¿Cuánto hace ya desde mi último post? Mucho más de lo que me apetecía, desde luego, y mucho más de lo que me imaginaba también. Hace ya alguna semana que se instaló la normalidad en mi nueva casa provisional en casi todos los aspectos menos en uno con el que ya contaba, pero no hasta este punto: no tengo conexión a internet en casa. Y no la voy a tener, por lo que parece. Creía que mi conexión del móvil iba a ser suficiente para mantener un mínimo de acceso, pero la primera semana sin wifi descubrí que hay agujeros negros como Instagram, Facebook y Feedly, que se comen los gigas contratados y todos los que pueda ir añadiendo, casi sin enterarme.
Así que de subir fotos a Flickr y publicar el blog ya ni hablamos.
Sabía que unas de las cosas que más iba a echar de menos de mi casa eran las ventanas y ahora estoy descubriendo, con relativa sorpresa, que internet es para mí una más de esas ventanas, que me dan sensación de libertad y que me conectan con el exterior y un poco también conmigo misma. La cuestión es que en estos momentos me siento un poco rara, desconectada y a la vez encerrada.
Por otra parte, no está nada mal un cambio tan radical de hábitos y me está sirviendo para cuestionarme algunas cosas y ponerlas en su lugar.
En cualquier caso, lo que me preocupa ahora es buscar una forma de organizarme para conectarme con regularidad. Que haberlas, hailas, solo es cuestión de eso, de cambiar de hábitos…
¡Y acabo de darme cuenta de que hoy mismo hace un mes que nos fuimos de casa! ¡Espero que el tiempo que queda se nos pase igual de rápido!
Si sigues ahí, al otro lado, muchas gracias por esperarme y espero que nos leamos en unos días.
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