Revista Atletismo

VI Maratón Cabberty Ciudad de Málaga

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante
VI Maratón Cabberty Ciudad de Málaga
Por tercer año consecutivo estaba aquí la maratón de Málaga, hoy, como en esa primera edición, en la que corrí el 12k paralelo, cayendo en 6 de diciembre.

Este fue el maratón de mi debut en 2013, y el año pasado, lesionado y contra todo pronóstico, lo finalicé haciendo PMP (peor marca personal), con casi 4 horas.

Este año las sensaciones previas eran extrañas... no tenía en absoluto las dudas ni incertidumbres de las anteriores ediciones, a diferencia de otros maratones, no había realizado ninguna preparación específica, ningún test, mi tirada más larga había sido de 14 kilómetros, llevaba más de 6 meses sin hacer series ni entrenamiento de intervalos... y aun así sabía que estaba más preparado que nunca.

Mi objetivo tras finalizar el Reto 360º Solidarios había sido recuperar adecuadamente el organismo, y hoy, sabía que quería acabar entero, luchando por rebasar por primera vez la barrera de las 3 horas... y por supuesto, con huaraches, las Simna 3 en esta ocasión.

Poco antes de las 8 aparcábamos cerca de la salida, donde me encontré con Simón Gfeller, Fran Viegas, Nebreda, Raúl Barriocanal y varios amigos más, y tras saludarlos y charlar brevemente con ellos me lancé en la búsqueda de un baño.

Había uno cerca, con una cola considerable, pero no quería arriesgarme a que los wc químicos de la zona de salida estuviesen también abarrotados...

A las 8:18 me tocó el turno, y un par de minutos después, ahora si, nervioso, pero por no llegar a tiempo a la salida, me dirigí a los corrales de salida acompañado por Mayte.


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Hasta dentro de 3 horas, cariño

Fueron varios los corredores y curiosos que me pararon camino a la salida, para saludarme, preguntarme por el objetivo de la jornada o sobre el Reto 360º Solidarios, y aunque no quería llegar tarde tampoco quería ser descortés, así que les dediqué unos segundos a todos antes de, finalmente, entrar en mi corralito.

Cuando me inscribí, mi idea había sido la de ser liebre de 3:30:00, por lo que fue la marca que estimé que haría; no había caído hasta entrar en mi corralito de salida de que estaba en un corral muy distante de la marca que quería hacer hoy, pero estaba tranquilo, había llegado a tiempo a la salida y tenía 42,195 metros para correr.

Me encontré con los Cochinos Runner, y me situé entre ellos y Dani y Fran en la salida, donde un corredor me reconoció por mi crónica del año pasado.

El cronómetro con la cuenta regresiva para dar la salida parecía estar muy lejano, pero al mirar hacia atrás vi que había muchísimos corredores por detrás de nosotros... estaría en mitad del pelotón como mucho.

Los segundos se fueron agotando, y realmente tranquilo, aclaré mis ideas y me marqué las prioridades a seguir:

-Objetivo: 2:59:59.

-Ritmo deseado: 4:15 min/km
-Pulso deseado: 165 pulsaciones por minuto
-Estrategia de carrera: Pegarme a la liebre de las 3 horas hasta pasar la media maratón y en la segunda media tirar del grupo si me encuentro con fuerzas o quedarme a rueda si por un casual me desfondase.

Tras la salida en silla de ruedas el silencio era casi absoluto; se respiraba el maratón.

Con nuestro pistoletazo de salida, mientras los corredores de los primeros cajones salían escopetados, en mi cajón trotábamos en el sitio, avanzando rápido de repente y chocando con los de delante al pararse de golpe.


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¡Salida!

Buscaba bajo mis pies la banda cronometradora que tomaría mi tiempo real para activar el GPS, mientras esquivaba pisotones y codazos; la encontré medio minuto después de comenzar la prueba, y por fin, pude comenzar a correr.

El centro de la calzada, plagado de ojos de gato, estaba bastante libre, formando un pasillo entre las dos columnas de corredores que comenzaban a coger ritmo; me coloqué en él, con cuidado de no tropezar, y me lancé en busca de la primera liebre, que cogí en la misma entrada de la Alameda, la de 3:30:00.

