Revista Atletismo

V Marcha Cueva del Gato

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante
V Marcha Cueva del Gato
Rondaban las 10 y media de la mañana cuando me despedí Francisco Torres, del Tail Mijas, en el primer avituallamiento, dejando atrás la bifurcación de la prueba corta y descendiendo por una suave loma bajo un cielo que amenazaba tormenta.
Atrás quedaron una salida repleta de compañeros corremontes, muchos de ellos de las pasadas 24 horas La Breña Xtreme, el desayuno en Benaoján y dos largas horas en coche tras el primer desayuno, en Fuengirola, a las 4 de la mañana.


Salí fuerte durante las primeras rampas, camino al monte, con ganas de entrar en calor ya que estaba literalmente tiritando en los primeros metros, pero una vez pisamos tierra reduje bastante el ritmo.

Hoy no chancleteaba; tras las 24 horas aquellos puntos donde las cintas de las Nunche 2 (empeine y talón) hacían más presión se me quedaron muy sensibles y aun molestaban al tacto, y aunque con las Simna 3, al tener las correas otra posición, no me molestaban, sabía que la protección que me ofrecían no iba a ser suficiente.

Así, bajaba a buen ritmo con mis Merrel Trail Glove 3, con las piernas bastante castigadas en el primer tramo.

Entre la falta de entrenamiento en montaña, la falta de costumbre calzando zapatillas  (me notaba torpe y lastrado) y la tecnicidad del terreno lo había pasado realmente mal en los primeros 6 kilómetros, en los que empleé casi una hora entre tropezones y derrapes.

Hasta llegar al primer tramo de bajada iba justo detrás de la primera corredora y su eventual liebre, pero cuando por fin se ponía la cosa a favor, el terreno me impedía si quiera tratar de correr, y, cediendo el paso para no estorbar, cubrí sin prisa, entre marcha y trote, esa primera bajada.

Por suerte ahora tenía espacio para correr, por un carril ancho, y con la vista puesta en los objetivos, comencé a recortar distancias y puestos, bajando de 5 minutos el kilómetro por primera vez desde el comienzo de la prueba.

Aun así no tardó demasiado Francisco en alcanzarme de nuevo, así como un par de corredores con mochilas de Salomon, que mantuve en la distancia mientras íbamos avanzando entre la tranquila mirada de algunas vacas.

Así llegamos al segundo avituallamiento, donde bebí algo y recuperé el aliento antes de emprender una nueva subida, esta vez de tan solo un par de kilómetros.

En los tramos donde se podía avanzar más deprisa recuperaba posiciones, y en otros más técnicos, donde avanzaba con demasiada cautela, las perdía, y adelantándonos mutuamente nos amenizamos el ascenso.

Alguien a mis espaldas nos recomendaba guardar fuerzas, ya que la prueba "comenzaba en el 21", y otro corredor nos dijo que el año pasado empleó 7 horas corriendo solo desde el kilómetro 29, y que "demasiado rápido estábamos yendo".

Mi previsión, viendo mis últimos tiempos en carreras de montaña y la clasificación del año anterior, eran 5 horas, pero tras ese primer tramo firmaba hasta las 6.

De repente nos pidieron paso algunos corredores, que avanzaron como balas; por lo visto se habían perdido en algún cruce y corrían (sí, contra una pendiente de al menos el 20%...) en busca de la cabeza de carrera.

Otro grupo me había pasado a gran velocidad nada más abandonar la bifurcación, pero pensé que eran corredores de la corta por el ritmo que llevaban... desde mi posición y a mi ritmo, la pérdida hasta ese momento no podría haberse producido.

Finalmente mi compañero del Mijas acabó por atacar en la subida y desaparecer tras un cambo de rasante, y tras él, mi tocayo Juan Arenas, del Alpino Jarapalos.

Por momentos perdía acompañantes, y salvo un joven corredor de naranja que por la forma de comentar la prueba era local (o conocía muy bien el terreno), no tenía mayores referencias.

Si esta nueva subida había sido bastante dura (aunque casi nada en comparación a la primera, de casi 5 kilómetros), la bajada, por unas zetas infinitas, se encargó de castigar mis cuádriceps.

No era excesivamente técnica, pero tenía muchos guijarros sueltos, y como chispeaba y derrapaba bastante, quería reducir la velocidad hasta sentirme seguro, provocando una mayor tensión paso a paso.

En el tercer giro por las zetas un corredor que llevaba una mochila de Raidlight (si no me equivoco) derrapó delante mía y dio varios giros antes de parar, levantándose de golpe entre maldiciones; por el comentario de un corredor que llevaba detrás no era la primera vez se caía, y era precisamente lo que yo trataba de evitar.

