Revista Literatura

Ven Conmigo

Por Martindealva

Tu dulce sonrisa me invadió una noche en la que nada enturbiaba mi mundo salvo la incertidumbre del instante siguiente en el que nada es predecible y cualquier ínfimo detalle, podría dar un giro al resto de día, y éste, al resto de mi vida. Y eso fue lo que sucedió. Me viste, pusiste tus ojos sobre mis letras y llegaste a mi vida como un soplo de aire… Ven conmigo me dijiste, y sin miedo a nada, ni temor ni esperanza, caminé paso a paso hasta sentirte a mi lado. Noche tras noche nuestras palabras se cruzaban más allá de la sombría oscuridad de las estrellas, nuestras almas ya se habían reconocido, ya no existían montañas, mares ni tormentas capaces de evitar los furtivos encuentros en los que nuestros susurros podían acariciar nuestra piel y estremecernos dejándonos llevar por el poder del verbo.

Ven Conmigo

Pasaban los días, y cada noche entrabas por mi ventana con la brisa que alimentaba mi cuerpo etéreo, invadiendo cada uno de los rincones de mi mente, tu suspiros resonaban en cada poro de mi piel, delicioso eco de una musa de la pasión. Nunca te faltó esa tierna sonrisa con que me regalabas los más dulces sueños que me llevaban una y otra vez a la espera de nuestro próximo encuentro, nunca te faltó esas justas palabras con las que día a día me arrancabas a jirones cada una de mis sonrisas.

Recuerdo aquella primera vez en la que me faltaste… y la recuerdo porque fue la primera noche de muchas en las que jamás me diste oportunidad de devolverte aquellas sonrisas y palabras sinceras de cariño y amistad. Tu falta se hizo eterna a lo largo de los instantes que iluminaban las estrellas que me ahogaban en tus silencios. Sentía tu alma en algún lugar, tenue, pero fuerte y con ganas de vivir, tal y como me enseñaste en las noches en que nos perdíamos en el aire que nos abrazaba. Sin noticias de ti, nada que me diese un aliento de esperanza de volver a encontrarnos… sin nada con que alimentar mi alma en los instantes en que la brisa entraba para arroparme durante las horas de ensueño. ¡Sí! egoísmo, egocentrismo, vanidad, de todo aquello que desees acusarme, ¡¡culpable soy!! y lo confesaré ante cualquiera que tenga el mínimo valor de atreverse a juzgar sin ser capaz de mirar en su interior.

Pero la verdad siempre acaba sabiéndose. Sutiles apariciones para dejarte ver entre el bullicioso ruido que enturbia mi territorio, sin nada más que lo que mi corazón desea escuchar. Las palabras siempre tendrán el significado que cada uno desee darles, sin embargo, esta vez no era necesaria interpretación alguna. Irrumpiste sin permiso en la paz que con tanto sosiego me labré a lo largo de las noches que nos separaban de nuestro último encuentro, invadido por mis propias emociones mezcladas en una lucha interna entre la confusión y el rencor, que no duró más que el tiempo en que mis labios crearon una primera mueca a semejanza de aquellas sonrisas que compartimos.

Intercambiamos las mejores de nuestras letras y muestras de afecto a pesar de esa larga y enigmática ausencia, como si el tiempo lo hubiese vivido en otra escala diferente a la tuya en la que mi mundo continuaba a la espera de tu regreso, vigorosa y con tu brisa que me abarca por levante. Ven conmigo una vez más, rodéame con tus palabras, regálame una sonrisa y brindemos por esa fuerza con la que decidiste seguir.

Regálame uno de esos susurros que me robaron tus silencios, ahora soy yo quien te dice… Ven conmigo.

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