Revista Cultura y Ocio

Una nueva forma de hacer política: la zapatista (Fernanda Navarro)

Publicado el 01 diciembre 2012 por Javiersoriaj

«Una nueva forma de hacer política: la zapatista»

Debo decir que es un inmenso placer publicar en este prestigioso anuario, y sobre todo para hablar de un tema que a muchos nos apasiona por su actualidad y su novedad y porque abre horizontes de esperanza.
Justamente, en otra charla, con la que cerré el año académico 2004 del Seminario sobre la «Crisis del Marxismo» que dirigía, en esta Facultad, el profesor Mario Franco, hablábamos de esa búsqueda que se impone hoy, ante la intolerable y violenta negrura y la pesantez del panorama político mundial, ante su naufragio global. Una búsqueda callada de otras formas de organización y de acción alternativas; de un pensar y de un hablar diferente. Pues bien, considero que esa búsqueda se encontró a sí misma en un estallido que tuvo lugar el 1° de Enero de 1994, en las montañas azules del sureste mexicano justamente unas horas antes de que se firmara el Tratado neoliberal de Libre Comercio, el TLC o NAFTA. Tuvo lugar en Chiapas, uno de los rincones más pobres de entre los pobres, que a su vez es uno de los más ricos en recursos naturales. Un grupo armado, mayoritariamente indígena, sacudió el país entero como para recordarnos que para entrar al primer mundo, como habían prometido los gobernantes, se necesita algo más que una firma de un Tratado. El 1° de Enero, ese ejército de indígenas, herederos de la cultura Maya, de los primeros habitantes de nuestras tierras mexicanas, nos despertaron de la ficción que nos habían fabricado, con su ¡Ya Basta! Y presentaron sus diez demandas locales y básicas: tierra, salud, alimentos, educación etc. siempre seguidas de valores universales; libertad, justicia, democracia y dignidad. Así lanzaron su primera Declaración de la Selva Lacandona. Marcos se preguntaba en voz alta: ¿qué país es este en el que hay que morir o matar para ser escuchado? La voz que se armó para hacerse oír. El rostro que se esconde para mostrarse. El nombre que se calla para ser nombrado.
O como dijo la Mayor Ana María, en el Encuentro Intergaláctico (1995): «Detrás de nuestra voz armada, detrás de los nosotros que ustedes ven, detrás estamos ustedes».
A este acontecimiento, el escritor mexicano, Carlos Fuentes lo llamó la primera revolución del Siglo XXI. Curiosamente un siglo antes, en 1910, también en México, había estallado la primera revolución del Siglo XX.
Regresando a la insurrección chiapaneca -la primera después de la caída del muro de Berlín- después de doce días de fuego y metralla, hubo un alto al fuego. La sociedad civil manifestó su rechazo a la guerra. Y a diferencia de toda guerrilla, los zapatistas escucharon el clamor de paz … y callaron las armas. Callaron las armas para que hablaran las ideas. (No vamos a entrar a elucubrar qué hubiese pasado de haber seguido en armas. La desigualdad de condiciones y de armamento no podía anunciar más que un genocidio).
El Subcomandante Marcos fue nombrado el vocero de los zapatistas y de su comandancia. La voz de los sin voz. Y así, se empezaron a dar los dos únicos diálogos entre insurgentes y gobierno. No se llegó a nada. Pero a partir de ahí, comenzó una revolución no programada, no-violenta que «pensaba de otra manera y hablaba de otra manera» como quería Althusser. Otro lenguaje distinto al rígido y cuadrado de los discursos políticos, y algo nunca visto: el sentido de humor, tan ausente en los revolucionarios de todos los tiempos. La narrativa, el cuento y la metáfora tomaron su lugar. La creación de personajes, como Durito, el escarabajo filósofo de la Lacandona… y ya en seno, los brillantes análisis y críticas de las diferentes situaciones político-económicas del neoliberalismo.
Ante el fracaso de los diálogos con el gobierno, los zapatistas decidieron no tener más interlocutor que la sociedad civil. Algo nuevo fue que se dirigieron NO sólo a la izquierda, sino también a los no-partidistas, los no-organizados, a los ciudadanos comunes, los prescindibles, en fin «a todos aquellos que quisieran inventar el mundo». Así, organizaron vanos «Encuentros internacionales e intergalácticos», ¡con asistencia de los cinco continentes!
Hay libros que recogen estas experiencias sin igual. Desde un principio, el levantamiento trascendió las fronteras nacionales buscando un mundo en que quepan muchos mundos.
A nivel de país, señaló que era necesario «reconstruir el pensamiento, el programa, la organización y la práctica de la izquierda mexicana. Ello requería de una crítica y una reformulación del poder y su teoría».
Su proclama «NO a la toma del Poder» que tanto resquemor causó en la izquierda, debe analizarse con cuidado. No dicen rotundamente NO AL PODER, sino NO a la toma del Poder. Es decir, no el asalto o la TOMA del Poder cupular, NO al Poder de las altas esferas, pues la historia nos enseña que muchos de los grupos revolucionarios que así han tomado el poder, parecieran quedar atrapados en él, como en una camisa de fuerza, que les impide actuar como se habían propuesto originalmente, reproduciendo al final los mismos esquemas de aquellos que derrocaron. O como dijo Marcos: «La única virtud del Poder es que, inevitablemente acaba produciendo una revolución en su contra».
