Revista Videojuegos

Una mentira llamada ‘Comunidad Gamer’

Publicado el 15 septiembre 2016 por Ludopharmacos @ludopharmacos

Me hallaba surfeando en mi inconmensurable colección de ROMs de todos los colores del arcoiris, en la absoluta penumbra polar de mi hogar del barrio de Floresta, cuando decidí desviar la atención hacia las canaletas putrefactas de las redes sociales. Scrolleando sin parar, llegué a una extraña discusión sobre la comunidad gamer, la discriminación, el sexismo y otros males cotidianos que acontecen al ludopharmaco promedio.

La discusión giraba en torno a la siguiente afirmación:

La comunidad Gamer es una porquería machista, retrograda y sexista

Dicha aseveración resulta en principio, real, pero solo en un sentido: la humanidad en general, como ya se lo habremos hecho notar, es una porquería que debería de haber desaparecido hace eones. Pero hay algo un poco extremista, confuso y de difícil determinación.

¿QUÉ CARAJOS ES LA COMUNIDAD GAMER?

Tuve que subirme a la discusión pues me considero un jugón. Desde los 5 años ando con un joystick en las manos y han pasado por mis grasosos dedos tantos controles que no podría contarlos ni con los cabellos de la crespada peluca que llevo encima. Cuando hablan de Gamers, en algún punto me siento tocado, mal que me pase, mal que odie el termino Gamer, por el simple hecho de ser un jugón. O jugador. No hallo termino en español que me convezca, pero tampoco me gusta ‘gamer’.

El problema está en la idea de Comunidad. Somos los Ludopharmacos individuos pocos propensos a las relaciones en comunidad. Por otro lado, las comunidades se articulan en torno a un montón de cosas que suelen unir a los individuos que forman parte de ellas: religiones, creencias, trabajos, estudios, son algunas de las cosas que suelen juntar a las personas y dar esa idea de ‘comunidad’.

Pero, ¿comunidad gamer? Es absurdo. Nada nos une más allá del gusto por el arte ludodigital. Este pasquín de cuarta da cuenta de eso: simplemente somos unos cinco trastornados que escribimos sobre juegos. Pero no formamos parte de ninguna comunidad.

El mundo es un lugar horrible. La calle está lleno de depravados sociales que te van a robar, abrazar, golpear, amar y le van a gritar cosas inmundas a tu hermana, tu mujer, tu hija o tu prima. Eso es así, no hay vuelta que darle.gax

Nosotros somos seres del pasado. Siempre llegamos tarde a todas las modas y por supuesto los debates actuales en torno a los videojuegos nos pasan por un costado. Hay una mujer, Anita Sarkeesian, que mediante guita de Kickstarter, se dedicó a analizar la cuestión sexista en los videojuegos. Que existe, no lo dudamos. Que es real y que es una buena arista para analizar los videojuegos. Todo lo que implique un tratamiento más allá de lo lúdico lo aplaudimos, pues servirá para llevar a nuestros amados jueguitos a otros niveles. Nosotros los amamos, son la razón de nuestra vida, el sentido por el cuál escribimos, el refugio para nuestras atosigadas mentes…

No nos molesta que se analice ese aspecto. De todas formas, me parece en algunos casos un tanto exagerado. Porque así como hay tantos juegos que parecen dar cuenta de ideas sexistas enquistadas en esta porquería de humanidad, hay miles de otros títulos que caso omiso hacen de dichas cuestiones. Pero no se trata de qué títulos son sexistas o no, sino tal vez de la seriedad que se le da…

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Pensemos lo siguiente. Durante muchos años, y aún hoy todavía, se dijo que nuestros queridos jueguitos nos transformaban en seres violentos, que tantas masacres pixeladas iban a destruir nuestras ya tumefactas neuronas; que Doom era el hijo del Diablo y el cómplice de la Masacre de Columbine, o que Nigth Trap instigaba la violencia y violación. Esos debates ya quedaron a un costado, pues bien sabemos que la violencia está ahí afuera y no en los videojuegos. Generación de jugones hemos crecido desde los años 70′ y más allá de haber padecido inflaciones, dictaduras, parálisis cerebrales, internaciones en psiquiátricos, alcoholismo y drogadependencia, no hemos salido a amasijar gente porque en Doom eso se veía bien…

En Doom es divertido reventar gente, porque tenemos armas de Plasma, hay demonios, zombies, seres del averno. En Wolfenstein algo parecido. Los Call of Duty, o cualquier FPS… son juegos y son divertido. Nada más. Jugar a Postal, desmembrar gente, mearla y prenderla fuego solo tiene sentido ahí, en esos megabytes que circulan eternamente en los discos rígidos podridos de nuestras cabezas digitales.

