Revista Arquitectura

una iglesia adnamantina

Por Jaumep
El parque de San Francisco, en Almazán, desahoga una agrupación bastante densa de torres de viviendas que se le volcan des del sur y des del este, poco separadas entre ellas, de un diseño anodino. A norte es limitado por una agrupación de viviendas unifamiliares pareadas de planta baja y piso y, en su esquina noroeste, hallamos la estación de autobuses y una escuela a pocos metros. A oeste hay un solar no edificado, y, más allá, las vías del tren, con la estación muy cerca, a sur. Es de una planeidad casi perfecta, y su forma en planta semeja un triángulo rectángulo truncado.
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Emplazamiento. El parque de San Francisco, Almazán. La iglesia formando parte y organizándolo, torres altas a sur, pareadas a norte.
En su lado oeste se ubica el complejo parroquial del mismo nombre.
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Este complejo es, antes que nada, aire organizado por un conjunto de geometrías dispuestas entre sí a distancias bien medidas. Eventualmente estas formas son edificios completos con funciones bien definidas.


Ello engloba el complejo en esta familia de agrupaciones de edificios con sentido, como pueden ser la Acrópolis de Atenas, el Camposanto de Pisa o la sede de the Economist, de los Smithson. El espacio abierto que se usa como nave principal en la catedral de san Basilio o la planta baja del edificio Fórum en Barcelona serian, también, buenos ejemplos de lo mismo.
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La Acropolis de Atenas.
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Catedral de San Basilio, Moscú: el espacio residual entre capillas configura la nave principal.
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la sede de the Economist, Alison & Peter Smithson: conjunto de edificios que ponen en valor la casa existente y juegan entre ellos y con la vecina Fleet St. El espacio entre ellos es activo y representativo (parte del film "Blow up", de Michellangello Antonioni, se rodó en él).
El complejo se organiza, englobando el parque completo, a base de una serie de ejes mayores y menores que atan los edificios entre sí y con el resto de espacios vacíos. Estos ejes están fuertemente jerarquizados, llenos de obstáculos e hitos visuales que los llenan de tensión. Caminarlos no será un acto neutro. Cuando alguna de las piezas del complejo interseque un eje lo hará sin dar ningún tipo de información ni sobre su función ni sobre su acceso.
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en el eje mayor: no vemos el acceso a la iglesia ni sabemos qué es.
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Planta del emplazamiento. Notar el bellísimo grafismo característico de todos los planos de Javier Bellosillo.
El eje principal cruza el parque por su diagonal mayor y define un camino ceremonial que culmina en el interior de la iglesia. El espacio en torno a él es fuertemente asimétrico y se va dilatando y comprimiendo conforme vamos avanzando. En algunos puntos llega a ser imposible caminarlo: una barandilla lo ocupa parcialmente y fuerza a desviarnos un tanto para favorecer las vistas oblicuas.
El eje secundario interseca con el principal oblicuamente y es tangente al complejo. Funciona como eje de simetría entre el espacio construido y el espacio completamente libre del parque.
Otros ejes terciarios organizan rincones y caminos peatonales, y exploran relaciones entre los diversos elementos del complejo y entre ellos y el vacío.
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Los ejes: el principal cruza el parque. El secundario simetriza el complejo respecto del espacio vacío. Otros permiten cruzar el parque y estar entre los edificios.
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foto por el eje menor: el puente, la puerta de la sala de los niños, el campanario.
El centro de todo el conjunto construye la intersección entre los ejes primario y secundario mediante un artefacto mitad puente mitad escultura, que será el modelo para todo el resto de edificaciones del complejo. Consiste en un juego de cuadrados y rectángulos superpuestos. El rectángulo superior se pliega en una serie de láminas verticales y horizontales de unos veinte centímetros de grosor, autónomas, sin intersección entre ellas. El cuadrado inferior es un pozo (construido con esquinas) de unos dos metros de profundidad.
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El interior del complejo (es decir, el interior de cada uno de sus edificios más sus cubiertas transitables) no pertenece al parque, y, para significarlo, ni uno solo de los planos por los que podemos caminar estará a su nivel. O se sube o se baja, pero jamás estaremos en la cota cero, que se reserva al espacio no tocado.
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edificios sin cota cero.
Así, el centro de la intervención es un puente sobre un vacío artificial.
La paleta de materiales es muy reducida: hormigón, cristal y acero.
El hormigón, siempre una sola hoja vista interior y exteriormente, define toda la plasticidad del conjunto. Con él se crea una forma primaria trabajada mediante complejísimos juegos geométricos casi sin codificar: las esquinas pueden estar llenas o vacías, y el espacio dilatarse de forma contraintuitiva. Suelos, paredes y cubiertas se agujerean con idéntico repertorio formal.
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interior de la pequeña escuela: espacio definido por su diagonal mayor, oblicuo al eje.
Cuando el espacio es interior los huecos se rellenan con tres tipos de cristal: transparente, armado o pavés. Los dos primeros tipos se montan en carpinterías de acero. El pavés se monta directamente sobre hormigón.
El acero rellena determinadas intersecciones dejadas libres por el hormigón. También se usa para apear la estructura de hormigón en los lugares en que el arquitecto no concibe que ésta se pliegue para aguantarse a sí misma. Está pintado invariablemente de azul.
La función del complejo fija formalmente toda la amalgama de reglas de juego.
Sobre el encargo original de una iglesia, Javier Bellosillo decide construir un complejo parroquial. En él se oye misa de dos modos diferentes en función del número de asistentes. En él vive y trabaja el párroco. En él se dan clases. También se usa de punto de reunión informal. De sala de debates. De pequeño auditorio. Quiere ser el centro de la vida de su barrio, tanto espiritual como cultural.
El espacio entre edificios se domestica. Se ilumina. Se amuebla y se ajardina con cipreses. Se deja paseable, al azar del visitante, siempre abierto, amable.
Culminando el eje central está la iglesia principal. Ésta es un cilindro de tres alturas que no toca el suelo entero. Se hunde en la tierra, plegando el terreno para formar su acceso, y, sobre él, dos plataformas superpuestas simétricas miran un centro vacío. A la inferior de ellas se accede por una escalera de hormigón que levita sobre el parque. En este centro, el altar, ligeramente sobreelevado. La entrada es oblicua: no se puede acceder a este vacío central sin una transición adecuada.
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la iglesia principal, interior y exterior
La capilla, en una posición extraña respecto del eje principal (parece haber sido apartada violentamente en el último momento, como si estorbase) es una pirámide que ilumina un espacio recogido subterráneo, servido por unas gradas de cuarenta y cinco grados de inclinación, como un pequeño teatro. Exteriormente no toca el parque.
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el interior de la pirámide
La vivienda del párroco queda bajo una escalera de hormigón a ninguna parte, como un balcón hacia el centro.
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La guardería es un cubo ingrávido, sin esquinas, mayor por dentro que por fuera.
El campanario es una lámina ligeramente separada, tímida, ahora ahogada por los bloques de viviendas demasiado altos.
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Este espacio estaba preparado para todo, excepto para la indiferencia y la hostilidad con que fue recibido.
Ahora es una sombra de lo que fue, y languidece en su rincón del parque, ejerciendo su influencia y demostrando su capacidad para relacionar espacios inutilizando la mayor parte del parque, incluyendo los juegos para niños.
Si no se valora y se respeta se perderá para siempre.
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Foto tomada de "el Croquis", cuando el complejo cultural era el complejo cultural. Porque lo volvamos a ver así.

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