En otras palabras, el zapatismo nos recuerda que el Poder no es una cosa, no es un bien material que se guarda en una caja fuerte. Tampoco «es un palacio que se toma o se asalta con los votos o las armas. El poder es una relación social» en constante dinamismo. Generalmente, hasta ahora «el Poder ha despojado a los ciudadanos de su capacidad de decisión, inhibiendo la participación y procurando la inmovilidad… promoviendo la resignación.» 
El zapatismo también cuestiona las transformaciones sociales y económicas que sólo pueden lograrse después de la toma de poder, idea cara a la izquierda. El problema para los que no tienen poder es cómo transformar de raíz esa relación social. Como dice John Halloway: «el poder de los que no tienen poder requiere de nuevas formas de expresión que permitan neutralizar y revertir la lógica del poder».
Un argumento más: el poder es incompatible con la democracia. La verticalidad de la pirámide no consciente la expansión horizontal. Sobre este punto me gustaría citar a Hugo Blanco, el revolucionario peruano que asistió a un encuentro zapatista: «Los zapatistas merecen nuestro reconocimiento. Ellos no se dirigen únicamente a la izquierda sino a todos… ellos son demócratas radicales, algo que nosotros, en la izquierda, nunca aprendimos. Se dice que la izquierda cometió errores. ¡No! simplemente fuimos derrotados. La derrota es todo lo que mi generación tiene que ofrecer. Y la causa principal es que no supimos ser democráticos. Todo ese estilo basado en la vanguardia y en las élites revolucionarias, fue un error. Lo que más espero es que ustedes, zapatistas, sean capaces de convertir esa derrota que les hemos heredado, en historia».
Otra de las proclamas conocidas cuya comprensión ha sido difícil es el «Mandar-obedeciendo», el antídoto a la relación tradicional de mando-obediencia en la cual la imposición y el autoritarismo prevalecen. Su contrario, el mandar-obedeciendo zapatista escucha y sigue el sentir de la comunidad y «supone el fin del político profesional, del secreto, de la especialización» como dice Rodríguez Lascano y añade que «este planteamiento representa la crítica más radical al paradigma fundamental de constitución del Estado moderno».
No es pues casual la ira de los gobernantes contra Marcos. Abro un paréntesis para comentar un hecho sorprendente que ocurrió cuando supuestamente se descubrió su identidad. Fue en febrero de 1995, cuando la prensa reveló quien era Marcos. A ocho columnas aparecía en la mayoría de los periódicos, el nombre del Subcomandante: Rafael Sebastián Guillen, seguido de un adjetivo inusitado: «filósofo althusseriano».
Pocas veces la información de este tipo es creíble en un diario, cuando menos mexicano, pero en este caso, con el tiempo comprobamos su veracidad. Marcos, públicamente, nunca lo aceptó ni lo negó. Después conocimos la tesis de Licenciatura en Filosofía que presentó sobre los Aparatos Ideológicos del Estado de Althusser.
¡Tampoco en el espectacular uso de Internet se equivocó la prensa ni el gobierno! ¡Su odio perplejo ante la guerrilla posmoderna creció!
Fue entonces que se desató una persecución feroz, con orden de aprehensión hasta la selva. El ejército federal cometió atrocidades en las zonas zapatistas con el pretexto de buscarlo. Como respuesta a esto, miles de ciudadanos mexicanos protestamos. En la Ciudad de México se llenó el zócalo (Plaza Mayor) tres veces en una semana; cada vez, ciento cincuenta mil personas gritando al unísono «todos somos Marcos», como para decirles:»si lo aprehenden, ¡tendrán que encarcelarnos a todos. A ver si les alcanzan las cárceles!». Muchos artículos nacionales e internacionales, a favor, fueron publicados con ese motivo. Con esa presión, el gobierno bajó el tono, pero no salió ningún soldado de Chiapas… y hasta la fecha ahí siguen sesenta mil soldados de los ciento cincuenta mil que componen el ejército
federal. Ha habido reacomodos y reubicaciones pero no salida de tropas.
Antes de volver al tema interrumpido, es importante expresar que lo que hace singular al movimiento zapatista es justamente esa mezcla de la sabiduría ancestral de los indígenas mayas y los rasgos peculiares de Marcos: su capacidad como estratega y su inteligencia. Los indígenas solos no habrían logrado la proyección ni la articulación de su lucha y Marcos sin ellos, sólo podría haber llegado a ser un escritor más. Es la fusión de ambos lo que le imprime ese sello al zapatismo.
Volviendo a los principios, hay otro clave, también de difícil comprensión por sus múltiples interpretaciones: el de autonomía. Lo que buscan es el derecho de elegir a sus propios y auténticos representantes para ejercer la autogestión y el autogobierno.

