Revista Cultura y Ocio

Una historia compartida

Publicado el 23 enero 2024 por Rubencastillo
Una historia compartida

Después de leer con auténtica admiración este maravilloso libro de Julia Navarro (Una historia compartida. Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos), que es un densísimo proyecto para revindicar a las mujeres que, habiendo sido cruciales en la historia del pensamiento, el arte y la ciencia, han sido preteridas por la visión “hombrecéntrica” (permítaseme el palabro), me formulo una pregunta que me hace fruncir el ceño, sin sombra alguna de ironía: ¿a cuántas mujeres he leído e incorporado a mi blog de reseñas? Nunca me ha preocupado respetar ningún tipo de “porcentaje”, como es lógico (no leo a nadie porque sea hombre o mujer); pero la ridiculez de la cifra final me ha dejado absolutamente perplejo. Eran (son) muy pocas. Insisto: nunca me he dejado llevar por criterios sexuales para elegir la obra que voy a leer. Pero insisto también: son muy pocas las mujeres que he reseñado. Me he quedado entonces en silencio y me he formulado, sin testigos, la pregunta clave e inquietante: ¿me habré dejado influir (de forma inconsciente) por una “tendencia de mercado”, que se ha colado en mi biblioteca o en mi ánimo sin que fuese capaz de detectarla? Después de ese interrogante, me he metido entre los anaqueles de mi biblioteca y he contado los libros “de mujeres” que tengo allí sin leer: Laforet, Matute, Gordimer, Austen, Mistral, Belli, Camps, Dickinson, Fortún, Champourcín, Quiroga, Buck, Lessing, Yourcenar, Munro, Fallaci… Y he sentido un escalofrío, porque he sentido el vértigo revelador de que quizá sí que me he dejado “conducir” por una inercia “hombrecéntrica”.

Absorto y embriagado por la manera en que Julia Navarro me ha ido contando las vidas y aportaciones de estas mujeres envueltas en la niebla, me he decidido a corregir mi injusticia. Una mujer me convirtió en lector (mi tía Esperanza, que era bibliotecaria); una mujer fue mi primera admiración consciente (Agatha Christie); una mujer escritora vive conmigo… ¿Por qué no les he prestado a ellas más atención? “El sonido de las campanas forma parte de nuestra cultura. Hay que ser rematadamente tonto para que a uno le molesten”, indica Julia Navarro en la página 195 del volumen. “En España el sectarismo es un pecado tan gordo como la envidia”, nos dice en la página 312. Yo he escuchado por fin esas gozosas campanas y he comprendido mi involuntario sectarismo: es hora de ponerle remedio de forma contundente.


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