Revista Política

Uno de Octubre

Publicado el 06 octubre 2018 por Alejandropumarino

Uno de Octubre

“Era el 1 de octubre de 2017 y el reloj marcaba las 21.36 horas. En cuatro minutos, estaba programado que el cantante Jason Aldean saltara al escenario. Así lo hizo. Paddock lo observaba desde su habitación con vistas al concierto. Se dirigió a la entrada principal de la estancia y echó el cierre. Eran las 21.46 horas. Oscurecía. Aun así, este jubilado veía todo claro. Desde la planta 32 estaba prácticamente encima del público que quería matar.

Cogió una maza envuelta en cinta americana y la tomó con dos ventanas de la habitación. Las dejó hecha añicos. Como sus piños descompuestos por la podredumbre. El metrónomo del tiempo indicaba las 22:05 horas y con un rifle automático como batuta Paddock dirigió la más horrenda melodía para ese concierto multitudinario. Enganchó su índice al gatillo hasta vaciar el arma. Y después otra. Y otra. Descargó 14 en 11 minutos.

Tiempo suficiente para volcar 1.057 balas sobre aquella masa agolpada que impedía distinguir el suelo. El pistolero dio en la diana la mitad de las veces. Mató a 58 personas e hirió a 441, aunque la onda expansiva de avalanchas, carreras y demás dejaron 869 heridos. Nadie supo refugiarse en un lugar seguro porque el ser humano no tiene registrado en su instinto de supervivencia que puedan llover balas. Literal”.

Ese fue el verdadero crimen del día 1 de Octubre de 2.017; casi sesenta personas no vieron amancer sin más razón que la locura, que el desequilibrio de un jubilado ricachón norteamericano, tras descerrajar más de mil proyectiles sobre una multitud que disfrutaba un concierto.

Sin muertos, afortunadamente, pero con la misma sinrazón, discurrió en Cataluña el uno de Octubre un año atrás, y nuevamente, hace apenas una semana, el eufemismo de la defensa pacífica se abrió paso cortando vías de comunicación, amedrentando e imponiendo su ideología, silenciando por la fuerza a quienes piensan de modo diferente, despreciando toda alternativa intelectual que no sea la del secesionismo a ultranza, la del deseo de no ser español. Una forma parecida de estupidez, locura o una mezcla de ambas.


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