Revista Cultura y Ocio

«VIBRACIÓN. Entrevista a José Ovejero»

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Autor prolífico de poesía, ensayo, libros de viajes, cuentos y novelas; escritor reconocido con los premios más importantes de nuestra literatura, José Ovejero sigue escribiendo con pasión, hilvanando la historia que no ha dejado de vibrar. Así comenzó su último libro, VIBRACIÓN, publicado por Galaxia Gutenberg.»

«VIBRACIÓN. Entrevista a José Ovejero»Entrevista realizada por Maudy Ventosa.

«VIBRACIÓN. Entrevista a José Ovejero»

Foto: Maudy Ventosa

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Foto: Maudy Ventosa

Maudy. -Vibración es el título de la novela, dice usted que la vibración atraviesa tanto la historia como los afectos, que es el motor que ha permitido el avance de la civilización…
José. – Empecé a trabajar en este libro solo con esa idea. Yo no sabía qué iba a escribir, no tenía ni idea, pero sí que es algo que permanece incluso cuando ya no lo podemos percibir. Es como un sonido, como música. Pensé que eso sucedía con la historia; en cualquier lugar hay una vibración que ya no se percibe pero que sigue ahí, el pasado, los secretos, las violencias… todo eso se queda. Empecé a escribir historias de un lugar, que es un lugar concreto, que existe en Extremadura, y a no hilvanar, porque no quería unir todas esas historias al principio… En un pueblo, se transmite durante generaciones que no se mueven de allí o por lo menos, parte de las familias no se mueven de allí.

M.- Una historia muy dura…
J.- Cuando escarbas en la historia de un lugar es como si hicieses una excavación arqueológica. El libro tiene mucho de arqueología. Tú vas examinando estratos, capas, y siempre te encuentras con testimonios de violencia. En cualquier lugar habitado hay una historia de violencias. Esa historia de violencias va fijando las estructuras sociales, las manifestaciones culturales, y no me quedaba otro remedio. E intentado no hacer nada escabroso o tremendista, pero hay cosas que no puedes evitar.

M.- La historia de los ahorcados, ¿es cierta?
J.- Esa casa existe, la llaman la casa de los ahorcados, esa historia se dio allí. Entonces, eso sigue vibrando, la casa sigue allí, la gente sabe qué pasó en esa casa. Todavía hay descendientes que conviven con quienes fueron los perpetradores. Entonces, ¿cómo puedo ignorar eso cuando estoy haciendo a arqueología del lugar? Es imposible.

M.- Utiliza tanto la primera como la tercera persona en su narración.
J.- He descubierto que soy muy benjaminiano, por referirme al filósofo Walter Benjamin, pero lo era sin saberlo. Él dice: intentar narrar la historia de una manera lineal, es una forma de falsificarla. La historia solo la puedes contar mediante fogonazos. Iluminando momentos del pasado. Solo así se podría recuperar esa sensación que atraviesa determinados lugares en determinados momentos. Y yo, sin saberlo, había decidido contar primero esta historia con fogonazos. Es decir, iluminando momentos, como única manera de acercarme de verdad a ellos. La idea era revelar esa realidad a través de esos fogonazos. Y luego, construir una narración que retomase eso que estaba antes, pero no dándole una continuidad; es la tercera parte de la novela, la familia que llega al pueblo, que se instala allí, y que de alguna forma va percibiendo lo que ha habido allí, pero no intento narrarlo de una manera explícita, sino que vuelvo a utilizar la idea de la vibración y es la niña, la que no conoce el pasado, pero hace lo que todos los niños, que es sentir las tensiones que hay, aunque no se expresen.

M.- Y al final acaba engulléndolos lo que ha sucedido allí…
J.- Efectivamente, el pasado, de alguna forma, los atrapa.

M.- Y esas historias, que parece que tienen poca conexión entre sí, hasta que al final hace confluir a los personajes, ¿no teme que, en algún momento, el lector se pierda y diga, ¿qué tiene que ver éste con éste…?
J.- Sí, me ha dado miedo, claro, que el lector se pierda… he intentado dejar suficientes pistas, pero sin volverme demasiado explicativo. Yo confío en la inteligencia de mis lectores y lectoras y yo sé que el tipo de lectores que tengo es gente que está dispuesta a hacer un pequeño esfuerzo. En el fondo, es intentar que quien me lee capte también esa vibración y tener muy claro qué significa, pero que de alguna forma también lo atrape.

M.- ¿Vibración? ¿Por qué?
J.- Un niño no tiene memoria, no tiene el lastre del pasado, por tanto, pero sí percibe algo, es más curioso y es la atracción del misterio, la atracción del silencio, y eso tiene una relación con algo que a mí me empezó a interesar mucho y es la relación con lo fantasmagórico. La vibración comparte con el fantasma que a determinados niveles está presente y ausente a la vez. El fantasma se manifiesta o no, tiene voz, pero no tiene cuerpo, o es visible pero no tiene materia, pero está allí. Hay esa aparición fantasmal que se da más en los niños que están más abiertos a la maravilla y a la curiosidad. También pueden sentir sus miedos y racionalizarlos como hace un adulto; a mí me parecía que esa idea de vibración lo conectaba también con el fantasma, con los fantasmas que habitan los lugares deshabitados… Me parecía que era fructífero trabajar a partir de esa idea sin tener un relato. El relato lo voy montando sobre la marcha a ver qué pasa.

