Revista Cultura y Ocio

Una hermosa doncella - Joyce Carol Oates

Publicado el 12 julio 2017 por Elpajaroverde
"En un reino junto al mar habitaba una Hermosa Doncella. Y el Rey de este reino era viejo y deseaba morir, porque había vivido mucho tiempo y estaba listo para morir, pero temía a la Muerte, que se burlaba de él."
La hermosa doncella se llama Katya Spivak; el Rey, Marcus Kidder. Y si empiezo esta reseña a modo de Érase una vez, es porque la novela sobre la que versa, aun siendo contemporánea, tiene reminiscencias de cuento clásico. Y si pienso renunciar a concluirla con un y fueron felices y comieron perdices, es porque la felicidad, muchas veces, dista mucho de lo esperado o de lo que nos dicen que es. Y si me niego en su lugar a colocar un colorín colorado este cuento se ha acabado, es porque, por mucho que se cierren su páginas, una historia nunca acaba cuando sus ecos resuenan, cuando se queda a vivir en ti.
Una hermosa doncella - Joyce Carol OatesKatya Spivak pasa el verano en Bayhead Harbor en casa de un matrimonio pudiente a cargo de sus dos hijos. Un día que pasea con los dos pequeños se encuentra con un caballero. Ella tiene dieciséis años; él, en torno a los setenta. Katya no prestaría atención normalmente a un hombre de esa edad pero su cabellera canosa, su estilo elegante y su peculiar forma de dirigirse a ella, educada, pintoresca e incluso un poco graciosa, se confabulan para que la muchacha entable conversación con él de forma distendida. Será ese el primer encuentro de varios a través de los cuales se va forjando una relación más íntima, asfixiante a veces, contradictoria siempre.
Katya es joven pero no ingenua. Ve el deseo en los ojos del hombre, lo percibe en su turbación. Y Katya juega, porque se cree lista aunque tal vez sea más ingenua de lo que piensa, porque sabe, ya ha tenido tiempo de aprender. Sabe que "una mujer es su cuerpo" y que "un hombre puede ser muchas cosas, no sólo su cuerpo." Sabe también reconocer ese instante en la mirada de un hombre en el que su rostro se cierra, esos momentos en los que una mujer debe decir al oído de un hombre lo que éste quiere escuchar. Así que Katya, hija de jugador, tira los dados y juega.
Esa relación de dominio del hombre sobre la mujer con mezcla de sexualidad y violencia, sin ser protagonista o mostrarse de forma explícita, es una constante en la obra de Joyce Carol Oates, o, al menos, en los libros suyos que llevo leídos hasta ahora (podéis leer las reseñas de algunos de ellos aquí). Y otra constante, además de elogiosa y admirable virtud, en la autora neoyorquina, es su asombrosa capacidad y sagacidad para bucear e indagar en lo más oscuro de la condición humana, lo más íntimo, aquello que callamos, que no queremos pronunciar ni reconocer, eso que nos mantiene pegados a sus historias y su personajes porque, por muy diferentes de nosotros que puedan parecer, son un fiel espejo de toda la ambivalencia y contradicción que llevamos dentro.
Esta historia que os traigo hoy, tal vez carezca de las palabras-cuchillas de otras de la autora, pero, sin duda, sus frases abren abismos bajo nuestros pies. Oates extrema aquí su sutileza y la alía con la sensualidad y un punto de inocencia que, sin embargo, nos deja un regusto agridulce que nos incomoda, como un caramelo envenenado, como la contraprestación a toda recompensa. Sufrimos con Katya, la entendemos, la abrazamos. La autora nos mantiene pegados a su aliento porque crea una atmósfera hipnótica para ella y el señor Kidder. Parece no existir nada más. El hilo que los une, al ir regándose y alimentándose, se estrecha como por arte de magia.
"Hay un término alemán, heimweh, añoranza. Es una sensación poderosa, como un narcótico. Una nostalgia del hogar, pero también de algo más, de un yo pasado, quizás. Un yo perdido. La primera vez que te vi en la calle, Katya, tuve esa sensación... No sé por qué."
Tal vez sea ese yo perdido lo que intenta recuperar Marcus Kidder a través de Katya. Se percibe como un flujo de energía entre el despertar a la vida de la joven niñera y el ocaso del distinguido caballero. Porque el señor Kidder, por muy entrañable y encantador que pueda parecer, no es un títere en las manos de nuestra particular Lolita. Algo esconde, algo quiere. Pareciera como si quisiera moldear a Katya tal como al cristal reconvertido en flores que adornan su hogar.
"Así, despacio, despacio, vino ella, y despacio se acercó a él. Y lo único que dijo cuando llegó: "Joven, creo que te estás muriendo"."
Y la joven es en este caso la que se acerca, despacio e, incluso a veces, retrocediendo.

Una hermosa doncella - Joyce Carol Oates

Transparet dice. Fotografía de Luis Romero


Ella viene de una familia en la que siempre ha faltado el dinero. Pero no es sólo el alto nivel adquisitivo de él lo que la atrae, sino, también, todo lo que lo rodea: la elegancia, la distinción, las buenas formas, la cultura,... Poco a poco le van atrayendo más cosas de él, porque a Katya no sólo le ha faltado el dinero, sino el cariño, la atención. Su padre se fue siendo ella niña y aún espera a que regrese; su madre le pide un gran favor y ni siquiera se acuerda de llamarla para agradecérselo, sus hermanas no se preocupan por ella,... Está sola en Bayhead Harbor, tan solo cuenta con el cariño que deposita en sus dos pupilos que tras el verano se olvidarán de ella. Pero el señor Kidder la ve, a ella, su mirada traspasa su piel, su mente lee sus pensamientos. Y a Katya nunca nadie la había visto.
"Tu cuerpo no es más que un recipiente de tu alma: tu cuerpo perfecto es el recipiente de tu alma perfecta. Y es tu alma, Katya, lo que deseo retratar."
Y lo que Joyce Carol Oates retrata magistralmente para nosotros es la lucha interior que vive Katya, esa mezcla de repulsión con los nuevos sentimientos que le despierta el señor Kidder, ese contraste entre sentirse sucia y el poder purificador del amor."Cuando alguien es amable contigo, te sientes más vulnerable que nunca", y cuando te sientes querido, bajas las defensas, cedes las barreras, te sientes desarmado, indefenso. Porque el anhelo más secreto de todos es sentirnos únicos y especiales para alguien. Porque el miedo más íntimo es el no sentirse querido y el sentirse rechazado, la soledad. Esa es la historia que vivimos todos una y otra vez y que, como los cuentos clásicos, es universal. Por eso aquí no vale el fueron felices y comieron perdices. Por eso está negado el colorín colorado este cuento se ha acabado. Todos somos hermosas doncellas a la espera de ser vistas y tocadas por la mirada de su Rey. Todos estamos condenados a un perpetuo érase una vez.
"El slap-slap-slap de las olas era hipnótico, y, sin embargo, lo cierto es que el océano es un lugar duro e inhumano, y al adentrase en las olas puede romper de pronto una que nos derribe, nos revuelque, nos llene la boca de agua salada y arena; en unos segundos, una puede ahogarse si no la quieren y no la protegen." 
"No existe miedo más primitivo que el miedo a que no nos amen y no nos protejan."

Una hermosa doncella - Joyce Carol Oates

Playa. Fotografía de Alex García


Ficha del libro:
Título: Una hermosa doncella
Autora: Joyce Carol Oates
Traductora: María Luisa Rodríguez Tapia
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2011
Nº de páginas: 224
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