Seguí apretando el ritmo, pero continuamente se me cruzaban corredores o alguno aminoraba el ritmo de golpe, lo que me obligaba a realizar quiebros continuos y avanzar en zigzag; iba muy tranquilo, pero comenzaba a agobiarme la situación, al ver que la marea humana que me rodeaba comenzaba a ralentizarme de verdad.

En la pendiente hacia el Puente de Tetuán encontré un pasillito y efectué un breve cambio de ritmo, aprovechando que la mayoría de corredores habían bajado un punto el ritmo en la cuestecita, y conseguí llegar a un claro desde donde ya divisaba a la siguiente liebre, que en mi mente, era ya la de 3:00:00.

Me tomé el avance con calma, ya que teniéndola a la vista no había prisa por alcanzarla, pero escuché una conversación de dos corredores que iban a por ella para "bajar por fin de 3:15:00", y me di cuenta de que, en efecto, se trataba de la liebre para esa marca; ¡qué fallo!

Aceleré de nuevo, rebasando los 4 min/km, y seguí pasando corredores.

Entre otros me encontré con Manolo y Rocío, atletas fuengiroleños, y con varios conocidos que se extrañaban de verme "tan atrás" en la salida.

La verdad es que quitando el tapón en el corral de salida y en los 2 primeros kilómetros, la salida fue rápida, ya que la anchura de la Avenida de Andalucía permitía que el grupo se fuese estirando y al avanzar en pendiente podía ir adelantando corredores con facilidad.

A medio camino hasta la comisaría me encontré con un corredor extranjero, minimalista también, que parecía correr con unas Luna Sandals (no pude ver la hebilla), que venía de hacer 3 horas 3 minutos en Oporto hacía pocas semanas y hoy quería quitarse la espinita de las 3 horas.

Compartimos camino brevemente, ya que me dijo que con el ritmo que llevaba, "o reventaba, o volaba", y nos deseamos suerte.

En el giro a la derecha hacia el CEP, abandonando la Avenida, escuché por primera vez el GPS marcar un kilómetro; había empleado 12:24 en recorrer los primeros 3 kilómetros, un ritmo medio bastante superior al que estimaba que llevaría, pero aun así aun no veía a la liebre por ningún lado.

Me la crucé pocos metros más adelante, en dirección contraria, bajando hacia el túnel, y a mediación del pelotón, vi a Cristóbal.

Ya tenía el grupo a tiro... me abrí para coger bien el giro y seguí la estela del grupo de la 3 horas, del que comenzaban a desperdigarse ya algunos corredores, mientras otros se iban acoplando al ritmo.

Aproveché el desnivel a favor para dejarme llevar, y tras recorrer prácticamente toda la Avenida de Juan XXIII rondando un ritmo de 3:50 min/km, alcancé al grupo de las 3 horas, corriendo por la acera izquierda, ya que no había manera de abrirse paso por el entramado de piernas y codos que rodeaban al grupo.

Entre otros corredores, por su altura, destacaba Ángel, del WITL?, al que conocí en la pasada edición de la Carrera Urbana San Pedro de Alcántara, y tras saludarlo, me lancé a por Cristóbal, mientras dejábamos atrás el cartel del km 5.

¡5 kilómetros había tardado en alcanzar al grupo de las 3 horas! vale que hubiese salido con medio minuto de retraso, pero me parecía que el ritmo que estaban llevando estaba siendo excesivo...

Venía lanzado, con la pendiente a favor y muy motivado por haber dejado atrás a varios cientos de corredores sin realizar un esfuerzo demasiado grande... sabía que aun quedaban muchos kilómetros por delante y que mis piernas me pedían continuar a ese ritmo, pero mi cabeza se impuso, y decidí colocarme por delante de la liebre por motivos logísticos (comodidad al coger las curvas, facilidad de avituallamiento...).

A los pocos segundos noté una presencia a mi lado, la de Cristóbal, y una vez más, de tantas otras, atacábamos "en solitario" la distancia.

Pensé usar a un corredor portugués vestido de verde como referencia, pero acabó lanzándose más de la cuenta, así que al final cogí como punto al propio grupo de las liebres, al que traíamos a pocos segundos pese a rodar por debajo de 4:10.

Así llegamos hasta el Paseo de los Curas, donde, en vista de que los ritmos de las liebres estaban siendo bastante similares a los nuestros, decidimos integrarnos en la parte frontal del grupo en lugar de seguir tirando desde tan temprano; el ver a Mayte entre el público, que animaba con ganas, fue un soplo de aire fresco.


