Revista Cultura y Ocio

Venecia

Publicado el 27 julio 2017 por Elarien
Venecia El tiempo retrocede en las calles, sus pasos se detienen sobre el puente, retiene un suspiro lleno de nostalgia. La ciudad se refleja en los canales teñidos de oro por el sol del atardecer. Los palacios refulgen bajo el agua y, durante unos instantes, sus salones sumergidos recuperan su esplendor. Es carnaval.
Una góndola se desliza sobre los recuerdos, la quilla negra rompe el reflejo. La Venecia barroca de antaño regresa al fondo de la laguna. La orilla recoge las ondas doradas de la ciudad rota y devuelve los fragmentos al mar. La luna da las primeras pinceladas de plata y la imagen resurge en los canales en calma. Venecia se resiste a hundirse.
En las calles, las máscaras ocultan los rostros, buscan el incógnito, mas no hay disfraz para el destino. En el espejo del agua, las almas de la vieja Venecia acechan. Esa noche regresarán al lugar que les pertenece.
La bruma se arrastra sobre la laguna, las sombras se ocultan bajo los puentes, se cuelan por las ventanas abiertas, por las ranuras de las puertas. La niebla invade las plazas, rodea los brocados y las sedas. La blanca luna se esfuma en la neblina.
Amparada por la bruma, surge la Venecia sumergida, la ciudad que nunca olvida. Las góndolas negras se diluyen en las tinieblas, los halos de luces se pierden tras la cortina de oscuridad, sin hendirla. Las olas suspiran y las voces enmudecen en la niebla. En las esquinas, se camuflan formas efímeras, fantasmales, visiones que huyen en el viento, entre murmullos misteriosos y risas apagadas, espectros que corren al encuentro de otras siluetas embozadas para desaparecer en la penumbra.
Las máscaras de luna esconden rostros de agua.


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