Cuando mi GPS marcó el kilómetro 16, poco después de descender las zetas, por fin el terreno comenzó a darnos un respiro, mientras Cortes de la Frontera nos saludaba en la distancia.

El cambio a correr por tierra a correr por asfalto fue enorme, y las piernas, como bloques y completamente acalambradas, no terminaban de carburar.

Es curioso que en Cádiz pudiese correr 153 kilómetros en poco más de 22 horas sin apenas calambres hasta las últimas horas y hoy en poco más de 2 horas estuviese en ese estado...

Fui bebiendo poco a poco agua con sales, trotando, sin parar aunque mis piernas lo pidiesen a gritos, y al llegar al avituallamiento de Cortes me tomé una barrita de Banana Punch, un par de vasos de agua y uno de isotónica, comiendo y bebiendo sin prisa.

Otro compañero del Alpino, Rafael Llorente, me alcanzó al dejar el avituallamiento, y poco después, en la bajada hacia la estación, me dejó atrás.

Perdí en la bajada por las zetas al muchacho de naranja, al que encontré en ese tramo, y me preguntó que cuanto llevábamos de carrera; cuando le dije que nos acercábamos al kilómetro 21 me dijo que mejor echaba a andar, y ya me cogería; le deseé suerte y, ahora menos dolorido, tanto por la acción de las sales como por el favorable terreno, comencé a acelerar.

Me dio la sensación de que aun no había digerido la barrita del avituallamiento de Cortes cuando ya estaba en el siguiente, espoleado fervorosamente por los voluntarios del mismo, y tras una breve parada, recuperé la marcha, por unos amplios caminos por los que daba gusto correr.

La prueba había cambiado al 100% desde el primer tramo, de puro trail (necesito sin duda más entrenamiento específico de montaña...) a un carrileo muy bonito con varias pendientes sin ninguna dificultad.

Entre cambio de rasante y cambio de rasante comencé a divisar camisetas conocidas, y, motivado al notar como recuperaba fuerzas y las piernas comenzaban a responder, comencé a recuperar terreno.

Tras dejar atrás el segmento del GR-247 volví a recuperar ritmos cercanos a 5, así como varias posiciones, y aunque no le hacía mucho caso, el reloj por fin parecía indicarme que las 5 horas estaba al alcance.

Desde que dejé Cortes nadie me había adelantado, y como había pasado ya a un par de corredores conocidos, me había venido arriba, pero me adelantaron dos corredores, uno de ellos hablando por el manos libres y otro al que había cogido yo poco después de dejar atrás el primer avituallamiento, lo que me chafó bastante la moral.

Intenté ponerme a su ritmo, pero notaba el corazón desbocado y las piernas faltas de fuerzas, así que decidí seguir lo que había estado haciendo toda la prueba, ir a mi carrera y disfrutar el paisaje mientras realizaba todo un entrenamiento de calidad de cara al Reto 360º Solidarios.

En un tramo nada difícil, en el que volvíamos a acercarnos a las vías del tren, sin saber como ni por qué, tropecé y me fui de bruces contra el suelo.

Me desollé la rodilla derecha y me machaqué el hombro, y como habían chocado mis mandíbulas me comenzó a doler ligeramente la cabeza, pero miré hacia atrás por si venía alguien, apartarme, y tras emplear un par de segundos en recobrar el aliento y situarme, me levanté, probé a andar, sin demasiado dolor, y eché a trotar.

Con la de tramos técnicos que habíamos pasado y en un despiste en el sitio más tonto tuve una caída que me podía haber dejado con algo más que un susto en el cuerpo... lo que son las cosas...

La cosa es que ya rondábamos el kilómetro 26, y pese a la caída me encontraba infinitamente mejor que en el kilómetro 16 (tardaré en olvidar las zetas...), por lo que fui apretando el paso y no tardé en echarle el ojo a mi próximo objetivo: un corredor con una mochila fosforito que ascendía por la pasarela que cruzaba sobre las vías.

Cuando entré en la pasarela el salía, y mientras la recorría una pareja entraba en ella tras mi estela.

Saludé a una chica que se encontraba al otro lado y... ¡casi me voy de nuevo al suelo! me derrapó un tobillo, pero pude dar un salto y reequilibrarme con los brazos y retomar la marcha "como si nada", aunque con la adrenalina inundando mi cuerpo...

No sé si fue precisamente esa descarga de adrenalina o el sentirme perseguido cuando me veía ya adelantando corredores una vez más, con el consiguiente empuje psicológico que ello supone, pero metí una marcha más y no tardé más de 500 metros en coger al corredor de la mochila fosforito.

Llegamos a un nuevo avituallamiento, cercano al Guadiaro, en el que llegué justo cuando un corredor con la camiseta del HOLE salía; le comentaba el voluntario que si no había contado mal, llevaba unos 20-25 corredores delante, y la prueba cambió para mi.