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Un orgullo poder tirar del grupo


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Colocándome las gafas... que oportuno


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Segundos antes de saludar a Mayte

Pasamos el kilómetro 10 en 40:51, a un ritmo medio de 4:09 min/km, y sorprendidos por el ritmo que estaban marcando las liebres, tuvimos que apretar ligeramente para mantener la posición, mientras le contaba a Cristóbal las anécdotas de la segunda etapa del Reto 360º Solidarios, que discurría por esas mismas calles hacía pocas semanas.

Íbamos clavando los ritmos como relojes, pero kilómetro a kilómetro teníamos que acelerar ligeramente, al comenzar el grupo de las 3 horas a acercarse de más a nosotros.

Corríamos por terreno de la Carretera de la Muerte, y mientras mi cuerpo corría por Málaga mi mente viajaba en el tiempo, primero al pasado, imaginando la tragedia que ocurrió hace poco más de medio siglo, y después al futuro, imaginándome en la próxima edición de este evento conmemorativo...

Una sirena de policía me sacó de mi mundo... ¿¡Ya venían los primeros!? podía escuchar los murmullos impacientes de los corredores a nuestro alrededor, pero aun no conseguía divisar a nadie...

El tiempo pareció ralentizarse, y finalmente, a lo lejos, llegaron los corredores en silla de ruedas, y poco después, la cabeza de carrera.

¡Qué ritmazo! a su lado parecía que íbamos dando saltitos sobre el asfalto... 

No conocía a los 3 primeros corredores, sin duda, los élites invitados por la organización para batir el récord de la prueba, seguidos muy de cerca por El Mouzaiz, y poco después, comenzaron a aparecer caras conocidas...

Javier Díaz Carretero, Cristian Benítez, Cristóbal Doblas... es un honor correr tan cerca de ellos, separados apenas por medio metro, aunque nos sacaban ya cerca de 2 kilómetros de distancia.

Fue un lujo ir escuchando los comentarios de un campeón del mundo como Abel Antón, sobre el ritmo de la cabeza de la prueba, la posibilidad o no de batir la marca del circuito y el hecho de que con 1000 corredores más, por la calle por la que discurríamos en ese momento, literalmente, "no cabríamos", algo que hay que estudiar de cara a futuras ediciones.

Poco a poco comenzaron a aparecer compañeros de clubes vecinos, como Akash, Fernando López Sevilla o Claudio Sepúlveda, y cuando nos quisimos dar cuenta, ya era la hora de que nosotros girásemos.

Pasamos el kilómetro 15 a un ritmo medio de 4:02 minutos el kilómetro, el más rápido que he registrado hasta la fecha, con las liebres pisándonos los talones.

Iba tan despistado mirando a los corredores que nos seguían, por el otro lado de la calle, que me di cuenta tarde de que se acercaba el avituallamiento, en el que, como en todos, quise beber un poco de agua, pero cuando reaccioné ya se había acabado...

Un corredor de rojo al que llevaba un rato siguiendo con la mirada, al correr con otro compañero de club a un ritmo apenas un segundo superior al nuestro, llevaba una botella casi entera en la mano, después de beber, así que me aproximé a él para coger un poco.

Ángel corría entre los dos, e hizo de intermediario para que la botella llegase en apenas un segundo a mis manos, y tras dar un par de buches y saciar mi sed, la devolví hacia adelante para que otro compañero la vaciase; esos detalles de compañerismo y solidaridad son de las cosas que más me llenan en la ultradistancia, no cuestan esfuerzo y se agradecen mucho.

Miré a derecha e izquierda, pero no divisaba a Cristóbal... Como los muchachos de rojo llevaban un ritmo ligeramente superior al mío y me encontraba cómodo corriendo con Ángel, "esperé" a Cristóbal mientras notaba como la sensación de cansancio, que comenzaba a aparecer tenuemente, disminuía al rebajar el ritmo en apenas 5 segundos el kilómetro, pasando de 172 pulsaciones por minuto a 163.

En este tramo fueron increíbles las muestras de ánimo y apoyo por parte de nuestros compañeros corredores, entre los que identifiqué a Luis Alberto Morcillo, Sevi (autor de Pasodetiempos), Manuel (autor de Manuelelcorredor), o Nebreda, del Reto Alandarun y muchos otros.

