Revista Cultura y Ocio

Verano del 42

Publicado el 07 septiembre 2015 por Molinos @molinos1282
Verano del 42Se acabó el verano. Mi mejor verano de los últimos 5, no está mal. Estoy como los niños, diciendo "se me ha pasado volando". No he parado de ir, venir, hacer planes, ver gente. 
Tengo la espalda destrozada de tanto coche. ¿Cuántos kilómetros me he hecho? ¿15.000? Voy doblada de dolor y como una abuelita. Como siga así, necesitaré un bastoncito. Recuerdo cuando fuimos a recoger a los PAGS, hace tres años, a una casa perdida en el Pirineo de Huesca. Dos viejitas, casi centenarias, salieron a recibirnos. Una ciega y la otra doblada en un ángulo de 90 grados sin poder levantar la cabeza. Dos cachorros peludos corriendo entre las piernas, laz princezaz en éxtasis y El Ingeniero bajo una lluvia de piropos: pero ¡qué buen mozo eres! ¿A qué viene esta disgresión? Ah si, como siga con el coche así voy a acabar como aquella viejita. No me importaría vivir en el Pirineo pero llego tarde para tener ese cutis sonrosado. 
Por otro lado si el precio a un verano genial es acabar doblada con 90, lo pago. Nunca había estado tanto tiempo en la playa con las princezaz, 15 días que se pasaron volando y nos reímos tanto. El juego de las historias fue un hallazgo y creo que la historia de las tres chicas a las que pusimos de nombre Mari Cruz, Mercedes y Jenny (¡mami, como la novia de Forrest Gump) va a ser el típico chascarrillo para toda la vida. 
"Mami, Mari Cruz es la china, su padre es japonés porque lo digo yo y es un magnate de la leche. Vino a España a Galicia y se enamoró de una señora que hacia quesos y yogures y por eso le pusieron a la hija Mari Cruz aunque fuera china. Y claro, es alérgica". 
Me acuerdo y me muero de la risa. Creo que me acordaré también del día, recién llegada a San Sebastian, y me llamaron llorando por tercer día consecutivo desde el campamento para que las fuera a buscar. Me rompían el corazón pero fui una roca y les dije mientras me subía al bus para irme de cena: No volváis a llamarme llorando. 
Funcionó. No volvieron a llamarme ni llorando ni nada. Volvieron encantadas y quieren repetir el año que viene. Los trucos de bruja malvada molan. 
He comido más postres de manzana que en toda mi vida. Sin crema. Odio la crema pastelera. ¿Qué sentido tiene? La crema es como si la nata se hubiera puesto mustia. Un asco. 
En 60 días me he puesto pantalón largo sólo 3. Ha hecho un calor asqueroso, incompatible con llevar pantalones. Me he comprado 3 pares de sandalias y sólo me he puesto dos. Sabía que me equivocaba al comprar unas. Las guardaré para que las usen laz princezaz, estamos ya en ese punto en que podemos compartir zapatos. Pronto seré yo la que herede. 
He perfeccionado mucho la técnica de la siesta. Estaba a punto de conseguir un 10 en ejecución artística en el programa largo cuando se me han acabado las vacaciones. Perderé práctica y no sé si podré retomar ese nivel alguna vez en mi vida. 
Les he explicado a las niñas qué es un prepucio. Y les he dado la brasa con una lista de cosas que no me gustaría que tuvieran los tíos con los que salgan: nada de gorras de visera plana, ni tatuajes, ni piercings, ni joyas, ni el pelo largo...Han prometido quedarse conmigo para siempre. 
He tenido tiempo de solterismo, tiempo de madre en exclusiva, tiempo de hija, de hermana, de amiga. He escrito muchísimo pero menos de lo que me gustaría porque tengo mil cosas en la cabeza. Leí muchísimo en julio y casi nada en agosto pero supongo que ambas cosas se compensan. He ido al cine y descubierto música nueva. He vagueado y hecho planes como cuando tenía 16 años, sentarnos a charlar sin nada que hacer durante horas. He vuelto a comprobar que en Francia hay mucho tío guapo. 
Sigo con la operación dejarme el pelo largo. Ya está largo, queda decidir hasta cuando lo dejo crecer o si me lo corto ya. Según el día, la hora y el espejo que me mire me inclino por una cosa u otra. 
- Mami, no te hagas coleta que pareces más vieja. 
Me hago coleta cuando nadie me ve o cuando el que me ve considera que estoy guapísima. O cuando no puedo más. 
También he perfeccionado el arte de las pesadillas. Las que tengo ahora son del tipo apocalíptico: tsunamis de los que tengo que salvar a las princezaz, ataques nucleares terroristas de los que tengo que salir corriendo con Idris Elba mientras intento saber qué está ocurriendo. Fantasmas y espíritus. El otro día tuve una en la que el padre de una amiga de la infancia me regañaba muchísimo y con más miedo que vergüenza conseguía balbucear: tengo 42 años y hago lo que quiero. 
En St Remy de Provence me compré una pulsera que no voy a quitarme hasta que se desintegre y recordar siempre el verano de los 42 años. 

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