El motivo principal por el que me había levantado a las 4 de la mañana para correr en esta prueba es que uno de mis objetivos para esta temporada es correr todas las pruebas de esta edición de la LRU, pero teniendo en mente mi reto solidario de recorrer 700 kilómetros alrededor de la provincia de Málaga a un mes vista, tanto esta prueba como el Ultra Líbar Adventure suponían para mí una puesta a punto más que una competición.

Aun así, como tengo aun bastante tiempo por delante y los puntos de la LRU se asignan por tramos de corredores, al ver que tenía la posibilidad de entrar entre los 25 primeros se me encendió la chispa que me faltaba.

Por primera vez en meses y aprovechando que los tenían en el propio avituallamiento, me tomé un gel, me hidraté bien y salí al trote del corredor del HOLE, al que alcancé en la nueva pasarela sobre la vía del tren.

Tras dejar atrás Cortes había realizado muchos kilómetros en solitario, pero ahora comenzaba a tener cada vez a más corredores en el campo de visión, y entre el subidón del momento (y quizá, del gel), y las increíbles vistas del Valle del Guadiaro, puse el turbo y apreté los dientes, mientras comenzaba a pasar a corredores que sabía que me habían pasado a mi en la segunda subida, hacía... ¡horas!

Vi varios postes del GR-249, desvelándome, por casualidad, parte del trazado de la etapa 9 del reto (Benaoján-Casares, que tendrá lugar el 19 de noviembre si todo va bien), preciosa pero dura, pese a que al afrontarla en contra las pendientes que ahora ascendía estarán a favor durante el descenso a la costa.

Tras un par de kilómetros corriendo "en la zona", tras la huella de los corredores que me precedían, y mientras comenzaba a llover de nuevo, paré bajo el árbol que resguardaba un nuevo avituallamiento, donde me encontré con mi tocayo Juan, del Jarapalos, y emprendimos la marcha juntos.

No tardamos en alcanzar a Francisco, del Mijas, así como a corredores del Carmona Páez o del Utrera, a ritmos con parciales por debajo de 5 el kilómetro.

Perdí a mi compañero alhaurino llegando a la Estación Jimera de Líbar, aunque tenía en el radar a un corredor del Bikila que me resultaba conocido, en busca del que me lancé.

Los senderos estaban cada vez más concurridos, la llovizna había cesado y el terreno estaba perfecto para correr... ¿quién me iba a decir tras la primera hora que iba a afrontar tan entero el último tramo?

10 para meta, atravesando el Sendero del Río Guadiaro, compartido con la Gran Senda de Málaga, y la Cueva del Gato cada vez más cercana...

Por referencias de los corredores que había ido pasando, el último tramo era el más duro, y el ascenso a la Cueva del Gato brutal, pero no sabía en qué momento comenzaría.

Cada vez que llegaba una pendiente con un fuerte cambio de rasante ascendía andando, por si acaso, pero ninguna era lo suficiente larga o dura como para ser ese temido ascenso... ¿donde te escondes, Cueva del Gato?

Cuando llegué a la Estación de Benaoján ya comenzaba a pensar que la había dejado atrás, pero un corredor con bastones que conocía el terreno me comentó que estaba a escasos metros.

Llevábamos 40 en las piernas y Benaoján nos aguardaba al otro lado del Guadiaro, pero seguía sin ver la cueva por ningún lado...

Llegamos juntos al penúltimo avituallamiento, en el Monumento Natural Cueva del Gato, repleto de senderistas y curiosos, donde bebí con rapidez y crucé las pasarelas de madera con mi nuevo acompañante.

Había tardado en aparecer, pero ahí estaba el ascenso... ¡y sí, tan duro como comentaban!

Por un momento eché de menos mis Arpenaz, vista la facilidad con la que mi compañero ascendía, pero echando las fuerzas que me quedaban y tirando de piernas, brazos y alma, le pude seguir el ritmo.

Nos cruzamos con varios corredores y marchadores de la prueba corta, lo que anunciaba nuestra llegada a meta, pero con ya 42 kilómetros en mi GPS seguía sin tenerlo del todo claro...

Último avituallamiento, bebí, con unas ganas increíbles de terminar ya, y afronté un nuevo descenso por unas zetas de asfalto donde llegué a dudar si mis cuádriceps aguantarían la tensión.

Mi compañero de los bastones me dejó atrás, así como un par de corredores de la corta y uno de la larga, pero al llegar al Camino Viejo de Ronda, animado por un nuevo corredor que llegaba desde atrás (de la larga, también), saqué fuerzas de donde ya no quedaban y emprendí la carrera tras ellos.