¿Es Double Dragon sexista? Una parva de inadaptados sociales encuentra a una mujer sola en una calle, la golpea en las costillas y se la lleva a rastras: bien podría ser una historia digital de la trata de blancas. Por supuesto que no era lo que pensábamos a los 6 años, cuando no sabíamos que era trata, y las blancas solo eran las fichas de las damas. Solo nos importaba salir y hacerle morder el polvo a esos hijos de puta que le pegaron a una piba indefensa.

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Así se pueden plantear muchas más cuestiones respecto a cómo se muestran los distintos ‘sexos’ en los videojuegos. No es nuestra tarea hacerla. Nosotros apenas hemos tenido un breve y errático paso a través de la escuela primaria, poco podemos decir de cuestiones tan complejas como la temática de género. Pero como siempre, la necesidad de escribir lo que se nos cante y llenar este sitio que tanto odiamos y amamos suele palear siempre las falencias conceptuales y narrativas.

Retomando la idea de comunidad, de la que tal vez si pueda explayarme más. No existe comunidad alguna. Nada nos auna más que los juegos, y hay tantos pero tantos juegos allí afuera, que la idea de comunión es insensata.

¿De dónde viene esta falsa idea de comunidad? El responsable de esa sensación es uno: Internet. Con la masificación de la red, casi todos los juegos terminan transformándose en experiencias multiplayers, muchas de ellas sumamente masivas. World of Warcraft fue el inicio: llego a tener, si mal no recuerdo, 12 millones de jugadores en todo el mundo. Luego apareció DOTA, LoL, Steam y todo se fue al carajo. Ahí los boludos empezaron a creer que formaban parte de ‘algo’.

Una mentira llamada ‘Comunidad Gamer’

Mismo sucede con todo el revival de lo ‘retro’. A nosotros nos viene un poco bien porque de rebote terminamos ligando visitas gracias a los incautos que llegan aquí ya sea en busca de descargas o de información con la cuál presumir en las diversas juntadas y eventos donde se juntan a mostrar sus cartuchos o consolas viejas.

Nosotros siempre estamos a contramano de todo. Nos parece absurda la idea de lo retro, la nostalgia por lo viejo. Es estúpida. Nosotros jamás tuvimos nostalgia por nuestros juegos viejos pues no dejamos de jugarlos jamás, desde aquella extraña primavera en la que tome un joystick por primera vez nunca dejé de echarme alguna partida en 16, 8 o menos bits. Es así. No hay nada de retro para nosotros ni de nostalgia.

Dahna: Megami Tanjō, “Ríos de sangre en el Imperio del Sol Naciente”

Ni mucho menos de comunidad. No formamos parte de ninguna y queremos dejarlo en claro. Solamente jugamos lo que nos gusta, escribimos sobre lo que se nos canta y no molestamos a nadie. Odiamos, por supuesto, pero no a un grupo en particular sino al conjunto entero: toda la sociedad está tan podrida como nuestras pobres neuronas, solo que ellos quieren culpar a otros, y por lo general esos otros somos nosotros, los pobres, las minas, los putos, los negros y otras mal llamadas minorías. La realidad es que la sociedad es una porquería y quiere culparnos a nosotros, simple anarcodigitales que preferimos el aislamiento selectivo a la socialización obligada.

La próxima vez que hablan de gente que juega -gamers, jugones, como sea- y su ‘comunidad’ piensen mejor. Y si hablan en malos términos, no responderemos de nuestros actos. Porque pocas etiquetas nos caben mejor que la de jugadores compulsivos.

Hasta luego,

Esteban


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