Revista Ciencia

Una vida en diferido

Publicado el 14 septiembre 2014 por Siempreenmedio @Siempreblog

Me pregunto cuándo dejamos de preferir disfrutar de vivir el momento para poner por delante el hecho de almacenarlo en sí.

En mis cumpleaños de pequeña, a mi padre le tocaba cargar con la cámara de vídeo -una Telefunken enorme sin pantalla ni más lujo- para que quedara un recuerdo de la fiesta. Y siempre se escuchaba a alguien decirle: “vaya, tú que tienes que grabar, te lo vas a perder todo pero bueno, ya lo verás luego en la pantalla de la tele”.

¿Cómo hemos llegado a tener TODOS una cámara de vídeo en la mano? Nadie sabe (es broma, sí se sabe. Se sabe perfectamente cada paso desde el primer péndulo hasta el último smatphone, que luego me dicen que si fueron alienígenas que trajeron el transistor a Roswell y a mí se me quedan los ojos en blanco).

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Fotos: Co-Report

El caso es que como todos la tienen, todos la sacan y ya da igual lo amigos que seamos, que si yo puedo grabar mi vídeo y tú el tuyo, mejor. Que en enviarlo se tardan unos minutos y, ¡quién sabe! Igual te olvidas o lo que sea.

Y con esta filosofía no hay concierto en el que no se hayan sustituido ya los mecheritos encendidos de las baladas por pantallas de móviles. Apenas bailas para que no se mueva mucho la imagen, apenas cantas para que no se vayan a escuchar tus balidos desafinados por encima de la música, apenas lo ves, pues te centras en levantar con fuerza el brazo para que la cámara llegue a vislumbrar el escenario. ¿Pero qué clase de concierto es ese?

Tampoco hay procesión que se salve. Hasta la doña más doña, que jamás habría aprendido a programar el vídeo, ve venir a la Virgen

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y allá va, mano al bolso, saca el móvil y a grabar. ¿Qué importa que al paso que vaya la procesión el vídeo ocupe unos 80 megas? Seguramente cuando se le llene la tarjeta le dará el móvil a su nieta, ésta le borrará los vídeos y aquí no ha pasado nada (más que su momento de fervor religioso).

Ni hay suelta de tortugas para niños que no colapsen los padres con sus cámaras. Al final, lo que podría ser una experiencia preciosa y didáctica para los críos por ver a las tortuguitas a salvo regresando a su hábitat, se reduce a veces, a un espectáculo de adultos que se dan codazos por tener un vídeo mal grabado.

Si la suelta de tortugas, la procesión o el concierto te han gustado, mi recomendación, antes de sacar el móvil para acumular vídeos que ya están en youtube con mejor calidad, es que te animes a asistir a otro evento similar para que puedas volver a experimentar aquello tan intenso de vivir el momento.

 


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