Nuevamente (no sé si serían los mismos, o sería casualidad), me encontraba tras dos corredores que llevaban mochilas Salomon, uno de los cuales comenzó a descolgarse llegando a la rotonda de entrada a la Calle Ronda.

Miré el crono; 4:51, kilómetro 43.8 ya, entrando por Calle Presbítero José Moreno, donde formamos el corralito de salida hacía casi 5 horas...

El segundo "Salomon" podía conmigo, no era capaz ya de seguirle el ritmo, pero de repente se paró de golpe... estuve a punto de esperarlo, pero a él le esperaba su familia y supuse que quería entrar con su hijo, por lo que completé lo que había venido a hacer y crucé por meta.

Me colgaron la medalla finisher (muy original, por cierto), pero me extrañó que no comprobasen que en efecto llevaba todas las marcas en el dorsal o me lo marcasen de algún modo.

Por megafonía anunciaron el dorsal del corredor que me antecedió y el que me precedió, y, algo preocupado, fui a la barra a por una bebida.

¡Los tickets estaban en la bolsa del corredor, en mi maletero!

Al corredor que había entrado justo antes de mí le pasó lo mismo, por lo que no tuve más remedio que volverme, casi cojeando del esfuerzo, al coche.

Tardé casi 10 minutos, parándome a animar a mis compañeros del Mijas, Alhaurín, Bikila, y tantos otros corredores que estaban a punto de lograr su objetivo.

Había parado el crono al pasar por meta, pero ni lo había observado a posteriori; efectivamente... ¡objetivo logrado! Gracias sin duda al subidón emocional al ver que tenía opciones a rascar más puntos en el último tercio, aunque finalmente fuesen varias decenas más de 20-25 los corredores que llevaba delante.


V Marcha Cueva del Gato

4:53 según mi GPS, en 44.02 km 

Cuando llegué al coche y, a duras penas, me cambié, desistí en subir de nuevo a por la comida y bebida de meta, ya que tenía las piernas como un flan; en lugar de ello, me arrastré hasta el bar más cercano y almorcé allí.

Comprobé el móvil durante el almuerzo, y para mi sorpresa, ¡ya estaban las clasificaciones en la web!

No recuerdo mi tiempo (debí haberle echado una captura), pero aparecía como sexto senior y vigésimo noveno absoluto; ahora aparezco como séptimo y trigésimo respectivamente, con 4:55:28 de tiempo oficial, pero como esa posición no cambia nada en el cómputo de la LRU y el tiempo es sólo un conjunto de dígitos, me quedo con la experiencia, que en el global ha sido fantástica.

Al término del almuerzo, hablando con mi madre, le dije que el año que viene no la correría, ya que en los primeros 6 kilómetros lo pasé realmente mal, aunque volviendo a casa en el coche me lo fui pensando... ¡y como puntúa también en esta misma liga, no me la puedo perder!


V Marcha Cueva del Gato

Foto "tranquilizadora" para mi madre y pareja, desde el bar


Me perdí los sorteos, y sin duda un fenomenal rato post-carrera, pero desde que realicé en menos de 12 horas la II MLK Night y el III CxM Rute preparando el II Ultra Trail Tabernas Desert no estaba tan machacado, así que decidí que lo más prudente era volver a casa y descansar.

Como siempre, me despido con mi valoración personal de los aspectos que más me han gustado y aquellos que menos de la prueba, en la que, salvo causa de fuerza mayor y aunque por momentos pensase lo contrario, volveré, dentro de 362 días.

¡Allí nos vemos!

Lo mejor
-La calidad y cantidad de los avituallamientos, muy próximos entre sí, ya que en ningún momento llegué a sentir hambre o sed entre los avituallamientos, podría haber corrido sin la SAD Extend.

-El recorrido, con un poco de todo, desde tramos casi "off-trail" hasta pisteo y tramos urbanos... ¡con unas vistas...!-La bolsa del corredor, con camiseta técnica 42k y chacinas del terreno, a los que sumando el almuerzo y bebidas en meta, los avituallamientos y el coste del cronometraje difícilmente se le puede sacar beneficio, se nota que hacen la prueba para el corredor.

 A mejorar

-Lo más llamativo para mi fue la ingente cola para recoger los dorsales, incluso a las 9, hora prevista de salida; no obstante, la organización ofrece la posibilidad de recogerlo en días previos y el mismo día desde muy temprano, por lo que la culpa de esas colas y el consecuente retraso la compartimos organización y corredores.

-La entrega de los tickets de bebida y comida podrían entregarse al pasar por meta, junto a la medalla finisher, y así los despistados como yo podríamos haber recuperado con calma nada más cruzar la meta.


Volver a la Portada de Logo Paperblog