Revista Psicología

¿una sociedad posfosilista y ecológica?

Por Gonzalo

Un caso significativo de resistencia muy consciente y explícita al sistema de necesidades de la sociedad industrial competitiva moderna fue el naturismo, asociado en muchos casos al socialismo libertario, que se desarrolló a finales del siglo XIX y principios del XX.

Se trata de una propuesta normativa de alimentación, contacto con la naturaleza y comunitarismo asociada a una filosofía moral que propugna “vivir conforme a la naturaleza” y que incluye una crítica de la civilización técnica, su agresividad y su distanciamiento respecto de la naturaleza.

Los anarquistas adscritos a esta corriente vinculaban la crítica de la artificiosidad antinatural de la civilización técnica con la crítica del mundo burgués y sus valores.

Este movimiento tuvo una conciencia lúcida de los factores psicosociales que intervienen en la génesis de las necesidades, como pone de manifiesto la siguiente declaración de un naturista catalán, A. Rosell i Llongueras:

“Hemos de crear el tipo de hombre libre de los mil y mil obstáculos que nos absorben atención y fuerza: las modas, los lujos, los vicios, los aparentes progresos de la civilización, los adelantos de una ciencia perjudicial, todo cuanto nos aparta de nuestro camino de seres naturales, de nuestra razón de ser. Hoy somos esclavos de la cocina, del sastre, del tren o del auto, del zapatero, del peluquero, del cumplimiento social, del fingir; de todo cuanto superfluo y tonto hemos creado”.

El ecologismo ha inspirado e inspira aún una contracultura con sus correspondientes plasmaciones prácticas. No ha sido sólo un movimiento de toma de conciencia, investigación, educación y denuncia de los daños al medio ambiente, ni sólo un movimiento reivindicativo para evitar males ecológicos y promover alternativas.

Ha empujado a muchas personas a vivir de otra manera, siendo un impulsor de cambios radicales en los sistemas de necesidades y en las formas de consumir y producir.

En sus expresiones más audaces, el ecologismo ha inspirado una vuelta al campo de personas agrupadas a menudo en cooperativas o comunas para practicar una agricultura ecológica, dotarse de energías limpias y renovables y vivir prescindiendo de muchos artefactos técnicos habituales en nuestros hogares.

Quienes no han llegado tan lejos han tratado de introducir en sus vidas elementos de frugalidad, renunciando al automóvil particular, a los viajes en avión y a otras comodidades.

Han sido los primeros en hacer la recogida selectiva de la basura doméstica y en usar la bicicleta, en ahorrar agua y electricidad, en comprar alimentos ecológicos o en instalar paneles solares en sus viviendas.

Su meta cara al futuro es una sociedad de aglomeraciones urbanas poco populosas, que obtengan su alimento de una agricultura periurbana o de proximidad (y por supuesto ecológica), con buen aislamiento térmico de los edificios, ampliamente dotados de captadores solares térmicos y fotovoltaicos, con pocas necesidades de transporte, con hábitos de poner en común y compartir las cosas y los útiles.

La contribución del ecologismo a la emergencia de nuevos sistemas de necesidades tiene un componente científico-técnico importante. El ecologismo fue caracterizado por Manuel Sacristán (1987) como “autocrítica de la ciencia moderna”.

Sus intervenciones en muchos campos consisten en denunciar cómo se aplican las innovaciones científico-técnicas y proponer alternativas.

Impulsa la protección de ecosistemas amenazados, la sustitución de la agricultura industrial por la agricultura ecológica, la aplicación de técnicas no contaminantes (o menos contaminantes), la correcta gestión de los residuos para recuperar recursos y proteger el medio ambiente natural y humano, políticas del agua que preserven al máximo su calidad y suministro y que respeten el caudal ecológico de los ríos, reducir la necesidad de transporte (por ejemplo, oponiéndose a las urbanizaciones dispersas) y favorecer el transporte público frente al privado, promover las energías limpias y renovables como alternativa al modelo energético fosilista.

Una sociedad posfosilista requerirá no sólo otra matriz energética, sino también otra base técnica más “amiga de la Tierra”, menos agresiva con la biosfera.

El ecologismo impulsa centros de investigación científico-técnica públicos o privados. En general, favorece esta mutación técnica, incluso a veces sin proponérselo: su principal aportación es la denuncia de la crisis ecológica destinada a incrementar la conciencia colectiva del fenómeno. A medida que la conciencia de la crisis avanza, las iniciativas para hallar vías de salida surgen de todas partes.

FUENTE:  MEJOR CON MENOS, Necesidades, explosión consumista y crisis ecológica   (JOAQUIM SEMPERE)

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