El atletismo es un deporte muy agradecido en cuanto a que la mejora, rápida o lenta, siempre llega, las personas que se conocen gracias a esta actividad suelen ser fantásticas y las amistades que se forjan entre carreras, tremendamente sólidas.

Cristóbal llegó nuevamente a mi lado, y a lo lejos divisé la silueta de Paco y su gorra blanca; podríamos haber intentado ir a por él, pero aun quedaba poco para la media maratón y teníamos mucha prueba por delante, así que mantuvimos el ritmo.

El día, como comentó Abel en varias ocasiones, estaba siendo una gozada, con una temperatura perfecta para correr, ni una nube en el cielo, una presencia de viento nula...

Recorrí con hambre de kilómetros la vuelta hacia el Paseo de los Curas, con la vista perdida en el horizonte y las piernas ligeras, disfrutando.

Llegando a los Baños del Carmen, casi en paralelo con el hito de la Gran Senda de Málaga, vi en la bici a Jesús Ortigosa, quien me asesoró en materia de planificación durante el primer semestre del año y con quien espero volver a intercambiar experiencias pronto para seguir afinando ritmos, y casi sin darnos cuenta, volvíamos a estar en el Paseo de los Curas, donde de nuevo y casi por casualidad, encontré a Mayte sin buscarla en mitad de la multitud.


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Concentración, concentración...


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¡Mayteeeeee!


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Disfrutando como un enano

Llegamos a la media maratón con un tiempo en crono de 1:27:29, del que sabía que tenía que restar medio minuto al haber salido más atrás.

Entiendo perfectamente que las liebres lleven un ritmo ligeramente superior al objetivo para que los tramos en pendiente y la fatiga de la segunda mitad de la prueba no provoquen que a los aspirantes a 3:00:00 se les escape la marca, pero me parecía excesivo haber pasado con un "colchón" (que en una maratón puede ser una perdición) de dos minutos y medio...

Tras saludar a la liebre que se incorporaba en la media, a quien conozco de mi primer maratón de Málaga y varias medias de Torremolinos, entre otras citas deportivas, decidí continuar "en solitario".

Las liebres, que habían rodado en el parcial previo a la media maratón clavando 4, ralentizaron de repente su ritmo, ya que yo decidí estabilizarme a 4:10 minutos el kilómetro y ver como reaccionaba el cuerpo y antes de darme cuenta las había perdido.

Cristóbal corría a mi lado, la lejana gorra de Paco me servía de referencia, y aunque estaba corriendo ligero y sin molestia alguna, sabía que la clave estaba en dejar la zona del Martín Carpena entero (km 30); si llegábamos fuertes, el tramo final sería coser y cantar.

Hasta el momento no había podido coger isotónica en ningún avituallamiento (eché en falta mesas más largas), y el cuerpo me pedí algo salado, así que eché mano a una barrita energética que me dio Bartolo, Concejal de Deportes de Benaoján, durante el transcurso del Reto 360º Solidarios, le di un par de bocados y, recordando el dolor en la bajada hacia Jimera de Líbar di gracias por encontrarme hoy tan bien y apreté el paso.


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¡Fotón!

Avanzando por la MA-22 y recordando antiguas medias maratones de Málaga, por fin comencé a notar un poco de cansancio, y como no teníamos prisa, decidí aplazar momentáneamente el objetivo de alcanzar la gorra de Paco y bajamos el ritmo algunos segundos, pero aun por debajo del ritmo objetivo de 4:16 minutos el kilómetro.

A lo lejos identificamos una camiseta de La Senda... ¡Era Akash!

Nada más verlo supe que iba mal... cojeaba y deceleraba progresivamente...

Entre Cristóbal y yo tratamos de animarlo, pero cuando llegamos a su lado, tras preguntar Cristóbal que qué le pasaba, dijo rotundamente "pasa que se ha acabado", y lo dejamos atrás.

Un escalofrío me recorrió la nuca; hay veces en las que duele más continuar que abandonar, pero cuando se llega al punto en que no hay otra salida, no hay nada que hacer...

Aun cuento con los dedos de una mano las veces que me he retirado en competición, y sabía que hoy no era el día en el que se completase esa mano, compuesta por:

-VI Andorra Ultra Trail Mític, por falta de descanso, alucinaciones y, admitamoslo, falta de preparación.

