Revista Cultura y Ocio

Ven, oscuridad

Por Calvodemora
Ven, oscuridad
Después de terminar de ver True detective, me siento huérfano. La orfandad es un estado maravilloso del alma. Uno sabe a qué atribuirla, conoce el modo de vencerla e incluso festeja la posibilidad de que un nuevo entretenimiento la sustituya. A lo que no se está dispuesto a renunciar es a quedarse con la idea de que todo lo que vivimos fue maravilloso, aunque concluyera. Se ama más precisamente por eso: por saber que tiene un fin. No sé si a la vida le damos el mismo tratamiento moral que a la ficción literaria o cinematográfica. Creo que somos más exigentes con la HBO que con nuestra propia vida. Después de varios días perdido en los pantallas de Louisiana, vuelvo a la realidad. Conservo algunas frases, ciertas sensaciones de plenitud absoluta. True detective ha sido un regalo maravilloso: da igual que al final (no comprometo spoilers) todo quedara en el rutinario combate entre la luz y las tinieblas. Contrariamente a la contundencia con la que la cabeza nos pide que ganen los buenos de un modo más vistoso o que haya una conexión cósmica (a lo Lovecraft, persiste una voluntad perversa, una brizna de locura que anhela el triunfo de la oscuridad. Dice Cohle en una de las últimas escenas del capítulo ocho que la oscuridad estaba sorprendentemente llena de amor. No sabemos nada. Nos movemos a tientas. Una vez solo hubo oscuridad. Creo que todavía estamos buscando la luz. El mal sigue ganando. Ven, oscuridad. Esta noche veremos Carcosa en un sueño.

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