Revista Educación

Veneno

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Veneno

Y llegaron a su final los ocho capítulos de Veneno, mucho más que una serie de televisión, una auténtica epopeya a mayor gloria de la inclasificable Cristina Ortiz Rodríguez "La Veneno", a partir de la biografía escrita por la periodista Valeria Vegas. Sería injusto referirse a ella como cantante, actriz o vedette, cuando su lugar en la historia, el que jamás fue consciente de ocupar, es el de activista por los derechos del colectivo LGTBI.

La libre adaptación tiene el sello inconfundible de Javier Calvo y Javier Ambrossi, bien conocidos como Los Javis, que sobrepasan con soltura el plano del homenaje al mito, para construir el retrato de centenares de personas transexuales que todavía hoy siguen luchando por ganar una parcela de dignidad que se les sigue negando.

Aquí es donde uno debe decir la frase: Contiene spoilers.

Las primeras entregas son de una calidad brutal. Se mueven con pasmosa naturalidad en hasta cinco planos narrativos distintos que se extienden durante las cinco décadas de vida del personaje, lo cual implica diferentes ambientes, decorados y colores. El montaje y hasta el movimiento de la cámara varía con cada uno de los episodios de la heroína. Se queda el cuerpo con la sensación de estar frente a una verdadera obra maestra.

Si bien Cristina está en el imaginario general por la rebosante feminidad que exhibía en los programas responsabilidad de aquel genio del entretenimiento que era Pepe Navarro, y la deslenguada ordinariez que se intensificó en sus últimos años, tal vez lo más hermoso de la historia es, precisamente, el crudo espejo de la España negra y rural que vivió Joselito Ortiz antes del brillo al que despertó con su reasignación.

Las palizas, la incomprensión familiar y la oscuridad de su Adra natal, son cinematografiados con una factura propia del mejor Mario Camus, y el peso de las escenas reside tanto en la sinceridad de los niños protagonistas, excelsamente dirigidos, como en una acertada combinación de costumbrismo y desenfado que se nos antoja como la oruga necesaria para el surgimiento de la mariposa.

Magnífica es también la recreación de ese falso sueño madrileño que tantos homosexuales de provincias han creído conquistar, para terminar malviviendo en un pisito cualquiera, o los extremos tiempos de la prostitución en el Parque del Oeste, bien sazonados con delirantes momentos de humor, hasta su descubrimiento por una reportera en horas bajas, impagable Lola Dueñas. La serie alcanza su cenit cuando literalmente se desmorona el plató de La Sonrisa del Pelícano, el último formato en que "La Veneno" reinó soberana en sus años de mayor esplendor.

El coronavirus afectó muy seriamente al producto, y los capítulos finales, sobre el descenso a los infiernos de la diva, quedaron huérfanos del mimo que se percibe en los inicios. Parte de la decepción que me invade arranca, tal vez, en que el peso de la narración empieza a descansar en el proceso creativo del libro Ni puta ni santa, y en las vivencias de la escritora, que están muy bien, pero honestamente, no es lo que hemos venido a ver.

Se renuncia a dibujar con profundidad los tiempos de decadencia, básicamente porque los años de mofa y ridículo del personaje se nos han suministrado brillantemente como píldoras a lo largo de los capítulos anteriores, y ahora los echamos en falta. Igualmente, si bien la estancia en prisión se percibe durísima, el ritmo narrativo ya se ha perdido, carece de la profundidad del principio. El drama rural se solventa con sobresaliente, el drama carcelario decepciona un poco. Es la esclavitud de la tele: Hay que rematar el producto a tiempo, aunque se resienta la calidad final.

El cierre pasa de puntillas sobre lo verdaderamente potente y jugoso, evitando enfangarse en el lodo de las muchas incertidumbres que siguen sin respuesta respecto a la muerte de Cristina, que son mencionadas muy someramente. Después de semanas mostrando a la audiencia sexo duro de toda índole, conscientemente le hurtamos la investigación más comprometida.

Para que no nos percatemos mucho de tamaño olvido, nos obsequian con un entierro luminoso y ficticio, un cuadro grandilocuente y lacrimógeno como bálsamo después de tantos sinsabores, que hace las delicias del grueso de la audiencia. Argumentalmente me interesa muchísimo más el retorno a las estancias feas de la casa de Joselito, donde una madre tan ignorante como cruel, sepulta la mitad de las cenizas de la estrella mediática en un cuartucho de mala muerte. "En el pueblo, de donde nunca debías haber salido".

Concluyendo esta entrada leo que las actrices han recibido el Premio Ondas como reconocimiento a su labor. El trabajo de Jedet, Daniela Santiago e Isabel Torres -especialmente esta última- es acreedor de toda estatuilla, pero es la audacia como guionistas y directores de Los Javis la que habría de ser largamente galardonada durante todo este año, la suntuosa fotografía y el resultado más que sobresaliente de una serie rompedora en la que tiene cabida hasta una felación.

Como Eva al Desnudo en el teatro de Broadway, Chorus Line en los musicales de los ochenta y Network en los servicios informativos, Veneno es televisión dentro de la televisión, particularmente la de finales de los noventa. Época decisiva en la que el mundo se fijó en una España capaz de organizar unos Juegos Olímpicos y capitalizar la importancia del quinto centenario del descubrimiento de América, cuando apenas unas décadas atrás había renacido de la negrura de la dictadura franquista.

En ese albor, Jerónimo Saavedra, Pedro Zerolo, Mónica Naranjo, Alaska, Boris Izaguirre, Carla Antonelli, Jesús Vázquez, Cristina Ortiz "La Veneno" y, con ellos, un buen puñado de mujeres y hombres remataron el largo recorrido que había supuesto visibilizar, cada uno en su ámbito, aquello que hoy es tan normal como casi respirar: Ser homosexual. Por una vez, la calle hacía por superar lentamente la murmuración vecindona y los chistes de mariquitas.

Veneno es la epopeya de la más pintoresca de estos artífices de la conquista de las libertades. Una serie necesaria que da lugar y nombre a decenas de mujeres transexuales que han contribuido a mostrar una realidad tabú hasta anteayer. Veinte años más tarde, las salidas del armario, primero forzadas y vergonzosas, luego liberadoras, han dejado casi de ser noticia. Casi.


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