-I Desafío del Tinto Ultra Trail, por lesión previa; nunca debí haber tomado la salida.

-XVIII 101 kilómetros en 24 horas, por fallo renal; el abandono más duro hasta la fecha.

-I Ultra Líbar Adventure, ante la desorganización total de la prueba y el caos previo a la caída de la noche no dudé un momento en quedarme en meta de la prueba "corta" de 55 km. No se consideró retirada, pero para mi no terminar la prueba que pensaba hacer lo es.

Eché una mirada hacia atrás y vi como ya eran varios los corredores que nos iban alcanzando, pero las liebres quedaban bastante lejos; eché la mirada hacia adelante y calculé que la distancia que nos separaba de las liebres era la misma que me separaba a mi de Paco. Cambié el ritmo.

Dejamos atrás la sede de Diputación y las letras de la Misericordia, punto de finalización de la primera etapa del Reto 360º Solidarios, y poco después, vimos a José Antonio, "el Cuco".

De una forma u otra, la maratón de Málaga siempre nos acaba conectando...

En mi primera participación fue mi liebre durante la segunda media maratón, en la que sufrí muchísimo un muro para el que no estaba preparado que me dejó tieso, y el año pasado, pese a estar lesionado, le devolví el favor haciéndoles de liebre a él y Cuesta, otro compañero, hasta el kilómetro 25, donde ya no fui capaz de ayudarles con su marca objetivo; acabé la prueba por puro pundonor, pero no entraba en mis planes iniciales.

Este año llevaba ya un rato con hambre, y me apetecía algo dulce, pero solo tenía a mano el gel de Biofrutal, y sin agua no me lo quería meter en el cuerpo... y fue calcular cuanto quedaría para el próximo avituallamiento y preguntarnos José Antonio si queríamos agua.

Sin dudarlo asentí y fui abriendo el gel, mientras él se adelantaba con la bici.

Por primera vez durante toda la prueba, algunos corredores comenzaban a adelantarnos, pero seguían dentro de nuestro rango de visión.

Comencé a tomarme el gel, que diluí con el agua que José Antonio me dio, y como sabía que dentro de un rato me apetecería darle un nuevo sorbo, decidí llevarlo en la mano.

Llegando al Estadio Olímpico tuve un impulso de motivación enorme.

En mi primer maratón de Málaga y por primera vez en una prueba de asfalto, eché a andar en esa zona, y el año pasado en ese punto tuve que dejar a José Antonio y Cuesta; este año llegaba casi sin fatiga acumulada y rodando 10 segundos por debajo de mi ritmo objetivo, adelantando a los corredores que poco antes me habían dejado atrás, y me olvidé de los parciales que me cantaba el GPS, de pulsaciones y de historias, y seguí mis sensaciones.

Tan solo deceleré un instante en el giro a la izquierda del Inaqua, al no ver a Cristóbal, pero en el mismo giro lo identifiqué en la distancia con no demasiada buena cara, y en el punto en el que estábamos del maratón pensé que si tiraba de él y forzaba un ritmo con el que ya no se sentía cómodo podía desfondarle antes de tiempo, y tenía la marca de 3 horas en su mano.

Estaba dudando, pero mis piernas tomaron el control y decidí dejar de pensar.

Buscaba la gorra de Paco con la mirada, y la vi saliendo del Estadio justo cuando entraba yo.

El cambio de textura de correr por asfalto al pasar a tartán fue una delicia para mis pies... ¡podría acabar encantado los 13 kilómetros que me quedaban sin salir de la pista!

Por desgracia, apenas 300 metros después de entrar, salí de nuevo, identificando a lo lejos a uno de los corredores de rojo de la pareja que me avitualló en el giro de la N-340 hacía como una hora, y tras alcanzarlo, divisé al siguiente en la distancia.

En el avituallamiento pasado el Carpena aproveché para acabarme el gel, y sin sensación alguna de hambre ni indicio alguno de "muro".

Desde que desterré de mi dieta habitual los alimentos procesados, cereales, harinas, azúcares añadidos y los aditivos no suelo sufrirlo, o al menos, no tanto, aun entrenando varias horas en ayunas, pero hoy me estaba exprimiendo al máximo.