Rechazan a los representantes impuestos por el poder porque de ellos sólo han recibido humillación, discriminación y ultraje. Pero los zapatistas han insistido en que no se confunda su autonomía con la que enarbolan países como la exYugoslavia, Canadá o el mismo estado español, donde autonomía significa separatismo y división. Los indígenas chiapanecos están muy lejos de querer implantar un Estado dentro de otro Estado. Quieren seguir siendo mexicanos y también indios… pero no humillados.
A partir de esta lucha, han desplegado, y ya practican, la autonomía en campos como el de la Educación y la Salud. Hicieron su propio proyecto educativo autónomo, capacitaron a muchos jóvenes como promotores, es decir, maestros; y elaboraron una curricula propia, no la oficial. Una vez listo su programa, echaron a los maestros de la Secretaría de Educación Pública que se habían destacado por su ausentismo y su racismo. En dos municipios, escribieron su primer libro en su propia lengua y lo ilustraron con dibujos de los niños. (Hay más de diez idiomas nomás en Chiapas). Fue una gran fiesta… con marimba. Les encanta bailar.
Los otros principios que alumbran los días y las noches de los zapatistas, son los siguientes y hablan por si solos:
- el diálogo: que consiste no sólo en emitir sonidos sino escuchar, comprender y respetar lo escuchado.
representar, no Suplantar; Servir, no Servirse; Convencer, no Vencer y el Mandar Obedeciendo.
A los representantes se les exige la rotatividad, la revocabilidad y la rendición de cuentas.
Esto sólo, implica ya una nueva forma de hacer política.
Los zapatistas han dado muestras de gran imaginación y creatividad. Desde el 1° de enero, en el que el factor sorpresa los hizo vencer, hasta los Caracoles, no han dejado de lanzar resonancias y originales iniciativas, justamente cuando se les da ya por desahuciados si no sepultados. Con el tiempo, hemos aprendido a interpretar y descifrar sus silencios (como una estrategia y como respuesta al incumplimiento del gobierno y de la clase política); hemos aprendido a esperar, con paciencia la nueva gran propuesta… como ha sido:
- de Chiapas hacia fuera:
1) convocar a las cincuenta y cuatro etnias del país a organizarse en el Congreso Nacional Indígena. Por primera vez, cuarenta y seis de esos grupos indígenas acudieron;
2) la visita de los mil ciento once zapatistas, a la Ciudad de México, en 1997;
3) la Consulta de 1999 (en que cinco mil hombres y mujeres de las bases de apoyo rompieron el cerco militar y se diseminaron por todo el país, para decir su palabra y poblar las plazas y las calles de pasamontañas);
4) la fundación del Frente Zapatista de Liberación Nacional, es decir, los de la sociedad civil organizada, zapatistas civiles, los sin pasamontañas y sin fusil que pretenden ser una organización de nuevo tipo, reunidos en Comités de Diálogo, en ‘átomos de democracia’, buscando nuevas formas de relación, sin líderes, y practicando los mismos principios zapatistas;
5) la Marcha del Color de la Tierra, que recorrió medio país hasta la capital donde una mujer indígena tomó la palabra en el Congreso de la Unión, dejando a todos estupefactos. Finalmente no se consiguió que pasara la Ley Indígena deseada y resultó en una burla y un fracaso. El Senado (con la complicidad de todos los partidos políticos) aprobó una Ley anti-indigena.
- De Chiapas hacia adentro,
1) ya hemos mencionado los múltiples encuentros y reuniones nacionales e internacionales, en la Selva Lacandona, con la presencia de la sociedad civil de muchos países, de intelectuales, artistas y periodistas. El primero fue la Convención Nacional Democrática en agosto del 1994.
2) El último salto: los Caracoles, la más reciente etapa de construcción de la autonomía zapatista. agosto del 2004. Justo en un escenario de violencia a nivel mundial y en un país marcado por el hastío y la desconfianza frente a los Partidos Políticos y la clase gobernante, resurgen con un nuevo salto. A diez años de su levantamiento, el EZLN da a conocer al país la nueva etapa de su lucha:
¿En qué consiste la nueva etapa?
