Nadie puede tomarse en serio la llegada de la Royal Navy a Gibraltar como gesto intimidatorio frente al Gobierno español por endurecer los controles de acceso a la Colonia.
Aunque parte de los políticos y de la prensa británica aplauden la medida, para que los españoles se asusten.
Una ridiculez vista desde el país que medio se hundió con la Invencible en 1588, y que renació 1741 derrotando en Cartagena de Indias, bajo el mando del olvidado héroe Blas de Lezo, a la mayor armada de la historia hasta la II Guerra Mundial, la del almirante inglés Vernon.
Pero, en medio, 1713, estaba el Tratado de Utrech, que cedió Gibraltar a los ingleses por las luchas dinásticas entre Austrias y Borbones.
Los 29.111 llanitos, habitantes de Gibraltar, con un desempleo del tres por ciento, tienen una renta per cápita de 32.100 euros, un tercio más que la española.
Así, cualquiera es nacionalistas de lo suyo, teniendo además un estatus financiero y comercial privilegiado que fue construyendo por dejadez española a lo largo de estos tres siglos, y que nada tiene que ver con Utrech.
En 2007, y con la inacción de Moratinos-Zapatero, entró en vigor una Constitución neocolonial gibraltareña a la que en 2008 la Corte Europea le reconoció capacidad de regular sus impuestos sin interferencia alguna: perduraba así la razón de su éxito económico.
El Reino Unido mantenía su responsabilidad en defensa, pero ni va a bombardear Cádiz si se cierra la verja, ni el Ejército español va a asaltar la Roca.
Esta vez, la Royal Navy no debe tomarse en serio. La presencia de sus barcos para intimidar es una caricatura, gesto de imperio naval decadente que trata de rememorar con trapillos remendados su triunfo de 1805 en Trafalgar.
Que nada tiene que ver con el caso de las Malvinas, unas islas que reclama el nacionalismo patriotero y peronista de algunos argentinos, con la misma autoridad histórica que Papúa-Nueva Guinea, Transilvania o Tanzanania, es decir, cero.
-----
SALAS
Puzzle Bobble
Karate Blazers
Puzzle De Bloques
Magical Cat Adventure