Revista Cultura y Ocio

Vasco, sí, pero cobra

Por Francisco Enrique Perez Ruiz-Poveda @PATXIPE
VASCO, SÍ, PERO COBRA

Lo que este vecino va a contar ahora es totalmente cierto y le ocurrió hace ya unas semanas, pero le ha costado procesarlo y deglutirlo un cierto tiempo, porque le ha hecho plantearse ciertas cosas.

Primera semana de agosto, en Torrevieja, con un calor que no es que apriete sino te espachurra contra el suelo. Tengo que sacar una fotocopia, y estoy buscando un lugar donde hacerlo, y de paso escaparme, aunque sea unos instantes del astro rey, y veo muy cerca uno de los muchos locutorios que en esta ciudad hay.

Entro, saludo al respetable y espero. Los respetables en este caso sólo son el dependiente (en mi opinión palabra ya en desuso, pero que se debería de desempolvar para no convertirnos en miembros del "español en mil palabras", cuya agrupación cada vez más numerosa, entre los propios nacidos en España, merecería un artículo propio), y una pareja de unos cuarenta años.

Están hablando el hombre y el dependiente, y en un momento dado el cliente exclama una expresión tan vasca como “Jesús, María esta José”, y me dejo llevar, una vez más, por el corazón e irreflexivamente me acerco a él y le digo: “Me parece que somos de la misma zona”. A lo que él sin nada de expresión y como si fuera la máquina del tabaco me dice, sin apenas mirarme: “Nosotros somos vasco-españoles”. Sin dejar acusar el golpe, le contesto: Hombre, los andaluces, por ejemplo, no se definen como andaluz-español. Porque eso se presupone.


No hubo más acercamientos, y un muro de silencio se forjó entre los dos. Está claro que él no quería, y yo nunca me he considerado "vasco-español". Eso sería, por defenderlo de alguna manera, algo políticamente correcto que no va con este vecino del mundo, que siempre ha tenido sus ideas clarísimas, y los que me leen habitualmente lo saben. De todas maneras, lo de dejar de hablarnos hay que verlo como una manera práctica de ahorrar tiempo; por parte de ambos, claro.
Con ese "vasco-español" me decía mucho. Me decía que los dos vascos sí, pero cómo, que cuidadito con las diferencias. A través de los años le había calado si no el miedo, sí la precaución de qué decir, y cómo decirlo. Y quizás ahí estuvo la gran diferencia. Porque una persona que ha vivido toda su vida en un mismo lugar, primero es de ahí, pero no tiene por qué renegar de nada. Y tiene un código, unas costumbres que pueden servir de sintonía para facilitar posibles acercamientos, pero decir "vasco-español" no es darte, de ningún modo, un puñetazo moralmente, pero sí una especie de mano en vertical, en forma de barrera, que intenta frenar a la otra persona.
Me sentí como Chenoa en la gala de los 15 años de “Operación Triunfo” en manos de Bisbal y su célebre cobra.

Nunca me había pasado eso, y lo que es peor, nunca me lo hubiera imaginado. Para este vecino del mundo fue una escena bastante triste. Es, a la postre, lo que los analistas denominarían como “daños colaterales” de un conflicto que tardará años en cicatrizar por mucho que se diga.

*FOTO: DE LA RED


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