Recordando muros en otras maratones (esta era mi segunda maratón de asfalto en la que no aparecía, tras la clandestina I Maratón Solidaria Los Pacos), la visión lejana de la gorra de Paco me sacó de mi mente... ¡ya tenía referencia!

La perdí, sin embargo, al cruzar el túnel bajo la autovía, pero iba muy cómodo y disfrutando el momento, tanto que mientras que en los giros de 90º del Hilton, mientras que el grueso de corredores que me acompañaba recortaba en las curvas, yo los alcanzaba una, dos y a un par de ellos hasta 3 veces realizando el recorrido "oficial", antes de dejarlos atrás en Calle Horacio Quiroga, donde la gorra se puso a tiro nuevamente; estaba lejos, muy lejos, pero no tenía prisa; tenía 11 kilómetros para alcanzarla.

Precisamente en la zona del Hilton pasé el kilómetro 30, en 2:03:12, a un ritmo medio de 4:06 minutos el kilómetro y mejorando en nada menos que 6 minutos mi anterior mejor registro en la distancia, registrado en la XXX Maratón Internacional Ciudad de Sevilla, allá por febrero de 2014.

En la entrada a la Avenida Europa rodaba ya a 4:04 minutos el kilómetro, "marcando" corredores mentalmente mientras adelantaba, y reconociendo varias camisetas del cruce por la N-340; estaba en mi salsa.

Volvía a haber público, y se me puso la carne de gallina recordando el paso por la media maratón, donde el público, formando un pasillo a ambos lados de nosotros, nos animaba con fervor.

No llegaba a tanto ni de lejos en esta zona, pero se agradecían esas muestras de apoyo y esos aplausos, un aspecto en el que Málaga ha mejorado mucho desde pasadas ediciones pero que tiene aun que trabajar de cara al futuro, ya que hay tramos de varios kilómetros consecutivos totalmente desiertos, como el desangelado paso por el Estadio; acogiendo una media maratón paralela que finalizase en él ese punto hubiese sido un hervidero de gente, que nos hubiese impulsado a los maratonianos anímicamente.

Llegando a la mediación de la Avenida de Europa, mientras un grupo de señoras mayores animaban "a ese largo de las chanclas que corre que se las pela", intenté animar a Paco a grito de "Paco, que te alcanzo", pero ni reaccionó, pese a estar ya a apenas 50 metros.

Al final de la Avenida me puse a su altura, y vi en su cara reflejado el sufrimiento; no reaccionó si quiera cuando me puse a su altura y me di cuenta de que era mejor dejarlo, así que le di ánimos y encaré la tenue pendiente que daba la bienvenida al kilómetro 33.

"7 más y acelero", me dije, mientras cada vez más eran los corredores que caían como moscas, algunos ya andando a un lado de la calzada, fruto de algún tirón, y otros sin duda enfrentándose a sus muros particulares al llevar ritmos para nada acordes con la posición que ocupaban en un momento tan avanzado de la carrera.

Subiendo por la Avenida de Juan XXII, en un tramo compartido con la bajada, Ángel Carmona me animó desde un coche, y sabiéndome ya en los kilómetros finales, me planteé dejarme llevar y acelerar en ese mismo punto.

Lo que me frenó, literalmente, fueron las continuas pendientes que fuimos afrontando, algunas más fuertes que otras, pero sin duda, muy mal planteadas para una segunda media maratón, ya que yo, que iba muy alegré, las noté bastante en las piernas, por lo que no me quiero imaginar aquellos que llegasen ya justitos de fuerza o con las piernas tocadas...

Entre esos corredores a los que creo que les vino grande la cuesta estaba un corredor del Álora, al que acompañaba Juan Vázquez, que recientemente revalidó su título de campeón del mundo en su grupo de edad en la especialidad que hoy estábamos disputando.

No tardé en alcanzar a su compañero, pero él, realmente fresco, dio dos zancadas para alcanzar al grupo de corredores de Álora y me dejó con 50 metros en las narices en menos de un minuto.

Me planteé como objetivo alcanzarlo y saludarlo, ya que desde que nos recibiese en el Caminito del Rey a mediación de la séptima etapa del Reto 360º Solidarios (pendiente de crónica), no coincidíamos, y precisamente ese día quedamos en que intentaría verlo en la maratón, si podía pillarlo.