1. En la inauguración de las Juntas del Buen Gobierno, o Caracoles, en treinta municipios (setenta Comunidades), el equivalente a medio Estado de Chiapas, dirigidos por zapatistas civiles, bases de apoyo, elegidos por sus comunidades, con carácter rotativo y revocable. Es decir, si no funciona bien, le tiene que dejar el puesto a otro compañero/compañera. Es el mandar obedeciendo puesto en práctica. Y es poner en práctica los Acuerdos de San Andrés sin pedir permiso. Es darle validez a aquello que el gobierno les negó en 2001, al pasar la Ley Anti-Indígena, que no fue aceptada por ningún pueblo originario de México.
2. Esta etapa marca un cambio fundamental en la forma de organización: «el tránsito de lo militar a lo civil .
3. A Las Juntas del Buen Gobierno las llaman CARACOLES porque caminan recogiendo las voces de la tierra, escuchando primero para después hablar y porque su estructura permite entrar y salir por el mismo conducto, la misma ventana. Tienen una estructura de abajo hacia arriba, (marcan el fin de los «Aguascalientes», o centros de encuentro y de actividad cultural anteriores que se regían directamente por el EZ).
4. Los Caracoles se basan sobre todo en la Autonomía, es decir, en el derecho y la capacidad de gobernarse a sí mismos, por sí mismos, eligiendo a sus propios representantes inmediatos. Aclaran que su Autonomía no debe confundirse con el separatismo/divisionista de otros países como la ex-Yugoslavia o el Canadá.
5. Los zapatistas, como herederos de los primeros habitantes del México Antiguo, directamente de la cultura Maya, quieren seguir siendo mexicanos, pero ya no humillados por funcionarios que gobiernan basados en la represión, el racismo y la injusticia. Como dijo la Comandante Esther en la Cámara de Diputados, en la Marcha de 2001: «no tenemos que dejar de ser indios para ser mexicanos. Queremos seguir siendo mexicanos». Ahora, con las Juntas del Buen Gobierno ellos mismos ejercerán la autogestión y el autogobierno para resolver sus propios problemas, pues saben que de la clase gobernante no se puede esperar nada.
Así, los zapatistas dan otra lección a! pasar de la resistencia a la acción, sin violencia. Y volviendo a nuestra realidad posmoderna y citadina, podríamos preguntarnos: ¿quiénes son los legítimos herederos directos de la ‘insolencia zapatista’? (Rodríguez Lascano)… los jóvenes de alrededor de veinticinco años: los que no cargan sobre sus hombros las derrotas y crímenes que se hicieron en nombre del socialismo, los que no suspiran por la existencia del muro de Berlín ni por el viejo orden bipolar, los que no suspiran por la vieja o nueva socialdemocracia internacional, los que no andan buscando terceras vías para que haya cambios y todo quede igual, como el gatopardo.
En cuanto a una de las tareas urgentes de la izquierda, pensamos que es intentar crear espacios de participación democrática con la gente; ayudar a que la gente decida por sí misma. Y entender que «la liberación de la sociedad será obra de la sociedad misma».
El reto: lograr una nueva mentalidad, más allá de la modernidad y la posmodernidad, buscar unir lo local y lo global y finalmente aceptar que no hay un solo sujeto revolucionario, un solo sujeto histórico sino una pluralidad de sujetos.
Sólo así se podrá pasar de la resistencia a la alternativa. Un movimiento que surja desde la sociedad para derrotar la política desestructuradora del poder, avanzando en la creación de un polo de izquierda con fuerza social, que se perfile como un elemento en la reconstrucción de un proyecto alternativo que venga desde la sociedad. Una fuerza política, civil, rebelde, que desde el inicio se ubique por fuera del poder del dinero, del poder del Estado y del poder de los aparatos de control social. Construir redes sociales nacionales e internacionales que luchen contra el neoliberalismo y por la humanidad.
Finalmente decimos que el zapatismo no pretende ser un modelo a seguir, ni una vanguardia. El zapatismo debe ser entendido como un puente que ayude a desatar la energía humana hacia la rebeldía.

Fuente original: Revista Confluencia, año 3, número 6, verano 2007, Mendoza, Argentina
[http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/3659/navarroconfluencia6.pdf]


Volver a la Portada de Logo Paperblog