran el peso de los desechos y la supervivencia de las familias de las que muchas veces son la única fuente de ingresos, los pocos euros que consiguen obtener por su peso.

En sus conciencias, no se encuentran las prioridades que otros valoramos en una sociedad consumista, como puede ser el reciclaje. Sólo quieren conseguir un botín, lo que más pese y si puede ser que tengan metales como el cobre pues tanto mejor para estos “chatarreros”.  Considerados por todos como los marginados del mundo infralaboral, no sopesamos las penurias que muchas veces tienen que soportar.

Y es que incluso tenemos una mala mala imagen de ellos. Sí es cierto que nos dejan las zonas de los contenedores en estados lamentables, con restos esparcidos, como si fuera un vertedero, pero ¿es que acaso pensamos que a ellos les importa? ¿Acaso se les ha aleccionado?

Este grupo social, multiétnico, tiene un trabajo que además de poco gratificante, muchas veces está sujeto a una gran rivalidad entre los mismos chatarreros, pues lo que menos interesa es la colaboración o el trabajo en equipo, es mas importante la individualidad que el grupo.  Y aún más allá, que sentido tendría aunar esfuerzos, si ellos trabajan para subsistir y del resultado de su esfuerzo será lo que pueda comer su familia.

También las condiciones tan penosas de los trabajos, muchas veces sin saber la verdadera naturaleza de los que contienen los contenedores, metales cortantes, vidrios, latas, restos de sustancias corrosivas, etc. hace los trabajos resulten con precarias condiciones de seguridad. Y tampoco es que estas personas conozcan que medidas de prevención deberían adoptar. Ni mucho menos han recibido una formación mínima sobre prevención de riesgos laborales.

Así es poco habitual que veamos a estos hombres con equipos de protección individuales (botas, guantes, etc.) y a veces para remover el contenido de las bolsas dentro de los contenedores, se ayudan de algún palo o pértiga y poco más. Pero también son un riesgo para terceros, pues van con carros muchas veces con poca visibilidad, sorteando coches o personas. Incluso a veces podemos ver a gente escarbando metidos en los propios contenedores, con los consiguientes peligros que esto encierra por emanación de materia orgánica en descomposición (cuando no se separan los residuos organicos del resto).

Pero, existe una tibia luz para estas personas. En el barrio de Sant Martí de Barcelona, un asentamiento de subsaharianos fue desalojado por el anterior gobierno municipal. Centenares de jóvenes chatarreros,  músicos y artistas plásticos, de la noche a la mañana, se vieron  sin casa ni medio de sustento (en las naves guardaban la chatarra que les servía para comer y mandar algo de dinero a sus países originarios).

El plan para erradicar los asentamientos, una forma de borrar del mapa los anti estéticos espacios ilegales, pretendía ayudar a estos cientos de jóvenes a encontrar un trabajo que les permitiera vivir dignamente. El proyecto estrella para generoso objetivo era impulsar una cooperativa de chatarra para que estos hombres pudieran realizar el trabajo al que estaban acostumbrados de forma regular.

El proyecto de la Cooperativa Alencop,  se ha materializado tras meses de anuncios sin frutos aparentes que parecían una entelequia, ya que en agosto abrió en un polígono industrial en el distrito de San Martí. La cooperativa está inicialmente constituida por 15 jóvenes procedentes de esos asentamientos.

Impulsada por el anterior equipo legislativo del Ayuntamiento de Barcelona, estos aportan el dinero durante los dos primeros años (si la economía no cambia las cosas), contó con el asesoramiento técnico de la cooperativa Labcoop, para analizar si era viable algo tan complejo como una cooperativa de chatarreros.

La empresa se dedica a la recogida a domicilio de forma gratuita de electrodomésticos y de todo tipo de chatarra y de su traslado a la chatarrería o al “punt verd” (punto verde).Cualquier vecino que quiera deshacerse de un trasto puede ponerse en contacto con ellos, bien por mail o telefónicamente y aunque en un principio es para un distrito, su idea es ampliar su radio de acción.

En sus primeras fases, facilitan medios a los miembros como  bicis eléctricas con un pequeño remolque,  aunque tienen intención de ampliar la flota y el número de socios. Mucho de los socios de la cooperativa son “sin papeles”, pero aún así pueden conseguirlos cuando formalizan el contrato de trabajo en la cooperativa. Los miembros tienen autonomía.

Lo más importante de Alencop es que fomenta la autogestión. Les empodera y les da autonomía, que era algo que echaban mucho en falta. Aunque como comentaba esta en sus primeras fases, para el 2017, la cooperativa aspira a contratar a 15 trabajadores más.

Tiene tres líneas de acción, pues además de la contratación a jornada completa de los socios, la cooperativa atiende las necesidades de vivienda (pisos compartidos, que la cooperativa paga como parte de su sueldo) y de alimentación. Y es que una parte del sueldo (salario mínimo interprofesional) lo podríamos considerar como una especie de moneda social. Los chatarreros disponen de unos tíquets para algunos restaurantes y tiendas que ellos han elegido.

De momento, la gestión técnica de la cooperativa, está trabajando en los aspectos de transporte de residuos (chatarra) y aleccionar a los trabajadores que busquen tener una visión de equipo. Algo que hasta ahora, es nuevo para ellos y aunque tienen ciertos miedos a lo que este concepto entraña, poco a poco estos se irán disipando. El transporte es un primer frente de actuación, pero la cooperativa, espera realizar todo el proceso completo, es decir, recogida, transporte y reciclaje. Es un recorrido largo, pero como todo el mundo sabe un gran viaje se inicia con un pequeño paso.

[foto: fondo fotográfico del autor]

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