Una quincena después, lo tenía al alcance, y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Me animó mucho a mantener el ritmo las indicaciones de un organizador que me dio la enhorabuena por el reto justo antes de entrar en el corral de salida esa misma mañana, con el que había coincidido ya en varios puntos durante la maratón.

En esta ocasión se encontraba antes del Puente de las Américas, y nos animó a los corredores diciendo que manteniendo un ritmo de 4:00 o ligeramente superior, rondábamos los 2:50 largos.

Mi objetivo eran las 3 horas, eso estaba claro, pero me encontraba aun fuerte, estábamos a apenas 7 kilómetros de la meta y no había ni rastro del muro... ¡además, Juan Vázquez se me estaba escapando!

Decidí comenzar a acelerar una vez cruzásemos el puente, y tras ascender por él me dejé de ir, estabilizando el ritmo ligeramente por debajo de los 4 minutos/km.

Yo era el primer sorprendido, sabía que sería muy difícil correr la segunda media maratón más rápida que la primera, ya que mi ritmo había sido casi suicida durante los primeros 5 kilómetros, al tratarse de un maratón, pero tenía capacidad suficiente para aguantar sin molestias el ritmo, y poco a poco fui acercándome a Juan.

Durante mi persecución vi a un corredor con la camiseta del UTMB... ¡Simon Gfeller! 

Para mi es todo un referente, un tío que se puede meter 6 ultras en un mes y acabar en posiciones top en la mayoría es todo un ejemplo a seguir... ¡y lo tenía al lado!

Obviamente el asfalto no es su especialidad, pero estaba yendo a muy buen ritmo y sin duda bajaría de las 3 horas; se me estaba alejando Juan, así que no me entretuve mucho con él, y tras desearle suerte seguí adelante.

Por suerte, Juan redujo su ritmo en cuanto alcanzó al grupo de Álora, y al entrar en la larguísima recta al girar enfrente de El Corte Inglés, fui disminuyendo la ventaja que me sacaban, espoleado por el calor del público, del que varios mensajes de ánimo iban dirigidos directamente a mi, por correr con los huaraches o porque ya me conocían (muchas gracias, sois increíbles).

En la Avenida del Doctor Marañón, al llegar a la boca calle de Calle Toledo, donde precisamente aparqué el coche cuando oposité en junio, alcancé al grupo.

Saludé a Juan y sus compañeros y charlamos brevemente, pero el grupo iba ya bastante apurados y no quise modificarles el ritmo, así que me concentré en subir la pendiente con vigor, dejando atrás (esperaba), el desnivel positivo de la prueba, ya que, había oído, los últimos kilómetro eran en bajada.

Dejé atrás la Rosaleda, me vi apestado por la multitud de tubos de escape que me aguardaban en el puente, y crucé a la otra rivera del Guadalmedina, donde, casi en solitario, fui dando caza a los corredores, concentrado en mantener mi ritmo.

Ya no había grupos, ni si quiera parejas, éramos tan solo un grupo de corredores dispersos donde cada uno luchaba por mantener su ritmo.

En el giro hacia la Calle Cruz del Molinillo, tras adelantar a mi última referencia, vi a Isidro en una esquina, animándome, como tras pasar la media maratón.

Ya solo quedaban dos kilómetros, se supone que a favor, y por el centro... pues bien, ¡vamos a por ellos!

Como si acabase de comenzar a correr, me puse a 3:50, sin querer apretar más porque los giros eran algo cerrados y los huaraches me patinaban, y sobre todo, por el tramo empedrado que pasamos al rodear la Catedral, donde, con las plantas de los pies ya bastante sensibles, sufrí un poco, aunque anímicamente estaba disfrutando como un enano, posando incluso cuando veía a los fotógrafos, como a Salva, mi amigo de Ellocoquecorre.com, apostado en Calle Alcazabilla.

Cuando me vi en la Plaza de la Constitución, sin embargo, olvidé mis dolores y apreté el acelerador hasta que me dejé de sentir fuera de mi zona de confort, y me mantuve en los límites externos de la misma.


VI Maratón Cabberty Ciudad de Málaga

Disfrutando como nunca del maratón


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En el límite de mi zona de confort

Quedarían apenas 600 metros cuando giramos para entrar en el Paseo del Parque, y ahí ya lo di todo... ¡antes de tiempo!

