Revista Filosofía

Variaciones sobre el símil de la línea III.

Por Juanferrero

En la defensa que lleva a cabo Sócrates desí mismo, éste recuerda la consulta que al oráculo de Delfos hizoQuerefonte: “Lepreguntó al oráculo si había en el mundo alguien más sabio que yo.” Larespuesta que obtiene por parte del oráculo es  negativa, lo que hace aSócrates emprender la búsqueda para averiguar en qué consiste esa sabiduría en la que essuperior, y la tarea que lleva a cabo es la de preguntar a individuos querepresentan actividades distintas a lospolíticos, a los poetas y a los artesano, aquellos que han de saber lo que hacen. En el caso del políticopresenta a un individuo, que no quiere identificar, pero sí que dice que tienefama de sabio, aunque lo que Sócrates  encuentra es alguien engreído por lo que asume que su superioridad consiste en que él sabe que es ignorante y el otro loignora. Cabe suponer que el diálogo que establecería con este político tendríala misma estructura que tendrán tantos otros diálogos, y que consiste en establecer una serie de preguntas que guiadas porSócrates  llevaría a su interlocutor a incurrir en algún tipo de contradicción.Pero lo que más interesa es que, efectivamente pueden establecer algún tipo deconversación porque ambos hablan griego, sin embargo, la seguridad que muestra elpolítico se debe a que ha tenido  algún tipo de éxito gobernando la ciudad ypara ello indudablemente ha de manejar un lenguaje específico para estos asuntos. Enel caso de Sócrates no se le supone un lenguaje específico, propio del político, nisiquiera filosófico que está por hacer si no que usando el griego común incideen preguntar y solicitar respuestas coherentes por parte del político, por lotanto, Sócrates no le está pidiendo que sea efectivo en su actividad sino quese interrogue por ella. Además los políticos tienen como instrumentoprecisamente el lenguaje que han de usar para persuadir a sus conciudadanos einfluir en sus decisiones para actuar de un modo u otro. El lenguaje común tiene la peculiaridad de que su  uso es igual paratodos los ciudadanos según el principio de isegoría, por tanto, no es undiscurso poético ni una opinión que no ha de tener ninguna influencia sobre losotros como una inclinación más, sino que las opiniones que tienen losciudadanos que se ocupan de los asuntos de la ciudad han de ser rectas han deestar proporcionadas porque influyen al conjunto de los ciudadanos en suacción, o al menos es la rectitud de estas opiniones la que se pone en juego. Esta rectitud que se reflejaría en la acción conjunta no se reflejaría,sin embargo, en la reflexión sobre el discurso mismo. Sócrates preguntaría porla rectitud del discurso que lleva a la acción correcta de los ciudadanos. Poner en cuestión la rectitud del juiciode un político prestigioso conlleva la posibilidad de enemistarse con él, comole ocurre de hecho a Sócrates. Las razones de por qué cuestionar a alguien essus opiniones que debe sus prestigio precisamente a ellas no las analizaremosaquí, pero que Sócrates esté ante un tribunal que lo acusa de asuntosconsiderados muy graves tiene que ver con esto.

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