El lugar es el protagonista fundamental de la novela, el espacio físico, el espacio histórico y el espacio social. Esta parte de España que se ha empezado a llamar la España vacía, la España vaciada, pero para la que hay también un concepto de los años setenta que es la España saqueada. Es esa España que ha perdido siempre, que siempre la han explotado para extraer las materias primas, por ejemplo, de lo que nunca ha sido realmente beneficiaria, quien se beneficia son las grandes cadenas, los distribuidores… traemos materias primas de Ucrania, de Marruecos, etc., ofrecen minerales… son los vertederos de la ciudad, de residuos y proveen a las ciudades de energía, ahora con las placas solares están inundando toda esa España supuestamente vacía, y de la que tampoco se benefician, porque el dinero se va a otros sitios, entonces, a mí también me interesaba trabajar con esa España estafada, explotada, ninguneada… eso no significa que allí no haya historia. En los lugares sin historia hay mucha historia.

M.-¿Se puede entender la vida en un pueblo si no has vivido tu infancia en el pueblo? ¿Se puede llegar a captar toda la esencia de ese pueblo?
J.- Yo creo que cualquier escritor, al contrario de lo que se suele decir, tiene la capacidad de escribir sobre lo que no conoce. Lo que yo conozco es solo una vida muy limitada y a mí lo que me hace la literatura también como escritor y a lectores/lectoras, es precisamente asomarte a lo que no conoces. Lo que pasa es que, para eso, tienes que trabajar, investigar y hacer un trabajo de empatía, de intentar entender, de intentar sentir, porque todos, aunque no hayamos pasado la vida en un pueblo, tenemos relaciones con pueblo, relaciones familiares. Yo nunca viví de niño en ese lugar del que estoy hablando, pero mi madre vivió allí, yo tengo sus historias, tengo las historias de mi abuela, yo he ido allí los veranos. Mi madre ha vuelto, entonces, empiezo a mirar con otros ojos, los ojos del adulto, y a establecer relaciones con aquello que vi de niño, lo que me cuentan ahora, lo que veo, entonces. La literatura es eso, la construcción de un mundo que se acerca al real, aunque no sea al tuyo y eso también para quien lee. Es una de las cosas fascinantes de la literatura.

M.- ¿Ha utilizado, para escribir la novela, los recuerdos de su abuela, de su madre y suyos?
J.- La memoria no se construye solo con la propia experiencia, se construye con la experiencia de los demás. Esa memoria vicaria que tenemos, que nos dan quienes nos rodean. Es importante darnos cuenta de que esa memoria individual siempre es una memoria colectiva.

M.- ¿Esa memoria la construimos para que diga lo que queremos que diga?
J.- Exactamente. Nosotros somos personajes que se crean. Que creamos nosotros con la influencia, la ayuda, las limitaciones de los demás. Nuestra identidad es lo que creemos que somos, es lo que creen los demás que somos y lo que somos, lo que pasa es que eso es imposible de saberlo por completo. Necesitamos una coherencia para narrarnos, no podemos vivir sin narrarnos a los demás. Somos un personaje de una novela porque vamos evolucionando a medida que avanza la novela de nuestra vida.

M.- Nuestras decisiones no son nuestras, ¿es la realidad la que decide por nosotros?
J.- Si, eso es una creencia como cualquier otra no demostrable, y vuelvo a citar otro filósofo que siempre me interesó, Espinoza, y él no creía en la libertad humana. Nuestras decisiones vienen de lo que nos rodea y de lo que nos ha ido construyendo y destruyendo. Casi todas nuestras convicciones son creencias, más que cosas que podamos demostrar, y esa convicción a mí me parece útil.

M.- Aparecen muchos temas en su novela: la Guerra Civil, el odio, la venganza, la homosexualidad, los sueños, la ambición, el suicidio, la violación, las expectativas de los padres que frustran a los hijos, las migraciones de los pueblos… ¿cabe tanto dolor en un pueblo?
J.- No es que yo quisiese escribir sobre la Guerra Civil, pero si estoy haciendo ese trabajo, casi de arqueología literaria, te la encuentras. Mi bisabuelo enterraba muertos que se encontraba en las cunetas. Cabe tanto dolor y también los lazos afectivos y los sueños… pero todo eso es parte de la vida, es parte de la historia y es parte de nosotros. No solo cabe en un pueblo, en cualquiera de nosotros. ¿Cuántos dolores atraviesa uno en una vida? Muchos. Puedes solo contar esos dolores o ver también que hay otras cosas. Pero negar esos dolores, inventar esa especie de pensamiento positivo de que lo que no ves no existe, ojos que no ven corazón que no siente… es todo lo contrario, precisamente, cerrar los ojos, hace que las cosas sigan latentes, no te enfrentas a ellas. En toda historia humana hay dolor, en toda historia colectiva hay violencia, entonces, ¿por qué me interesa esa parte? Porque es una parte de la que se habla menos o solo en determinados contextos muy limitados pero que no la hacemos nuestra… creo que cada uno sabe aquello a lo que tiene que enfrentarse y aquello a lo que debería enfrentarse y cierra los ojos. Y esa no suele ser la solución. La memoria, por desgracia, no olvida lo que nosotros queremos.

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