Es irónico que, realizando el maratón de mi vida (hasta el momento), cuando ya había dejado atrás a todos los corredores que podía, en la misma línea de meta, estuviese a punto de "liarla" por pasarme de revoluciones.

Quedarían apenas 200 metros, pero estaba tan al límite que no recordaba cuantos segundos llevaba sin respirar y de repente la bilis me inundó la boca; la escupí para no vomitar, deceleré ligeramente, y envuelto en una amalgama de sensaciones, entre las que predominaban el vigor y la euforia, atravesé el arco de meta, pocos segundos después de que el crono del tiempo real pasase de 2:54:59 a 2:55:00.

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Entrada a meta

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¡Meta!

Paré el crono, en 2:54 (no mostraba los segundos), y casi me como a un muchacho que recuperaba el aliento con la espalda arqueada y las manos en las rodillas que me resultaba familiar... ¡Era Ángel Accino!

No lo sabía aun ya que no tenía ni idea de si había salido antes o después de mi, pero nuestro tiempo real estaría casi a la par... ¡y nunca había estado tan cerca de este fiera de la montaña!

Lo vi un poco apurado y no quise molestarlo, así que, con las piernas mucho más enteras de lo que podía si quiera haber soñado, recogí mi medalla finisher, un plástico, un powerade y un plátano y contacté con Mayte, con la que me reuní minutos después en el exterior de la zona de llegada.

Había logrado bajar de las 3 horas, con autoridad, haciendo un final de carrera excelente y comenzando mi cumpleaños muchísimo mejor que en la mejor de las previsiones... ¡y aun podía andar!

Era una ventaja teniendo en cuenta que a las 6, esa misma mañana, había comenzado un día que sería muy, muy largo.


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Las sub 3 horas listas... y las sub 2:55, habrá que buscar nuevos objetivos ;)


Gracias a todos por las muestras de ánimo, apoyo y cariño que me demostráis día a día, y especialmente ayer, desde antes mismo del maratón hasta bastante después de finalizar el mismo, vuestro ánimo me llevó en volandas en varios puntos, de verdad.

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Un diploma para enmarcar

Para los amantes de los números, mi posición real fue la 81ª absoluta, 78ª masculina y 25ª senior, pero con lo que me quedo por encima de todo, es con haber podido disfrutar de un maratón de cabo a rabo, en compañía de enormes atletas y grandes amigos.


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Mis números en esta edición de la maratón


Como siempre, me despido de lo que vi mejor y peor de la prueba, de cara a seguir haciendo año a año de la maratón de Málaga una prueba de más calidad; estamos en el buen camino pero quedan cosas por hacer.

Lo mejor
-El año pasado fue muy polémica la descalificación de un grupo importante de corredores por "cortar" al pasarse un cruce sin indicación ni voluntarios; en los tramos finales tuve que preguntar al público la dirección en algunas callejuelas, al no tener referencia delante, pero la línea que recorría la mayor parte del maratón evitó que el conflicto se repitiese, ¡bien hecho!

-La animación ha sido mayor que en otras ediciones, pero Málaga puede hacerlo mucho mejor y hacer que la experiencia en el maratón sea mucho mejor.-El tramo final en ligera pendiente a favor y por el casco urbano, personalmente se me pasó en un suspiro.A mejorar-La salida este año ha estado muy bien planteada, usando una avenida ancha y larga para evitar aglomeraciones, pero hay partes del circuito, en kilómetros aun tempranos, donde si se quieren meter 5.000 corredores sería difícil no generar tapones en los giros, habría que buscar calles más anchas para futuras ediciones si se quiere mantener el crecimiento de la prueba.

-Los avituallamientos estaban bien ubicados, pero tan solo en uno pude coger isotónica y en 3 me tuvieron que pasar agua porque no llegué a coger botella; creo que colocando mesas más largas, aunque haya el mismo número de voluntarios, se puede subsanar.

-Creo que si tiene que haber cuestas, lo suyo es colocarlas en la primera parte del recorrido; algunas además tenían una pendiente considerable y eran bastante largas, lo que se me hizo duro yendo bien de fuerzas, yendo justito hubiese sido un martirio... y estando a nivel del mar seguro que hay alternativas.

En cuanto pueda colgaré una galería de imágenes de la prueba, mientras tanto... ¡a recuperar!


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