Revista Viajes

Viaje a la Antártida

Por Drlivingstone

 

A partir de aquí y mientras estemos en la Antártida, las noches las pasaremos fondeados en alguna abrigada bahía o abarloados a un pecio de un antiguo ballenero, bajo un imponente cielo estrellado con la Cruz del Sur como referencia. Durante el día las guardias se mantienen para vigilar los icebergs e indicar el paso a través de las numerosas banquisas heladas que debemos traspasar.

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Las ballenas jugaban en torno al barco

Las ballenas se convierten en un compañero diario, visitándonos cual alegre pandilla, de cuatro o cinco en fondo, y de paso dándonos algún susto cuando de repente emergen con un fuerte resoplido junto al casco del barco. También las focas que pasean por las orillas, o que dormitan y toman el sol tumbadas sobre los icebergs, conforman una estampa habitual del entorno. Pero el representante por excelencia de esta fauna antártica son los pingüinos. Los hay a miles, concentrados en las rocas desnudas de hielo, o nadando con sus característicos saltos.

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Existen numerosas colonias de pingüinos

Cada día es diferente y cada milla que avanzamos ofrece un nuevo espectáculo. Los paisajes de postal se suceden en una interminable proyección ante nuestros ojos y nuestras cámaras. Cada rincón es deslumbrante. A cada minuto te quedas maravillado con el paisaje que tienes delante.

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Las focas se pasan el día dormitando

Descendemos a menudo a tierra, y ascendemos a pequeñas alturas, como el punto culminante de la isla Hovgaard, de 369 metros de altura, que nos permite apreciar las bellezas de este continente desde otra perspectiva.

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El día 22 de febrero alcanzamos el punto más autral de nuestro periplo, la base ucranianaVernadski, a 65˚ 14´ S., donde compartimos unos tragos de vodka con unos barbudos militares que se pegan aquí todo un año. Aquí es donde te das cuenta de las verdaderas dimensiones de este continente, y aprecias mejor las epopeyas de los Amundsen y Scottde hace 100 años. Todavía faltan 35˚ hasta el polo sur, es decir, 2.100 millas náuticas ¡Casi nada!

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Los icebergs toman caprichosas formas

A partir de aquí, rumbo norte por otra red de canales hasta la isla Melchior, donde fondeamos en nuestra última noche antártica y cogemos fuerzas para, ¡oh cielos, que pereza! Afrontar de nuevo el temible Drake. Otra vez cuatro largos días de fuertes vientos y duro oleaje, pero que superamos sin grandes incidentes hasta recalar en Puerto Williams, la base de partida, tras tres inolvidables semanas por el paraíso antártico.

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Fondeados para pasar la noche

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Ascendiendo al monte Hovgaard

 

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El hielo nos rodeaba constantemente

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  chapoteos
publicado el 28 enero a las 14:05
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La Antártica suena como un lugar muy interesante para un viaje de aventura. No me importaría nada recorrerla durante un mes. Tiene que ser toda una experiencia.